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Cantera

Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Jueves 30 agosto, 2007


Si Manuel Antonio Noriega “prisionero de guerra”, no regresa a Panamá, de alguna manera la ultima invasión del ejército de Estados Unidos seguiría vigente.

Hombre de confianza de la CIA y defensor, al modo de los últimos dictadores de Centroamérica y el Caribe, de la soberanía de su país.

La historia de Centroamérica y del Caribe ha sido una serie de intervenciones y golpes de estado a la posibilidad de ejercer una soberanía digna y establecer los cánones mínimos para una vida democrática.

Los habitantes centroamericanos han sufrido la violencia militar y las guerras civiles y perduran aún las terribles desigualdades sociales, que junto a la impunidad, la corrupción y la violencia, se han convertido en una forma de vida social que deslegitimiza la vida civil, como una forma de vida democrática.

Noriega debe regresar a su patria, ser juzgado por sus tribunales, y dejar el silencio en las cárceles de Estados Unidos, y contarnos, como historias de terror, sus servicios a su patria y a la CIA.

Aprender de las lecciones de la historia los finos intríngulis desde la construcción del Canal de Panamá y la temida Escuela Militar de Estados Unidos en el Canal. Conocer y juzgar, soberanía de los panameños.

Así también, la impunidad en Guatemala, en El Salvador y Honduras va libre y engrosando las conexiones de las redes del narcotráfico y el contrabando de armas, hacia Estados Unidos.

El esfuerzo de las víctimas diarias del Partido de Alvaro Colom y el partido de Rigoberta Menchú marca una campaña política teñida de terror.

Valientes estos ciudadanos de proseguir el camino democrático como la alternativa post guerras civiles.

Pero ¿será el recuerdo de Esquipulas el recuerdo vivo de la violencia y la miseria? ¿Será prudente celebrar lo que más bien enluta y cercena futuros a generaciones de niños excluidos de cualquier alternativa digna?

Justo es reconocer los esfuerzos y valentías de Napoleón Duarte, socialcristiano empeñado en frenar a su ejército, a sus grupos oligárquicos, a los caminos de abastecimiento de armas de la CIA a los grupos paramilitares. A Vinicio Cerezo, democratacristiano que se empeño también en parar el fuego contra su población, limitando a su temible ejercito y sus grupos de extrema derecha, a don Oscar Arias más libre que cualquiera, y a su vez más poderoso por no tener tanto enemigo en casa, convocar a Daniel Ortega y a Rafael Azcona presidente de una Honduras que facilitaba la guerra contra su vecino y hospedaba bases militares de Estados Unidos,.

Los unió una convocatoria de paz, un bandera blanca bajo el sol de Esquipulas, pero la violencia acaricia ese sueño de paz como el mejor enemigo y la pobreza es aliada indiscutible a la deslegitimación de cualquier democracia.

El ciudadano centroamericano, panameño o caribeño; aún sueña con un futuro soberano, donde la libertad no sea la de pasar hambre, donde el voto no convierta en víctima al elector y donde la impunidad sea cosa de recuerdo.

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