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Nueva York, tan nueva y tan vieja

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 25 julio, 2013




CIUDADES

Nueva York, tan nueva y tan vieja

La ciudad que nunca duerme ofrece placeres con el regusto de la veteranía

Nueva York, la ciudad que nunca duerme y siempre cambia, también ofrece placeres con el regusto de la veteranía, como unos baños públicos de principios del siglo XX, un perrito caliente de 1916, la barbería donde afeitaban a Joe DiMaggio o la farmacia que frecuentaba Eleanor Roosevelt.
El pasado mayo, Katz’s, el restaurante de pastrami —carne roja en salmuera— más famoso de Nueva York, cumplía 125 años orgulloso de haber sobrevivido a las fluctuaciones de las modas, la economía y la gastronomía. Pero no es el único, ni siquiera el más antiguo.
Y es que en tiempos en los que la última moda son las tiendas efímeras o “pop up stores”, abiertas solo durante un lapso de tiempo concreto, cuando cunde la pasión “neófila” por el último grito en cada categoría, Nueva York ofrece también una oferta añeja de lo más interesante.
En cuestión de restaurantes, Fraunces Tavern, en el distrito financiero, es el decano de la ciudad. Con su rincón para el whisky, su amplia variedad de cervezas, su chimenea y sus carpinterías es un viaje a 1762, el año en el que fue fundado, solo ocho años más tarde que, por ejemplo, la Universidad de Columbia.

Conscientes del tirón de lo antiguo, en esta taberna ofrecen la posibilidad de sentirse un estadounidense primigenio, casi un padre de la patria (en la época en la que Nueva York era la capital de Estados Unidos) en la Tallmadge Room, sala ajena a los avances contemporáneos.
Treinta años más tarde, en 1794 se creó el Bridge Cafe, donde Martin Scorsese rodó algunas escenas de su filme sobre el nacimiento de la ciudad, “Gangs of New York”, y que desde su fundación en una sencilla casa de madera, ha servido como burdel, almacén y restaurante húngaro. Ahora, especializados en mariscos, son conocidos por sus cangrejos de caparazón blanco.
Un plato más sencillo, el perrito caliente, también puede tener un regusto a historia en Nathan’s, en Coney Island (Brooklyn), donde la experiencia “vintage” de comerse un “hot dog” heredero de aquellos pioneros de 1916 es complementaria con su famoso parque de atracciones, lleno de encanto y cuya montaña rusa impresiona más por el chirriar de su estructuras de 1927 que por el vértigo en sí.

 

Nueva York / EFE







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