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Salarios y estupidez concienzuda

Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 23 julio, 2015


Unos despilfarran los impuestos en gollerías, los otros los “bailan” para no pagarlos.

Salarios y estupidez concienzuda

En la desigualdad social no hay duda que tanto los sindicatos como las cámaras empresariales hacen su mayor esfuerzo para promoverla.
Los sindicatos —tal y como lo dice el Papa Francisco— se han convertido en corporaciones que tan solo defienden sus intereses. Sin asomo de pena en privilegios desmedidos.
Las cámaras empresariales sueñan con la posibilidad de que los salarios sean definidos por la oferta y la demanda como cualquier producto, pues están fascinados con un crecimiento infinito e ilimitado, también lo dijo el Papa. No gustan de los salarios mínimos.
Así la cosas, unos despilfarran los impuestos en gollerías, los otros los “bailan” para no pagarlos.
Hoy vemos debates políticos entre los polos ideológicos que tienen su credibilidad socavada: Otto Guevara vs. Fabio Chaves. Debates con actores que solo en lo peor de una crisis estarán de acuerdo, como se vio en el caso de la debacle de Grecia y el referéndum para decidir sobre ajustes obligatorios provocados por acciones irresponsables que llevaron a ese país al peor escenario, ahí la extrema derecha y la extrema izquierda votaron juntos por el irresponsable y populista no.
Tanto Chaves como Guevara promueven la prostitución del debate necesario sobre las finanzas públicas, ambos encienden la envidia y la desazón ciudadana sobre la desigualdad.
Ambos son la punta de lanza de las mezquindades de interés de radicalidad ideológica que buscan sacar ventajas para su sobrevivencia política, no tienen la credibilidad requerida para levantar sus banderas, su desgaste resta.
Centrar el debate de nuestro déficit fiscal creciente solo en salarios es una visión miope de un problema mucho más grande.
Es escudo de algunos empresarios para decir no a una reforma fiscal, a la eliminación de exoneraciones y al disimulo de la evasión.
Pero de igual manera es el escudo de los sindicatos para mantener su “oasis” en relación con los empleados privados, para mantener sus privilegios y las responsabilidades discrecionales con el resto de la sociedad.
¿Cuántos empleados públicos son responsables de la debacle de muchas buenas políticas públicas al momento de su implementación? ¿Cuántos se han desviado de una cultura de solidaridad y responsabilidad de administrar el Estado? ¿Cuántos empresarios olvidan que la única forma de disfrutar su éxito económico con paz social es promoviendo equidad y apoyando políticas públicas propias del bien común?
¿Y el Gobierno? Bien, gracias. Sin fuerza, sin credibilidad y desligado de ser el gran promotor de iniciativas que busquen el equilibrio entre el bien público y el privado.
Si los gobernantes no tienen el liderazgo propio de sus posiciones de vanguardia, serán otros actores quienes les suplanten en su papel de árbitro, pero no serán salomónicos.
Costa Rica requiere liderazgos que la hagan entrar en razón, que obliguen a un ciudadano responsable a luchar contra el desconocimiento y que promuevan políticos comprometidos con conocimiento, de lo contrario la afirmación de Martin Luther King (1929-1968) podría resonar en nuestras mentes: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Claudio Alpízar Otoya
Politólogo

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