Año nuevo, ¿Progreso o Frustración?
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 04 enero, 2021
Termino el 2020, el llamado AÑO TERRIBLE. ¿Cómo llegamos a él? ¿Qué nos deparará el año nuevo?
No llegamos en nuestras mejores condiciones. Arribamos a rastras, con un muy lento crecimiento apenas un poquito mejor que el de nuestra América Latina que en los últimos años ha tenido un crecimiento insignificante. Fuimos mejores porque no somos exportadores de bienes primarios, porque atraemos más inversión directa extranjera, porque heredamos de los abuelos mejores instituciones de salud, educación y democracia. Pero en otros aspectos peor: con pobreza estancada; con desigualdad, desempleo, déficit primario y deuda pública crecientes y de los más altos de nuestra área del mundo. Como nuestros vecinos, llegamos al 2020 con pérdida de prestigio de la democracia, con elevado desprestigio de políticos y partidos, desconfiados de las élites, con dificultades para tomar decisiones públicas.
El año terrible con su COVID-19 nos tomó sin que hubiésemos ajustado la organización constitucional del estado a los profundos cambios que se ha producido en nuestra realidad política, agravó todos esos males, y nos dejó a medio palo sin acabar de decidir como vamos a enfrentarlos, con una vacuna que poco a poco nos permitirá superar la pandemia, con la esperanza de una lenta recuperación y con urgencia de adoptar decisiones acertadas y costosas en este 2021, en las elecciones del año entrante, y por lo menos durante todo el siguiente cuadrienio.
En este año, y con urgencia, debemos finalmente ponernos de acuerdo entre nosotros y con el FMI para sanear la hacienda pública, y tomar las medidas más urgentes para realizar cambios estructurales que permitan que se acelere el crecimiento, que se genere empleo formal, y que los frutos del progreso sean justamente compartidos con quienes más han sufrido el pobre desempeño económico y la pandemia. Esto sobre todo requiere de entendimientos entre el gobierno y las fracciones legislativas. Sabemos lo que hay que hacer. Pero hay que hacerlo. Y no ha sido fácil.
Aún si partimos de una visión positiva, tal vez incluso más difícil es el panorama electoral y las tareas de la administración que se debe elegir el año entrante.
Supongamos que, como espero se dé, en este 2021 se logre el acuerdo con el FMI para la consolidación fiscal, se aprueben los créditos con los organismos internacionales, se emita una ley de empleo público que permita reducir los costos laborales del gobierno, se cumpla a rajatabla con la regla fiscal, se aplique la tecnología ya financiada para mejorar el cobro y la recaudación tributaria, y se consiga reducir las tasas de interés del nuevo financiamiento.
Aún en esas condiciones la tarea para la próxima administración será muy difícil.
Llegará con una población cansada de sufrir pandemia, desempleo, empobrecimiento, estrujamiento de la clase media, restricciones presupuestarias. Y con una economía que no habrá recuperado sus niveles de producción y de ingreso de 2019. Para finales de este año nuevo el PIB per cápita con los estimados del BCCR será inferior en 4% al de 2019, y no sería sino hasta dentro de dos años que recuperaríamos ese nivel, si se dan las optimistas tasas de crecimiento de 2022 en adelante que proyecta el Ministro de Hacienda.
A esa Administración 2022-2026 le tocará entonces -en condiciones sociales y políticas frágiles- mantener la restricción del gasto, mejorar el cobro de impuestos y endeudarse muy cuidadosamente para no echar atrás en la consolidación fiscal y perder la confianza de los agentes económicos necesaria para el crecimiento. A la par de ese esfuerzo fiscal, tendrá que realizar cambios estructurales para acelerar el crecimiento, hacer eficaz y responsable ante la opinión ciudadana a la administración pública, revolucionar la enseñanza para que nos permita enfrentar la cuarta revolución industrial y construir infraestructura, cambiar sustancialmente el financiamiento de las instituciones de seguridad social en previsión y salud, abatir la pobreza, enfrentar el calentamiento global y el cambio energético, mejorar el orden y la seguridad ciudadana, eliminar proteccionismos y monopolios que encarecen la canasta básica, aumentar la eficiencia del sector financiero.
