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COLUMNISTAS


Amenazas

Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 27 agosto, 2007


Hace algunos días se nos informó, por medio de la prensa, sobre un correo electrónico que llegó a las oficinas de UCCAEP con información delicada de las personas que ahí laboran y de sus familiares. El correo contenía, según las publicaciones, amenazas de muerte para los colaboradores de la Unión de Cámaras y sus familiares inmediatos. Aparentemente el envío del correo se debió al apoyo de los empresarios al TLC.

Se hicieron las denuncias respectivas a las entidades judiciales que correspondía y, hasta el momento, no se ha conocido el desenlace de la investigación.

La semana antepasada se presentó una denuncia ante los Tribunales contra un conocido dirigente sindical debido a una supuesta agresión, luego de discutir puntos de vista divergentes con respecto al TLC.

Estos dos eventos no son típicos de nuestra Costa Rica democrática, pacífica y decente. Independientemente de si hayan ocurrido o no, la política del miedo no debería ser lo que nos ayude a convencer gente de que se alíe a nuestro bando o que, en su defecto, no vote del todo, durante los meses venideros antes del referéndum.

Los puntos de vista del TLC no se deben discutir con violencia de ningún tipo. Se deben tratar, como bien lo han planificado ambos movimientos (el del “sí” y el del “no”), en conjunto con el Sistema Nacional de Radio y Televisión, en debates educados, decentes, bien dirigidos, aprovechando al máximo los pocos días que nos separan del referéndum. El TLC se debe discutir con ideas, no por imposición ni amenazas, sino por convencimiento.

La lucha a favor o en contra del TLC no debe ocurrir en el campo de los puños, sino en el de las ideas.

Estamos a las puertas de un evento histórico para nuestro país que servirá para seguir demostrándole al resto del mundo que continuamos siendo un oasis democrático y de paz en la turbulencia en que estamos sumidos.

Tenemos la oportunidad de sobresalir ante el mundo y ante nosotros mismos, demostrando que somos un pueblo civilizado y democrático.

Quizás en lo que se refiere a infraestructura no seamos un país de primer mundo o desarrollado, pero en otros campos sí lo somos. Uno de estos campos es el de la democracia.

Dejémonos de pleitos, de mentiras y de discusiones inútiles y violentas, por parte de ambos bandos, y demos el ejemplo: al mundo y a nosotros mismos.

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