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COLUMNISTAS


“Valor, paciencia y sobriedad al borde del abismo”

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 29 mayo, 2020


Sinceramente

Costa Rica ha ido superando la pandemia del Covid-19. El país con su red hospitalaria y su CCSS ha logrado enfrentar la peste y apercibir los recursos necesarios para irla dominando. La batalla de salud del Covid-19 está llegando al final de su crisis más pronunciada.

La batalla por la economía está por mostrarse en toda su dantesca y cruel realidad. El desempleo ha crecido de manera brutal y está llegando a niveles inmanejables para el país. Los bonos y diarios gubernamentales provisionales no sustituirán indefinidamente los salarios que no se estarán cobrando por que las empresas cerraron. Cuando los bonos cesen, si no hay empleo las personas sufrirán lo indecible. Los gastos ordinarios de Gobierno se han mantenido sin reducción sustancial alguna. Los gastos extraordinarios de la pandemia han crecido de manera abrupta. Ningún funcionario de gobierno ha tomado la iniciativa de cambiar gasto ordinario por gasto extraordinario de la salud.

La batalla económica presenta ya miles de empresas y emprendimientos muertos. El gobierno anunció 900 mil millones de créditos especiales en bancos, días después redujo esta suma a poco más de quinientos mil millones. En realidad, era el monto presupuestado para el programa crediticio de 2020 según aseguran algunas fuentes. ¿En qué ha quedado la lucha contra el desempleo? ¿Qué ha sucedido con la reactivación? Los resultados en salud han sido buenos y valiosos. Los resultados económicos positivos no se muestran todavía y a mi juicio el pronóstico es reservado. Costa Rica debe de hacer el mayor esfuerzo para defender las fuentes de trabajo.

El estado gasta como si no hubiera un mañana. El estado contrae deudas hasta por un 70% del PIB. Eso significa que ya debemos el 70% de la producción del 2021 gastada por adelantado. Esas deudas generan intereses y obligaciones de amortización. ¿Cómo vamos a pagar esas deudas y esos intereses? De todos es sabido que de los 10.5 millones de millones del presupuesto nacional 5.5 millones de millones se financian con impuestos, pero 5 millones de millones se financian año con año con deudas. De ese enorme presupuesto cerca del 40% se destina a atender las deudas. Según fuentes autorizadas aparentemente la caída de la recaudación fiscal llega a un 50%.

Si el país agota su capacidad de endeudamiento tendría que duplicar la recaudación de impuestos para seguir gastando lo que hasta ahora ha hecho. Esa duplicación es imposible de lograr. Vivimos de préstamos y nos hemos acostumbrado a las deudas como si éstas no tuvieran que pagarse nunca. Hemos creído que el país no tiene límite en su nivel de deuda pública. Hemos creído que no tiene consecuencia el endeudarse y menos dejar de pagarla si el país no puede hacerlo.

Debemos ir con seriedad a una reforma del estado que reduzca el gasto ordinario sustancialmente. Debemos ir a una desregulación que libere a las empresas y a los emprendedores de las amarras que los sujetan para producir, así como de las cargas que los aplastan. Debemos evitar en lo posible aumentar la deuda pública. El país debe de seguir una senda de gastar lo que puede gastar y no lo que los sueños y deseos de los políticos nos han hecho creer que Costa Rica puede gastar. Uno de cada dos colones de presupuesto es financiado con deudas y deudas y deudas. Año con año el país se entierra de la manera más profunda. ¡Qué llanto habremos de derramar cuando nos cierren el crédito y debamos pagar lo debido!

Las cosas terminan como comenzaron, lentamente. Reformar el estado es vital para eliminar todo desperdicio, duplicidad y gasto superfluo. El país debe de volver a recobrar el equilibrio en el uso de la deuda, dejar de gastar préstamos en sueldos, salarios y gastos corrientes y volver a invertir en infraestructura los recursos que nos hagan más productivos como país.

Debemos tener valor para la prueba que pronto enfrentaremos, hambre y desempleo serán las dos facetas más evidentes de esta etapa. Sólo a base de trabajo arduo y paciencia infinita podremos regresar lentamente a los niveles de vida que tuviera el país antes de estas tragedias. El estado deberá conducirse en su gasto con la mayor sobriedad para reducir el mismo, evitar las deudas adicionales y el aumento de los impuestos cuyo efecto sería desastroso para todos.

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