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A votar

Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 01 octubre, 2007


De hoy en ocho días Costa Rica habrá amanecido diferente. Los costarricenses que formamos parte del padrón electoral habremos decidido si queremos un país fortalecido para el futuro, competitivo, metido de lleno en la globalización o, por el contrario, un país estancado, limitado comercial y profesionalmente y con un futuro lleno de dudas.

A pesar de las denuncias, renuncias, memos y demás de los últimos días, confío siempre en el civismo y la educación del pueblo para que el referéndum del próximo domingo se lleve a cabo de una forma alegre, pacífica y cordial.

Hay que recordar que, al final del camino, los corazones del “sí” y los corazones del “no” vamos a seguir viviendo en un mismo país, independientemente de lo que se diga en las urnas este histórico fin de semana que se avecina.

A lo largo de los últimos meses he participado en discusiones informales, con grupos de amigos, con compañeros de trabajo, haciendo ver por qué sigo pensando que es necesaria la aprobación del Tratado de Libre Comercio. En estas reuniones he escuchado posiciones acordes con mi forma de pensar y formas de pensar totalmente disímiles a la mía.

De uno y otro “bando” nos hemos tratado de convencer mutuamente de por qué es mejor nuestra decisión que la del contrario, siempre en un ambiente de armonía, respeto y cariño. Al final de la jornada seguimos siendo amigos y compañeros, y no nos vamos a distanciar por un punto de vista, aunque este esté referido a algo tan trascendental como el futuro de un país.

Quienes vayamos a votar el próximo domingo lo tenemos que hacer con una claridad de conciencia y pensamiento impresionante. Este domingo de octubre no nos jugamos el futuro del país por los próximos cuatro años, al final de los cuales podríamos (como debimos hacer hace año y medio) optar por un “borrón y cuenta nueva”. Lo que nos jugamos es el destino de nuestros hijos, dado que podríamos estar definiendo el rumbo del país para los próximos 20, 30 ó 40 años.

Estoy plenamente convencido de que el “sí” es la mejor opción para este país, pero tengo un profundo respeto por quienes piensan diferente. Espero que a la inversa sea igual.

Iré a la escuela en la que me corresponde votar a emitir mi opinión. Iré, en definitiva, a votar por el “sí”, sin lugar a dudas. Cada día me convenzo más de que mi decisión es acertada.

Espero que miles de costarricenses hagan lo mismo: que vayan a votar, sea por el “sí” o sea por el “no”, pero que vayan a votar.

En esta ocasión no es un deber cívico, es una obligación.

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