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Martes, 3 de diciembre de 2024



EDITORIAL


Una vergüenza más

| Viernes 21 junio, 2013





Bocado

Una cadena de vergüenzas y calamidades golpean duro a Costa Rica en las últimas décadas. Es hora de cambiar un modelo que solo desastres ha traído


Una vergüenza más

Termina de salir a la luz, y con fuerza, el escándalo de la nueva refinería de Recope, como el último eslabón, hasta hoy, de la cadena de vergüenzas y calamidades que golpean duro a Costa Rica en las últimas décadas.
Una verdadera lástima y un desastre para esta nación en donde, por otro lado, millones de personas de buena fe luchan cada día por trabajar de manera honesta y construir un futuro cada vez mejor para sus familias, sus empresas y el país en general.
Pero estas personas deben lidiar constantemente con algo que parece haberse constituido ya en un modelo de acción —o inacción y descontrol— de los gobiernos, desde hace muchos, años y que en la presente administración hace estallar uno detrás de otro, cual sistema eléctrico que activara una seguidilla de fuegos artificiales, desórdenes de variados estilos.
El grave problema es que estos escándalos y desórdenes de todo tipo no solo paralizan las obras que la nación necesita con urgencia, sino que dañan considerablemente el nombre de Costa Rica en el exterior y, como si esto fuera poco, les significan a los contribuyentes la pérdida de millones y millones de dólares que mucho les cuesta reunir.
Cuando no es un aeropuerto que tarda diez años en ampliarse y mejorarse, son exploraciones petroleras o proyectos de minería conflictivos que al no realizarse pueden significar millonarias pérdidas
En otros casos es una “trocha” que se vuelve noticia en el mundo por acusaciones de malos manejos en la administración del dinero público, puentes que urgen renovarse mientras el dinero se desperdicia en hacer y volver a hacer, siempre mal, lo que al fin terminó por adquirir el nombre popular de “la platina”. Y un larguísimo etcétera…
Finalmente, y con sobrada razón, hay mucho enojo en la ciudadanía por la incapacidad de los sucesivos gobiernos de plantear y realizar bien proyectos prioritarios que de verdad significaran un beneficio para todos los costarricenses.
Tenemos, eso sí, “pan y circo”, mas no planes de Estado, debatidos públicamente antes de adquirir ningún compromiso, ya que serían hechos con dinero público y que de ese modo pudieran trascender a los gobiernos de turno.
Todo esto no es lo que los costarricenses merecen. Esto avergüenza, como decíamos al inicio, a una nación de gente decente, en su mayoría, cuyo principal anhelo es tener una vida saludable, armónica, solidaria y feliz.
 







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