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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



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Entrevista Especial Arturo Cruz, Precandidato presidencial

“Nicaragua no es una República, es una monarquía del siglo XVI”

Ahorita en Nicaragua nadie puede decir que confía en el Consejo Supremo Electoral, asegura el aspirante

Esteban Arrieta earrieta@larepublica.net | Lunes 05 abril, 2021


Arturo Cruz, precandidato en Nicaragua. Cortesía/La República.
Arturo Cruz, precandidato en Nicaragua. Cortesía/La República.


De ganar la presidencia de la República en Nicaragua, el primer viaje internacional que haría Arturo Cruz, precandidato presidencial, sería a Costa Rica.

El profesor del INCAE desde 1994 y exembajador nicaragüense ante los Estados Unidos, teme que el régimen de Daniel Ortega sea capaz de boicotear las aspiraciones presidenciales que surjan desde la oposición.

Sin embargo, confía en que al final del día, la sociedad civil nicaragüense, los observadores internacionales y los votantes harán un cambio.

“Si se consigue una mayoría calificada en la Asamblea Nacional, entonces podríamos acelerar en gran medida la recuperación de las instituciones. Es decir, desvincularlas del control partidario que tienen y ponerlas al servicio de todos”, dijo Cruz en una entrevista con LA REPÚBLICA, quien considera que Nicaragua no es una República, sino una monarquía del siglo XVI.

¿Qué lo impulsó a presentar su precandidatura a la presidencia de Nicaragua?

Durante los más de 25 años que he sido profesor del INCAE he tenido la oportunidad de convivir con estudiantes de toda América Latina. Me ha tocado enseñar sobre economía política, ciencias políticas e Historia. Y siempre mis alumnos, a los que yo les debo tanto, me insistían en que algún momento yo debía hacer un esfuerzo por participar en la vida pública.

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Por otro lado, en las circunstancias actuales en las que se encuentra Nicaragua, después del estallido social de 2018, con el estado represivo que se ha instalado, la profunda crisis económica, me ha obligado a plantearme seriamente mi participación en la vida política. Creo en mis capacidades, en mis valores democráticos, en mi experiencia de tantos años enseñando.

Por eso, siento el compromiso de aportar a la reconstrucción democrática del país y por supuesto, a ofrecerle a los nicaragüenses un plan de nación auténtico.

¿Será posible tener un proceso electoral transparente y confiable?

Todo es incierto todavía en Nicaragua. En mayo vence el plazo de la resolución de la OEA que instaba al gobierno a realizar reformas electorales. Algunos voceros del régimen han adelantado la intención de realizar algunas reformas, aún no se sabe de que profundidad. Sin embargo, somos optimistas, sabemos que la comunidad internacional tiene sus ojos puestos en estas elecciones.

De la misma manera, dentro del país, las diferentes organizaciones opositoras están en un proceso de unión de cara al 7 de noviembre y tratando de presionar desde diferentes espacios para que se den las condiciones habilitantes para ir a las elecciones.

¿Cree usted que la presencia de observadores internacionales podría ayudar a hacer más transparente el proceso?

Sin duda alguna. De hecho, la resolución de la OEA que pide al Gobierno de Ortega realizar reformas electorales antes de Mayo de 2021 implica la aceptación de la observación internacional y nacional. En todas las elecciones desde 1990 en Nicaragua, los observadores internacionales han jugado un papel fundamental en la legitimidad y transparencia del proceso.

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En los últimos procesos electorales es que se ha visto un rechazo de parte del gobierno actual para la observación electoral, al punto de prohibir a los organismos nacionales de observación participar del proceso. Pero estamos seguros que tomando en cuenta la trascendencia de estas elecciones, la observación internacional si estará presente.

Se le ha criticado que usted fue parte de la Contra y posteriormente en el 2007 fue Embajador de Nicaragua en Estados Unidos. ¿Es esto una contradicción? ¿Qué lo llevó a aceptar este cargo en el gobierno de Daniel Ortega?

Yo fui embajador en Washington de 2007 a 2009 y lo hice por el “interés nacional”, porque en ese contexto había preocupación con el regreso del Frente al poder y se debían proteger los avances de las relaciones con EE.UU.

Había una gran preocupación e incertidumbre sobre el retorno de la guerra, el servicio militar, la hiperinflación, el CAFTA y la Cuenta Reto del Milenio. Mi decisión de aceptar el cargo también estuvo fundamentada en las solicitudes de prominentes actores de la política nacional, el sector privado y la propuesta del ex presidente Jimmy Carter de Estados Unidos. Pero yo le serví al país no a Ortega, y no lo hice porque compartiera afinidad ideológica. En todas mis intervenciones en la vida política he puesto primero a Nicaragua encima de todo.

