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Cantera

Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Jueves 08 noviembre, 2007


La torpe forma de enfrentar los temas difíciles, que son obviamente los que tienen las posiciones encontradas, no es negándolos, ni oscureciendo cristales, pues son maneras agresivas de invisibilizar los problemas y las personas. Esta cruel manera de acallar al otro, a nuestra realidad, solo aumenta la agresión pasiva que la ciudadanía vive en nuestros días.

Las mil y una formas de violencia que marcan nuestras relaciones sociales, enmarañadas en la agria dulcera del sistema democrático, hacen sufrir de otras tantas formas, la vida social de todos nosotros.

Oscurecer negando la realidad, es bendecir lo incorrecto. La violencia de conductores ebrios no solo en el accidente en sí, sino en el abandono de sus víctimas, en el dejar para mañana está la alcahuetería, la irresponsabilidad, la inmoralidad.

Es negar la realidad, responder con más violencia al problema social de fondo. Es repetir la violencia.

Esta asquerosa alcahuetería de la falta de valentía en poner normas y límites, multas y cárcel. Normar visiblemente de cara a un diáfano cristal para la ciudadanía, no en peceras amuralladas de falsos valores y dormir bajo la curul de la arrogancia; de lo que me importa a mí.

Representatividad de nadies, no de la urgente necesidad de la ciudadanía. La violencia deambula libre en la casa de cada uno. Cuando no podemos resolver mintiendo ni postergando decisiones, otros lo harán de formas destructivas y eficaces. La violencia está en la pequeña delincuencia; cuando un joven, harto de todo el sistema, toma una navaja y te atraviesa al negarte a dar una cartera. Otro te baja del auto, otro te roba y engaña en la municipalidad, otro te niega una cita del seguro, otra manosea un expediente judicial, otro te pide para el casado en plena autopista, otro te engaña para ser alcalde y no hace nada, otro oscurece sus aposentos para no verte y así.

Y así, todos de alguna manera en sus actos corruptos y violentos quedan sueltos, huyendo después de embestir, impunes como las heridas del joven, abiertas a sus víctimas, que en la gran cadena de la violencia va goteando por cada una de nuestras arterias sociales.

Los grandes, los servidos de dádivas y puestos para más dádivas, entran y salen de salas judiciales, de primeras planas en los medios de comunicación colectiva y mientras los asesinos de Ivania Mora libres gozan de impunidades, los de Parmenio Medina, libres gozan.

En fin todo marcha a oscurecer ya no la Corte de Justicia, que son ventanas minúsculas, sino, la realidad, donde nadie se atreve a cambiar la Ley de Tránsito para que los hijos de quienes no pudieron ponerles límites en sus hogares, otros se los toleren, ebrios e irresponsables volando sus frustraciones a la próximas víctimas de niños, jóvenes, adultos mayores, y no exista ni una buena mamá ni un buen papá, para ejercer dignamente el control social de prevención y castigo.

Huele a violencia por cada rincón, a injusticia, irresponsabilidad e impunidad.

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