¿Creer o no?
Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 06 abril, 2010
Acabamos una nueva Semana Mayor y, en su mesura individual, cada uno ha vivido otro episodio que coincide con el Pesaj judío y que nos replantea el renacer como personas, de forma central.
Hace más de diez años, por sugerencia de un colega, descubrí una joyita que visito frecuentemente: “¿En qué creen los que no creen?” Diálogo sostenido por espacio de un año, que se encuentra en librerías en forma de libro, entre Umberto Eco y el Cardenal Carlo María Martini en la revista italiana Liberal.
Discusión inteligente respecto de asuntos trascendentales. Tanto de cara al cambio de milenio como de frente a las realidades de un mundo que hoy, no terminamos de entender en su volatilidad. Me permito reflexiones.
Creo en Dios. Hago valer su primer mandamiento y, además, le temo porque me entiendo infinitamente inferior.
Creo también en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Porque Creo.
Mas creo también.
Creo en un Estado laico. Ese maridaje incorrecto nuestro, es un tema intravenoso que ha cumplido y terminado, no obstante la persistencia de quienes desde la Iglesia y desde el Gobierno insisten en perdurarlo. ¿Por qué? Bueno, porque por definición es imposible que un ente tenga religión, cual se consagra en nuestra Constitución Política.
Lo creo también porque recuerdo como hoy, la regañada de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal en el aeropuerto de Managua. Al igual que en Cardenal, la politización de la religión (y viceversa), me resulta aberrante.
Creo en la convivencia. Creo también en el respeto, en la libertad de la voluntad y en que, siendo hechos todos diferentes nos une que fuimos hechos a semejanza de Dios. Con eso me basta y sobra.
En consecuencia, creo en lo oportuno que resulta hoy, igual que ayer y más frente a mañana, la aprobación legislativa del proyecto de ley que pretende reconocer (ni más, ni menos) las uniones civiles entre personas del mismo género. Que la ley alcance la realidad presente es, además de exigido, debido y de Dios. (Da a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César).
Creo, como bien apunta el Cardenal Martini, que “(E)n la experiencia moral humana destaca una voz que nos llama, la “voz de la conciencia”, que es inmanente en cada hombre y que establece la condición primera para que sea posible un diálogo moral entre hombres de razas, culturas o convicciones diferentes”.
Creo en Marcos y sus palabras: “¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!... ¡prestad atención!... ¿aún no comprendéis ni entendéis?”
Pedro Oller
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