Daniel Ortega fue electo en 2007 para el cargo y para el 2022 cuando venza su periodo, tendrá 15 años en el poder, ¿a qué atribuye que haya logrado tantas reelecciones consecutivas si Nicaragua es un país con muchas deficiencias en cuanto a oportunidades y pobreza que se estima en un 37%?

Es un tema complejo de responder. Pero como siempre he dicho en muchas intervenciones, una de las principales de las habilidades del Gobierno de Ortega al llegar al poder en 2007 fue su acercamiento con el sector privado, con algunos sectores de la iglesia, con los Estados Unidos. Eso le permitió generar tranquilidad hacia afuera, que no volverían los errores del pasado. Y hacia adentro, construir una política de consenso con el sector privado que permitió un desarrollo económico importante.

Por otra parte, no olvidemos que durante una década el Gobierno de Ortega contó con la cooperación venezolana, que representaba hasta cierto punto un presupuesto paralelo. En su mejor momento llegó a disponer de unos $500 millones de dólares anuales. Con esos flujos de recursos logró implementar algo que yo dije en su momento, un modelo de “populismo responsable”, que básicamente consistía en resolver las necesidades inmediatas de la gente más pobre del país. Sin embargo, si hay algo que también advertí en su momento es que no sirve de nada cualquier progreso económico sin la construcción de instituciones democráticas.

¿Tiene usted plena confianza en el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua?

Considero que ahorita en Nicaragua nadie puede decir que confía en el Consejo Supremo Electoral. Solo si pecamos de total ingenuidad no podríamos ver que ese poder el Estado seguirá controlado por el FSLN hasta que cambie la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional. Sin embargo, no es la primera vez que tenemos un Consejo Supremo Electoral controlado totalmente por el partido de gobierno.

En 1990 recuerden que era presidente del CSE, el Dr. Mariano Fiallos, que nadie podía dudar que no fuera sandinista. Y aún en esas condiciones se logró vencer a la maquinaria electoral sandinista. Sin duda es importante quienes están al frente del poder electoral, pero en las circunstancias actuales tenemos otros factores que también son decisivos para triunfar, uno de ellos es la participación masiva de la ciudadanía.

¿Cree usted que el presidente Ortega se aprovechará del cargo para boicotear otras candidaturas presidenciales? ¿de qué forma?

En la Nicaragua de hoy todo es posible. Estamos en una Monarquía del Siglo XVI, no en una República. Estamos conscientes del andamiaje jurídico que ha ido construyendo este régimen. Una de ellas es la llamada “Ley de defensa de los derechos del pueblo”. Una ley que prohíbe optar a cargos de elección popular a los nicaragüenses que encabecen o financien un golpe de estado, alteren el orden constitucional, inciten la injerencia extranjera y fomenten actos terroristas. Y como estamos en un país donde no impera la ley sino los caprichos de la pareja gobernante, esta es una de tantas leyes que pueden usar en contra de cualquier candidatura. Pero si creo que en la medida que la oposición se una y se vaya perfilando la fórmula que finalmente enfrentará a Ortega, estas leyes pasaran a un segundo plano.

Suponga que usted ganó las elecciones, ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para que Nicaragua dé un golpe de timón en beneficio de los ciudadanos?

Yo siempre he insistido que hay que hablarle a la gente con claridad y transparencia. La democratización de Nicaragua requerirá un esfuerzo complejo. Este régimen autoritario no se apoderó del Estado de un día para otro. Si se consigue una mayoría calificada en la Asamblea Nacional, entonces podríamos acelerar en gran medida la recuperación de las instituciones. Es decir, desvincularlas del control partidario que tienen y ponerlas al servicio de todos. Por otro lado, para que sea efectivo nuestro plan de nación primero debemos lograr una mínima estabilidad política. Pero puedo decir con total seguridad que habrá una gran transformación en Nicaragua en el corto plazo, pero sin perder de vista que para que nuestro país salga del subdesarrollo requerimos un esfuerzo constante de muchas administraciones.

¿Cuáles son sus principales propuestas para recuperar las instituciones democráticas y reactivar la economía en Nicaragua?

