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Buen periodismo

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 01 septiembre, 2010



Hablando Claro
Buen periodismo

Una máxima acuñada hace muchos años por el New York Times era “El buen periodismo vende”. Esa máxima intentaba zanjar la añeja polémica de si prevalecía el negocio de los medios por encima del ejercicio de un periodismo éticamente sólido y absolutamente responsable en términos de su veracidad, de su credibilidad o si, por el contrario, el periodismo debía estar subyugado a los intereses publicitarios (empresariales, financieros, políticos, de grupos de presión, etc.). “El buen periodismo vende”, era en pocas palabras, la expresión acabada de que el negocio de los medios masivos de comunicación (que era el único por donde fluían las noticias entonces) no estaba en absoluto reñido del periodismo de calidad. Dejando de lado las naturales e inacabadas tensiones entre información e intereses publicitarios, lo cierto es que el buen periodismo tradicional se ancló en principios guías como el derecho del público a saber, el interés común, la precisión, la corrección, la compasión, el respeto a la intimidad y una gran cantidad de otros valores éticos que hoy parecen códigos obsoletos olvidados en viejos baúles.
Me deprime el tratamiento informativo que está inundando las noticias de sucesos. Como periodista me avergüenza pensar que tiramos por la borda nuestros principios guías como si fueran desechables en aras de la arrolladora corriente del nuevo “modelo de negocio” donde sólo importa el “rating”. Siento vergüenza por la desinformación con que nutrimos todos los días a nuestra sociedad; la mayoría de cuyos miembros no puede decodificar los mensajes que recibe, no entiende de la descontextualización, de la noticia convertida en espectáculo y de la tragedia de un suceso convertida un día sí y otro también en melodrama de quinta.
Me provee un aliento de esperanza, sin embargo, leer cada vez con más frecuencia artículos de opiniones que claman por la imperiosa necesidad de debatir sobre el tipo de periodismo que estamos haciendo. Porque más allá de cómo se llenan los minutos de una interminable transmisión de un suceso de mediodía en la televisión, el punto es que debemos reencontrarnos de alguna forma con los principios guías que hicieron del periodismo una profesión (u oficio, no importa) del que nos enorgullecimos por tanto tiempo, cuando estábamos convencidos de que efectivamente, el buen periodismo era un buen negocio: para los medios pero también para la democracia.

Vilma Ibarra

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