CHISPORROTEOS
Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Sábado 28 marzo, 2009

Alberto F. Cañas

Le conocí en 1940, absorto en sus magníficas lecciones de Economía Política en la Escuela de Derecho. Cinco lecciones semanales, todas repletas de sabiduría y erudición pero también de pensamiento personal del profesor. No se limitaba a exponer ideas ni teorías ajenas. Opinaba sobre ellas y aportaba las suyas con conocimiento y convicción.
Conspirador en la década de los años 40, con José Figueres y Francisco Orlich, cuando estalló la guerra civil los tres fueron jefes. Figueres, por supuesto la cabeza de la revolución; Orlich en el frente norte, y Martén como el segundo en comando. Los tres integraron la Junta Fundadora de la Segunda República, y se les conoció por su energía y decisión. Pero también trascendió que en muchos aspectos, Martén era el principal teórico de lo que se estaba construyendo.
El problema (no me atrevo a decir si para él o para el país), fue la convicción que se fue arraigando, he de presumir que entre los tres líderes, de que lo que había de seguir era lanzarse a la política y consolidar la obra desde un partido político que habrían de fundar, pero si bien Martén tenía todas las condiciones y cualidades de un gran estadista, no contaba con las muy menores que deben caracterizar a un político de plaza pública y media calle. Era evidentemente hombre de mando más que de negociación, y en un momento dado esto hizo crisis y don Alberto se retiró de la Junta Fundadora para dedicarse a sus estudios y labores de economista.
Retirado de la política, publica sus más notables estudios económicos y teorías propias. En su Teoría Metafísica del Dinero, de la que hicieron burla los ignorantes de profesión que desde 1948 se dedicaban en La Nación a combatir y atacar sin argumentos que valieran la pena lo que Costa Rica estaba iniciando, mucha gente que sí sabe lo que está diciendo ve el germen teórico de lo que hoy son las tarjetas de crédito.
Y su formulación del solidarismo como un sustituto racional y humanista de la lucha de clases, ha creado en Costa Rica (y en otros países que nos han imitado), una nueva fórmula de cooperación entre el capital y el trabajo que irritó a los marxistas de misa y olla pero que en nuestro país ha tenido un éxito envidiable.
Esa combinación del pensador, el estadista y el revolucionario, hace de don Alberto Martén una figura excepcional de nuestra historia. Sus ideas, lo mismo que sus acciones, han permeado beneficiosamente nuestra vida nacional, y debemos reconocer cuántas cosas que nos enorgullecen y nos convirtieron en un país que se adelantaba a toda velocidad en la vía del desarrollo auténtico (no el que nos conduce a ser el Estado número 51) se deben a él.
Lo que han hecho los diputados, es darle las gracias en nombre de todos sus conciudadanos.
afcanas@intnet.co.cr
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