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ACCIÓN


Cocinado el león

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 26 agosto, 2013


Jason Peña y Johan Venegas ruedan por el césped del Lito Pérez, en una acción agresiva, propia de un partido muy accidentado. www.imagenesencostarica.com/larepublica


Cocinado el león

Daniel Colindres lo tostó en la olla con primorosa jugada individual

Liga Deportiva Alajuelense se hundió en el fango del Puerto en un partido donde le reventaron mil demonios y que combinó el buen fútbol y la garra del anfitrión con un arbitraje desastroso de Randall Poveda que terminó con el ánimo de un equipo que trató de reponerse de mil adversidades sin éxito.
Todo le salió al revés a la Liga y para un equipo que no está jugando a nada, viajar al Lito Pérez y enfrentar a un rival que estuvo dispuesto a no perder a cualquier costo, lo que incluyó aparte de buen fútbol, golpe a los tobillos, codazos, escupitajos y demás yerbas, animados los locales por un juez desacertado y un rival que dejó “por su profesionalismo” que lo irrespetaran, el epílogo de la confrontación no podía terminar más que con justa victoria casera y por ende, derrota de la visita.

Vivir en crisis, viajar a Puntarenas y recibir un gol de penal en el min. 8, ya pone el sendero cuesta arriba. Elías Palma fue a cerrar un ingreso al área de Yashin Bosques, barriéndose con los brazos abiertos y la bola pegó en su mano. ¡Penal gritó Poveda!
Más que drástico… drastiquísimo.
Daniel Quirós con remate seco venció a Patrick Pemberton.
Puntarenas se anima, presiona, ataca con alegría y la retaguardia eriza se derrumba. Daniel Colindres bota el 2-0; Yashin Bosques el 3-0.
La Liga no existe; no tiene armador; las líneas están rotas; los centrales no pueden con la picardía de Quirós, Colindres, Bosques, García. Además Jason Peña y sobre todo Bryan Vázquez entraron al campo con tenazas, martillos y cuchillos y aplastaron a base de golpes las escasas ideas que por generar fútbol intentaron Valle y Johan Venegas, crucificado a golpes por su excompañero Vázquez.
Estas eran circunstancias del juego, pero la pura verdad es que la superioridad del Puerto resultaba manifiesta. Darío Delgado y Raymond Fernández dejaron escapar otra ocasión de gol y Víctor Bolívar no recibió un remate a marco en 45 minutos.
¿Puede un equipo ganar un partido sin rematar a marco?
En el minuto 38 finalmente el Alajuelense armó algo: Venegas filtró a Valle quien centró al segundo palo; Vieira con las redes a su disposición remató mal, la bola le pegó a Jerry Palacios, en total y absoluta posición prohibida y se desvió a la red. ¡Un gol ilegítimo!
Pero… el línea Josué Mejía no levantó la bandera y el árbitro salió en carrera para el centro del campo. En el momento en que Palacios desvía a la red, no se sanciona el fuera de juego. Después de que los manudos festejan el empate y antes de que se reanuden las acciones, Poveda va a consulta con Mejía y anula “el gol”.
¡Desmadre!
En la segunda parte Alejandro Aguilar sustituye a Vieira y después de que Roberto Mudarra escupió a Johan Venegas, este se quiso sacar el clavo con Bryan Vázquez que lo había noqueado de un codazo en el primer tiempo y le recetó la misma medicina a dos metros del árbitro. Bien expulsado.
La interrogante nace, por qué no expulsaron a Vázquez por acción idéntica.
A Daniel Quirós no lo para nadie; entra al área y remata a manos de Pemberton; vuelve a ingresar, dispara, desvía Patrick y el rebote Colindres lo estrella en el poste.
Ingresa Cristian Oviedo por Ariel Rodríguez y la Liga recupera territorio; entra Alejandro Alpízar por Armando Alonso y el Alajuelense empata en el min. 72. Filtro a Salvatierra, centro duro al corazón del área que pesca el novel Aguilar para desviar a las redes. Un gol precioso.
La alegría de los manudos solo dura seis minutos.
Pase largo a Daniel Colindres, recibe, pica, desafía las marcas de Valle y Aguilar, los quiebra y remata cruzado al primer palo para vencer la estirada del portero erizo. Un golazo que sella el merecido triunfo de los tiburones en un juego que termina con un festival de tarjetas amarillas impresionante, tanto o más que el pésimo trabajo del silbatero.

Gaetano Pandolfo
gpandolfo@larepublica.net







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