Traspasar
Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 11 mayo, 2010
El sábado anterior, abrimos un nuevo capítulo de nuestra vida republicana con el democrático e institucional traspaso de poderes del Poder Ejecutivo.
Desde ese día, la gestión del país corresponde al gobierno de la presidenta Laura Chinchilla Miranda. Sus logros y carencias serán nuestros aciertos y fracasos y, dentro de cuatro años el ciclo volverá a cumplirse tras las elecciones del primer domingo de febrero de 2014. ¡Qué dichosos somos!
El hecho de que lo anterior transcurra con tanta naturalidad, nos ha hecho un pueblo que a la vez se emociona cuando ve materializados en actos sus principios y valores y que también, por momentos, en virtud de intereses o posiciones, minimiza y se atreve incluso a ridiculizar nuestro acervo como país. Vivimos cuadros de bifrontismo y, si se me permite, no solo respecto de la historia oficial sino también a propósito de ella.
A pesar o quizás en virtud de lo anterior no todo es felicidad en nuestra aldea, ni siquiera complacencia. Hay flancos abiertos en materia ambiental, transporte, educación, infraestructura portuaria en fin, montones. Heridas que no cierran y cuyo pus creo se cultiva a propósito del Cafta, en virtud de sentimientos binarios tan poco costarricenses.
No existe ninguna duda de que la crispación generalizada previa al 8 de mayo es una situación auspiciada por grupúsculos de presión que, más por la despedida de don Oscar y en aras de sacar ventaja de su despedida o de la bienvenida a doña Laura, enviaron señales de humo que presagiaban un clima intolerante. ¿Provecho para quién?, habremos de preguntarnos una y otra vez de ahora en adelante. Y no simplemente, ¿cuándo me levantan el bloqueo? Que tengo la radio prendida para averiguar.
No se materializó el Apocalipsis anunciado y vale la pena preguntarse ¿por qué? Este sábado se sentía un ambiente distinto, en un espacio abierto y al que llegaron quienes quisieron. Sin limitantes pero con restricciones propias. Hoy, más que el lamento, no hay rencor incluso en las redes sociales (tal vez recelo) de cara al nuevo curso.
Una celebración que incluyó como corresponde en un régimen como el costarricense a un grupo disidente, escaso pero vociferante, y que se hizo presente para transmitirnos ¿qué?
Su manifestación no era propia del momento que vivía el país, de preguntarnos si alguna vez lo fue. Su presencia, era más un reto que un juramento. La difusión de su mensaje inexistente pero negante, una incógnita hasta para el erudito. Así, un Chávez ausente pero omnipresente valido de su propaganda, lo denuncie: http://www.abn.info.ve/noticia.php?articulo=233241&lee=16
Cuaderno nuevo, cual entrada a clases, para llenarlo de discernimiento y una que otra inquietud. Un pueblo bueno que, siento, ha revalidado su estado y pasado páginas de angustia. Así, haya quienes sigan cobrándolas a pesar de estar prescritas.
Oídos, corazones y mentes abiertas para escuchar y actuar en virtud de la manifiesta disposición de la Presidenta: “La democracia es rechazo de la arbitrariedad y apertura a la legalidad. La democracia es derecho a deliberar, pero también obligación de decidir. Es derecho a objetar, pero también… campo abierto para participar y proponer…” Que así sean estos cuatro años que nos esperan. Tan poco y tanto pedir para un país que se perdió al entenderse.
Pedro Oller
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