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¡Acéptelo, usted también es un payaso!

Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Lunes 13 enero, 2020


¿Por qué tan serios? Me imagino que con esta frase recordarán al Joker de Heath Ledger, memorable. Pero la columna de hoy habla del Joker de Joaquín Phoenix y mucho más importante que todo esto, del Joker que es usted. Sí, usted. Me leyó bien.

Aunque todo el mundo habló de esto desde octubre, yo ví la película el penúltimo día del año, apenas para el cierre. Quedé embelesada, fue mi tema de conversación en noche vieja y de año nuevo.

La cierto es que Todd Phillips logró una obra maestra. Si aun no la ha visto por favor véala y genere sus propias conclusiones, que en realidad la película le va a dejar algo si realmente la analiza y la aprecia.

Se ha comentado en algunos medios, que varios espectadores huían de las salas de cine y no pudieron terminar toda la película; se salieron enfermos, nauseabundos, pidiendo censura, en sus redes sociales. Se podría pensar que es ridículo, pues estamos frente a una obra de ficción y se debe saber diferenciar, pero este es el primer síntoma de lo que significa el arte de este filme.

La magia de la película radica en que Todd y el mismo Joker nos han jugado una broma. Tanto el personaje como el director lograron burlarse de nosotros y no precisamente con comedia y carcajadas o con chistes malos. La broma del Joker es una muy pesada, de mal gusto, hiriente, ofensiva, una broma que demuestra la realidad de lo que somos.

La historia de Arthur Fleck, no es una historia de maldad, ni de un desquiciado mental. Muy contrario a lo que muchos pensarían superficialmente como la humanización de un delincuente; se trata de la burla directa a la “sociedad civilizada” donde nos creemos muy humanos, pero podemos llegar a ser los verdaderos criminales.

Fuera de lo que muchos han considerado como justificar las acciones del payaso, lo más sensible es la exposición de los “humanos civilizados”, de los “buenos ciudadanos” abusando de una persona discapacitada o “diferente” sin justificación, a un sistema que le da la espalda, a esas personas “morales” que diferencian o clasifican a otros como personas de primera o segunda clase.

La broma del Joker nos quita la máscara de humanos y nos deja entre ver la cara blanca pintada de payaso, no es necesario tener una pistola para descubrirse violento o criminal, sino la falta de empatía, de consciencia… La víctima de violencia en esta película ha sido Arthur.

Es hora de darle vuelta al camino que toma la sociedad cada vez más despersonalizado, que nos pone los unos contra los otros. Si perdemos esa capacidad de reaccionar empáticamente ante el dolor ajeno, de ponernos en el lugar del otro, no va a haber diferencia en que terminemos siendo un delincuente con pistola o con una máscara de indiferencia.

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