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Nibali, una estrella en tierra

EFE | Lunes 28 julio, 2014


La pequeña Emma Vittoria y su mujer, Rachele, esperaron en la línea de meta al Tiburón de Messina. Eric Feferberg-AFP/La República


Perfil de un campeón

Nibali, una estrella en tierra

París. Vincenzo Nibali, nacido en Messina hace 29 años, entró en la historia del ciclismo nada más cruzar la meta en los Campos Elíseos de París como vencedor del Tour. El “Tiburón del Estrecho” ya está junto a Anquetil, Merckx, Gimondi, Hinault y Contador en la lista de ganadores de las tres grandes.
Un título ganado a pulso por un deportista que ha despertado la ilusión de los italianos, que en tiempo de crisis y escándalos políticos y sociales ven en él a un chico ejemplar, una persona tranquila, sencilla, que no encaja con la imagen típica de las megaestrellas del deporte.
El Mundial de fútbol ha llevado decepción a Italia, Ferrari no funciona y Valentino Rossi ya no brilla encima de la moto. Es el momento del ciclismo, de Nibali.
De momento, en su tierra, Sicilia, a la que no renuncia y siempre tiene presente, sus paisanos lo adoran. En Mesina es un ídolo.
Nibali no es Pantani, que fue su ídolo. El “Pirata” vivió una época difícil en lo personal y en lo deportivo y se hundió tras ganar el Tour de 1998. El “Tiburón” es diferente. No se le conoce escándalo alguno ni sospecha fundada relacionada con el dopaje y no rehúye las preguntas al respecto. Sus ganas de mejorar, su ambición, es lo que le caracteriza, de ahí que sea un escualo en carrera.
La historia de Nibali es la de aquellos italianos emigrantes que se fueron del país para buscar por el mundo una vida mejor. A los 17 años dejó Sicilia para ser ciclista y se ubicó con una familia en Mastromarco (Toscana). Una revolución en su vida que le enseñó a asumir responsabilidades. “Aprendí a cocinar”, recuerda.
Convertido en el sétimo italiano en ganar el Tour, tendrá que poner a prueba su humildad y carácter tranquilo cuando regrese a Italia. Unos cuantos criteriums le reforzarán notablemente la cuenta corriente la próxima semana, y luego, los homenajes.
La bicicleta siempre fue su pasión, aunque su primera vocación fue el atletismo. La primera bici la tuvo con ocho años. Se la fabricó su padre con retales, pero hasta los 14 no compitió, y quedó segundo por un despiste. No vio la línea de meta tras una curva. Con diez años se subía al Etna sujeto con una cuerda al coche de su padre, un cicloturista obligado.
Una referencia que indirectamente se la debe a su madre, Giovanna, regaló a su marido, Salvatore, una bicicleta “porque estaba muy gordo y debía hace ejercicio”. El hijo mayor, Vincenzo, estaba emocionado con las excursiones del padre y empezó a dar pedales.
Su habilidad para el descenso pronto la demostró. Se tiraba por las colinas de Messina sin miedo alguno, lo que obligó a su padre a comprarle un casco.
Era tan inquieto y habilidoso sobre la bici que un amigo de su padre le apodó “la pulga de los Pirineos”. Luego pasó de ser un “insecto” a un “tiburón”, por su hambre voraz en competición. Fuera de ella es una marmota, muy aficionado a dormir.
Reside en Lugano, Suiza, y aunque el ciclismo es parte fundamental en su vida, su hija de cinco meses, Emma Vittoria, y su mujer Rachele son su referencias nada más pasar por la línea de meta.
El ganador del Tour tiene dos hermanos: Carmen, que nada tiene que ver con el ciclismo, y Antonio, ciclista que milita en un equipo continental.
Antonio le apoda “Pollo” a su hermano, y Vincenzo le llama “Ballenato” a su “fratello”, también entrado en kilos cuando no frecuentaba la bicicleta. El rey del Tour habita en el planeta tierra.

Carlos de Torres/EFE







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