Reflexiones: La educación del futuro.
Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Miércoles 07 agosto, 2019
Estoy convencido que se requiere grandes cambios a nuestro sistema educativo si realmente queremos avanzar hacia una sociedad más humana y de mayores potencialidades para competir en un mundo global. El ¿qué?, el ¿cómo? y el ¿para qué? Enseñamos, son preguntas claves que debemos replantearnos de cara a los desafíos que como sociedad tenemos en las próximas décadas. No solamente han cambiado los medios, que hoy son claramente más integrados a la informática y la electrónica, sino que también están cambiando las demandas de competencias desde lo laboral y lo social. De igual forma, las formas de vivir y convivir en un nuevo orden social y político, más amplio y diverso, que retan de forma estructural al sistema educativo y como parte sustantiva de este, al entorno universitario.
La apuesta por esquemas de trabajo flexibles y de múltiples tareas en las industrias modernas hacen que las competencias para el trabajo cambien de manera significativa. Capacidades para desarrollar pensamiento complejo e inteligencia emocional, combinadas con habilidades para hacer múltiples tareas y tomar decisiones en momentos de presión. Ese nuevo profesional que demanda la sociedad y el mercado de hoy se combina con la necesidad de crear capacidades para participar en la vida social y política, de forma más crítica y activa que en el pasado. Se está claramente más expuesto ante mensajes diversos y decisiones éticas cada vez más comunes en lo cotidiano que exigen la formación de un nuevo ciudadano, más crítico, pero más creativo.
En los últimos tiempos, la forma y el qué se enseña se han juntado de manera intrínseca y nos llevan a la necesidad de construir con el conocimiento y de interactuar con él, más que una simple repetición de los hechos o de los datos de un libro de texto. Las experiencias de aprendizaje se vuelven cada vez más individuales y requieren más de sentimiento y motivación que de capacidad o de concentración. El interés y compromiso con lo que aprendo se ha vuelto crucial en tanto sin él, la dispersión del mundo actual termina por abatir al más inteligente y comprometido de los estudiantes. Es por eso que las competencias deben sustentar el pensum educativo, pero deben de darse en una experiencia viva y interactiva con el estudiante en su proceso de formación. El profesor se convierte más en un guía que interactúa como uno más de sus estudiantes y propicia, más preguntas que respuestas, ilusiones que reacciones, pensamientos abiertos sobre contenidos que se vuelven nuevas preguntas por hacer. La educación debe hoy transformar al ser humano si de verdad pretende motivar un nuevo quehacer. Es liberar el espíritu de quién aprende interactuando libremente y con principios éticos sobre los contenidos, conceptos y percepciones del saber. Para el sistema educativo arcaico y memorístico que hoy tenemos, el camino es largo, pero no existe otra forma o manera de lograr cambiar, que empezar.
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