Lo primero que quisiera decir es que, viendo hoy los acontecimientos en su justa medida, estoy convencido que los tres principales problemas de este país son la corrupción, la confrontación y la impunidad. Son esos problemas los que tienen postrado a este país en la pobreza, en el atraso, en la falta de empleo, en la incertidumbre permanente.

Quiero que la gente sepa que si entramos en esta batalla electoral es para vencer, no para ser una fuerza testimonial y lo digo con convicción. El primer paso es recuperar las instituciones y el dinero de todos. Eso lo debemos lograr con mayoría calificada en la Asamblea Nacional. En el país hay una gran demanda de justicia, eso lo podemos lograr con una regeneración del poder judicial, que solo es posible desde la Asamblea.

En esta etapa estamos escuchando a la gente, a distintos sectores. Trabajadores, comerciantes, campesinos, pequeños empresarios, estudiantes. Creemos que primero hay que escuchar lo que la gente quiere para que juntos hagamos un plan de nación que recoja las verdaderas demandas de la nación. En eso estamos trabajando.

¿Qué piensa de la integración comercial y económica de Centroamérica? 

Considero que debe ser una plataforma con objetivos e intereses claros, no un ideal abstracto. Asimismo, debe promover la inversión extranjera directa y convertirse en una plataforma exportadora a Estados Unidos, que es nuestro principal mercado porque económicamente somos parte de su ecosistema comercial. Toda integración comercial y económica es complicada porque se tienen que coordinar y alinear intereses diversos y muchas veces en contradicción. Sin embargo, la integración centroamericana tiene que ser abierta para aprovechar nuestras ventajas y las oportunidades del mercado mundial. Los esquemas cerrados tienen mucho tiempo de no funcionar, tienden a un proteccionismo que entorpece nuestra participación en el mercado mundial. Y recordemos, sin integración en el mercado mundial, poco progreso le podemos ofrecer a nuestras sociedades.

¿Qué cambios podríamos esperar en la relación bilateral con Costa Rica en un eventual gobierno suyo?

Siempre he planteado que la prosperidad nicaragüense está íntimamente ligada a Costa Rica. Como presidente, mi primer viaje internacional sería a Costa Rica, pues Nicaragua tiene mucho que agradecerle a la sociedad costarricense y a sus instituciones. ¿Cómo no agradecerle a una sociedad que ha recibido y dado espacio a cientos de miles de nicaragüenses, ya sea como refugiados políticos y migrantes económicos? Trabajaré para que las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica sean más estrechas y provechosas para ambos países.

Usted presenta su más reciente investigación sobre los 300 años de la colonia en la conmemoración del bicentenario de vida independiente. ¿Cuál fue su motivación para escribir este libro?

Quiero comentarles que yo escribí hace muchos años una tesis doctoral sobre el siglo XIX en Nicaragua, específicamente sobre la experiencia de la llamada República Conservadora. Sin embargo, siempre me quedó el deseo de analizar el período colonial, tomando en cuenta que hemos vivido más tiempo bajo el yugo colonial que como nación independiente. De hecho, estudiando mi doctorado, uno de mis profesores me decía que si quería entender la América del Siglo XIX tenía que estudiar el período colonial, porque en el fondo, el siglo XIX es la continuación de la colonia sin el rey. Fue así, que me dediqué entonces a sintetizar lo mejor posible esos trescientos años de historia colonial, que sin duda alguna trascendieron hasta la Nicaragua de hoy.

Aunque su análisis se centra en Nicaragua, también realiza algunas comparaciones con la sociedad costarricense de ese momento. ¿Qué rasgos de la sociedad colonial costarricense se mantienen en la actualidad?

Desde sus inicios de vida independiente Costa Rica ha tenido una visión más idealizada sobre su pasado que el resto de los países centroamericanos. En Nicaragua sucede lo contrario, la concepción general de nuestro pasado es que es algo terrible que no podemos superar. Lo fascinante de la sociedad costarricense en su historia es que poco a poco se acercó a su visión idealizada, convirtieron en realidad un ideal, y así superaron, a mi parecer, su herencia colonial.

Perfil

Nombre Arturo Cruz

Cargo Precandidato presidencial en Nicaragua

Experiencia

• Profesor del INCAE Business School desde 1994

• Embajador de Nicaragua en los Estados Unidos y Canadá

• Fue profesor visitante en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) en El Salvador

Formación

• Doctor en Historia por la Universidad de Oxford en Inglaterra

• Máster en relaciones internacionales por la Universidad de Johns Hopkins en su sede de Washington

• Licenciado en Ciencia Política en la Universidad Americana


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