A propósito del salario mínimo
Rodolfo Piza | Miércoles 02 diciembre, 2015
La prioridad es promover la paz social, la creación de trabajo decente y el cumplimiento de los salarios mínimos existentes hoy
A propósito del salario mínimo
En las elecciones de octubre pasado en Portugal, los partidos de izquierda propusieron un aumento (entre un 6 y un 18%) del salario mínimo actual de 505 euros (unos 540 dólares al mes).
En Costa Rica, el salario mínimo de un “trabajador genérico no calificado” es de 286.467 colones (540 dólares al mes, parecido al de Portugal). Es el más alto de la América Latina y superior también a varios países de la Unión Europea como Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia.
Países más ricos como Argentina, Uruguay, México, Chile, Panamá, Venezuela, por ejemplo, tienen salarios mínimos inferiores al nuestro.
¿Cuál es un salario mínimo justo? La respuesta es compleja y cada quien dará la propia. Los trabajadores dirán que ese salario no alcanza para lo más básico. Los patronos dirán que es alto y que por ello podrían pensar en trasladarse a países vecinos donde el salario mínimo no llega ni a la mitad (digamos Nicaragua, México o El Salvador).
Para responder la pregunta de manera más objetiva, podríamos acudir a tres parámetros básicos: 1) ¿qué porcentaje del ingreso per cápita representa el salario mínimo? Porque no es lo mismo exigir 1.200 dólares en los Estados Unidos, con un ingreso per cápita de 50.000; que 540 dólares en Costa Rica, con un ingreso per cápita cuatro o cinco veces menor; 2) ¿qué porcentaje de la población económicamente activa (asalariada o no) no alcanza ese mínimo porque está desempleado, subempleado, es informal o su patrono no le paga el mínimo de ley?; 3) ¿cuál es el salario promedio (no el mínimo) en esa sociedad o cuántos salarios mínimos gana el promedio de los trabajadores?
En contextos de informalidad y desempleo, debe considerarse una política moderada de salarios mínimos, porque si se fijan muy altos (por encima de las condiciones de productividad, competitividad o de ingreso per cápita), ello podría tener una incidencia negativa sobre el empleo, la formalidad y la pobreza (se beneficiarían los asalariados formales, pero difícilmente los grupos que trabajan precariamente).
Además, según la propia OIT, “cuando el salario mínimo se eleva aún en relación a la remuneración de trabajo no calificado, aumenta el grado de incumplimiento de esta norma salarial…” (Ver http://www.oit.org.pe).
Las grandes empresas podrían soportar aumentos (sus salarios promedio superan los mínimos), pero ¿lo podrán hacer las pequeñas empresas? George J. Stigler, hace unos 70 años, argumentaba que cuanto más alto fuera el salario mínimo, más trabajadores serían descartados (aumentaría el desempleo o la informalidad). Es verdad que en contextos de crecimiento económico y bajo nivel de desempleo, ello no ocurrirá necesariamente (podrían aumentarse los salarios y no afectarse el empleo formal).
Sin embargo, en el contexto que vive nuestro país (bajo crecimiento económico, alto nivel de desempleo y de informalidad), lo que procede es ser moderados. Antes de promover aumentos superiores a la inflación y referendos confrontativos impulsados por algunos sindicatos y sectores, la prioridad es promover la paz social, la creación de trabajo decente y el cumplimiento de los salarios mínimos existentes hoy.
Rodolfo E. Piza Rocafort
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