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Miente, miente, que algo queda

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Martes 23 junio, 2020

Guadamuz

Volando Guayabazos


El noveno de los Diez Mandamientos dice que no se atestiguará falsamente contra el prójimo, de donde se extrae que no se debe faltar a la verdad. Por ello, es inaceptable que se trate de faltar a la verdad y se diga con gran aspaviento que las remuneraciones personales constituyen solo un 25% del presupuesto del Gobierno Central, cuando esto no es así. La verdadera humildad es hacer lo correcto y faltar a la verdad no es hacer lo correcto, es cualquier otra cosa, menos eso.

Primero que todo, decir que las remuneraciones personales equivalen a un 25% del total del presupuesto del Gobierno Central es faltar a la verdad, porque no se incluyen rubros como cargas sociales con un 48% por encima del salario que representan un 12% adicional del total del presupuesto más las pensiones de Hacienda. En total, según datos brindados por la Contraloría General de la República, de acuerdo con el grupo institucional, “el Gobierno Central es el que concentra la mayor proporción de los recursos presupuestados para el pago de remuneraciones: 41,3% del total”. (Obtenido de la dirección https://sites.google.com/cgr.go.cr/ipp2020-situacionyperspectivas/presupuestos-p%C3%BAblicos-magnitud-y-composici%C3%B3n/remuneraciones)

Además, de acuerdo con los datos de esa misma fuente, el presupuesto para el pago de las remuneraciones personales para 2020 representan un incremento de 152 496 millones de colones que equivale a un 2,4% con respecto al año anterior. No se entiende entonces la razón para decir que las remuneraciones personales constituyen solo un 25% del total del presupuesto del Gobierno Central cuando la realidad demuestra otra cosa.

Costa Rica es un país respetuoso de los derechos humanos y también de una cultura de respeto y honestidad por los valores tradicionales como lo es el decir la verdad. Quien ostenta una posición de liderazgo, sin importar en cuál lado del espectro ideológico se encuentre, tiene la obligación de ser honesto y no pretender engañar a la población con datos falsos o incompletos.

Lo que se ve es un crecimiento decreciente en la curva de crecimiento de las remuneraciones personales, pero no una disminución sustancial. Los otrora paladines de la ética han dicho que todos son los mismos y siempre unos corruptos, inculcando una idea en la ciudadanía de que el dinero se lo roban unos cuantos arriba, cuando la realidad es que la mayoría del dinero se esfuma en una burocracia inflada, ineficiente y sin verdaderos controles para determinar si las cosas se están haciendo bien o no.

Nuestra tradición de honestidad y respeto por los valores como el trabajo, la transparencia y la solidaridad, parecieran no encajar en las afirmaciones de aquellos que aseguran semejantes cosas a sabiendas de que lo dicho no es cierto o, quizá, lo hacen simple y llanamente porque no entienden los conceptos más básicos de lógica o aritmética. De cualquier modo, la realidad que afirman no es cierta y es deber de los formadores de opinión pública informar a la ciudadanía sobre lo que realmente está pasando con las finanzas públicas.

El liderazgo político y gremial debe darse con personas éticas y conscientes de su responsabilidad hacia la sociedad. Figurar en medios de prensa no es para la vanagloria propia sino para servir a la ciudadanía que deposita su confianza en quienes emiten opiniones sobre temas de trascendencia nacional. Bien lo decía Miguel de Cervantes que “las palabras honestas nos dan un claro indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe”. Nosotros agregamos que las palabras deshonestas o con datos incompletos también nos dan un claro indicio de quien las pronuncia o las escribe.






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