Hace ya casi tres años en un artículo dirigido a las autoridades electas en 2018 recordé que para crecer aceleradamente y generar los recursos con los cuales resolver esos importantes problemas debíamos generar empleos adecuados a los cientos de miles de personas o desocupadas o en la informalidad, ahorrar más para financiar nosotros mismos una mayor inversión y aumentar la productividad y la innovación. Y destaqué el papel que con ese objetivo cumple de manera fundamental la educación, como principal estimulador y catalizador de los cambios, así como algunas transformaciones sustanciales que a la educación pública y a la capacitación y al reentrenamiento laboral debemos efectuar para que cumplan esa misión.
Por supuesto también se requieren transformaciones importantes en otras áreas, y en casi todos los campos los problemas que enfrentará el gobierno que arranque en 2022 serán mayores a los de 2018.
Para que el siguiente gobierno tenga éxito, en buena medida dependemos del resultado electoral del 6 de febrero del año entrante. Pero el panorama no es esperanzador si no se producen cambios significativos en la oferta electoral.
Con dolor y crudeza empiezo por casa.
Mi partido el PUSC, al que tanto debo y para cuyos dirigentes tengo tanto afecto, gratitud y aprecio, sufre de una provincialización, casi cantonización de sus estructuras. El sistema de selección de los candidatos a diputados lo ha feudalizado, y el poder originado -sin contrapesos- en la base cantonal que establece las candidaturas a la Asamblea Legislativa lo ha hecho perder unidad de miras frente a los problemas nacionales. De intereses sectoriales y territoriales diversos unidos por valores y una visión de futuro compartida, se ha ido pasando a una unión de intereses para el reparto de las candidaturas de diputados. De esta manera se fragmenta y debilita su acción parlamentaria, y se impide apoyar la necesaria formación de una alternativa moderada de centro derecha que una socialcristianos, conservadores, liberales, evangélicos en una opción moderada y tolerante que logre equilibrio entre libertad y solidaridad, entre innovación y oportunidades, entre justicia social y eficiencia económica, entre mercado y estado, entre derechos individuales y valores de vida y familia, entre producción y conservación, entre gobierno y comunidad, entre seguridad ciudadana y justicia incluida la rehabilitación de quien ha delinquido, entre las tradiciones locales que nos dan arraigo y pertenencia y la consciencia de nuestra responsabilidad global.
Por su parte la opción tradicional de centro izquierda, el PLN, se debilita y fragmenta ante el choque de visiones de desarrollo irreconciliables entre su socialismo intervencionista de hace medio siglo y los afanes renovadores de un capitalismo sin visión comunitaria. Su estructura de poder se debate entre liderazgos que se enfrentan como acérrimos enemigos y ahora tiende a su municipalización.
Estas fuerzas políticas se enfrentan para los próximos comicios a dos graves peligros para la nación.
Por una parte, la continuidad del PAC con su trayectoria de antipolítica y su afán de dividir nuestra sociedad con la promoción de cambios contrarios a los valores y tradiciones costarricenses. No dudo que con los ejemplos del Socialismo Siglo XXI en Argentina y de Podemos en España, el aborto y la eutanasia serán sus caballos de batalla para dejar atrás los graves yerros de sus dos administraciones en lo económico y lo social.
Por otra parte, un advenedizo político sin una estructura que le permita llevar a cabo un buen gobierno, pero con la capacidad de engatusar con un mensaje populista de derecha o de izquierda, a un pueblo ávido de soluciones. Ya hemos visto como incluso las naciones aparentemente más civilizadas pueden caer cautivas de un discurso electoral que ofrece soluciones mentirosas, pero sencillas y de poco costo, y que logra crear falsos enemigos del pueblo causantes de todos sus males, y el caudillo impoluto, sabio y valiente que es capaz de superar todas las limitaciones y que se conecta directamente con los ciudadanos sin el estorbo de las instituciones del estado de derecho.
De la capacidad del PUSC y del PLN para cambiar sus actuaciones en el corto plazo, dependerá en buena medida que la próxima administración pueda enfrentar con éxito el duro reto que la espera.
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