Ni dominar ni ser dominado
| Sábado 16 febrero, 2013
Un ser humano libre no debiera desear dominar ni ser dominado. Solo así se puede vivir en una sociedad pacífica, civilizada y próspera
Ni dominar ni ser dominado
Un principio moral fundamental que debe prevalecer para poder vivir en una sociedad pacífica, civilizada y próspera es el de la no agresión: nadie debe iniciar el uso de la fuerza contra otra persona. A primera vista, casi nadie objetaría el principio de no agresión. Son pocos los que apoyan abiertamente los actos de agresión contra personas pacíficas. Pero este principio debe aplicar en todos los casos, privados y públicos. Y especialmente debe incluir al Estado. Ninguno de sus representantes debe tomar una acción que sería inmoral e ilegal si la tomara un individuo.
Por ello no debe ser moralmente aceptable que el Estado lleve a cabo secuestros, solo porque los llame “servicio militar obligatorio”. Ni se deben llevar a cabo asesinatos de civiles inocentes solo porque un gobernante los llame “guerra contra el terrorismo”. Ni deben llevarse a cabo robos solo porque se les llame “tributos”. Si es inmoral secuestrar, asesinar y robar, lo es en todos los casos, sin excepción.
Que un acto que sería un crimen abominable por un individuo, sea perdonable si lo comete un Estado, jamás es justicia. Sin embargo, a pesar de sus guerras, robos, corrupción, despilfarros y atrocidades, al Estado se le otorga constantemente un beneficio de la duda que nadie le otorgaría a ningún individuo. ¿Por qué?
Los estatistas que denuncian la “ingobernabilidad” nos ven como parte de un grupo (una raza, nación, clase económica, etcétera), y no como individuos con derechos. Su propósito es destruir cualquier forma de independencia: la acción o trabajo independiente, la propiedad independiente, el pensamiento independiente. Centralizando todo en sus manos y prometiendo “seguridad”, su fin es convertirnos en una manada fácil de gobernar, deseosa de obedecer y de existir en servidumbre del Estado. El conformismo y la sumisión son necesarios para establecer una nación esclava.
Pero una pistola no es un argumento. Una mente puede ser silenciada o destruida, pero no puede ser forzada. La mente no subordina a las órdenes de nadie su comprensión de la realidad. La razón no acepta ningún mandamiento. La diferencia esencial entre la libertad y la esclavitud es la acción voluntaria versus la acción forzada. El ser humano no debe ser ni obedecido ni obligado. Un “mandamiento moral” es una contradicción, porque lo moral es lo libremente elegido, no lo forzado; lo entendido, no lo obedecido.
Algunos sociópatas desean el poder, para “liderar” o dominar a otros. Otras personas quieren una imposible seguridad “garantizada” y venden sus almas a esos “líderes” con tal de evitar tener que tomar decisiones. Pero, como Heródoto, un ser humano libre no debiera desear dominar ni ser dominado. De la misma manera que se niega a dominar a otras personas imponiéndoles sus opiniones, ese ser humano libre debiera negarse a que otros lo dominen imponiéndole sus opiniones. Solo así se puede vivir en una sociedad pacífica, civilizada y próspera.
Raúl Costales Domínguez
Escritor