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Mi Carta al Niño

Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 17 diciembre, 2007


Ya que no se cumplieron mis deseos de ganarme una de las entradas al concierto-reunión de Led Zeppelín en Londres hoy hizo ocho días, ni Saprissa ganó la Uncaf, dejando más en evidencia la crisis del futbolito de nuestro país, voy a mandarle hoy la Carta al Niño.

Si el asunto se fuera por correo, quizás la carta no llegaría a tiempo. Confío en que el Niño vea la edición en Internet de LA REPUBLICA y pueda ayudarme, a pesar de la premura (menos de una semana para que venga).

En primer lugar pido que se aprueben las Leyes Complementarias al TLC. Dado que ya se cometió el absurdo de no someterlas a votación popular, junto con el Tratado en sí, lo menos que pueden hacer los diputados es acatar la voluntad del pueblo (estrecho margen y todo lo que quieran, pero voluntad del pueblo al fin y al cabo). Que no me vengan a decir ahora, como cierta personita, que fue el abstencionismo el que ganó.

Quisiera pedir que la infraestructura de este país llegue a ser de primer mundo pronto. En Panamá ya se están moviendo para hacer carreteras aéreas en la capital, para reducir presas y congestionamientos. Aquí apenas estamos empezando con nuestro primer túnel.

También quiero pedir que el desempleo no baje, sino que se elimine. Quiero que la tendencia en la reducción de la pobreza se mantenga y, ojalá, podamos terminar este periodo de gobierno con un mínimo histórico en ese sentido.

Quiero pedir que los candidatos presidenciales por los que nos toque votar en 2010 sean personas visionarias, honestas, comprometidas más con el país que con ellos mismos, de retos y que no echen para atrás ni para agarrar impulso. Sé que este pedido podría parecer un poco adelantado, pero estamos a menos de diez meses de empezar a oír hablar de política y de potenciales candidatos y candidatas.

Quiero que todos los equipos de fútbol de Costa Rica tengan canchas decentes para que, aunque no jueguen a nada, por lo menos las puedan alquilar para conciertos y eventos especiales y dejen de estar dependiendo de patrocinadores, derechos de televisión y taquillas (cuando hay).

Pero lo que verdaderamente deseo, hoy y todos los días, es ser feliz. Y deseo que todos los habitantes de este planeta lo sean. Mi felicidad no será la misma que la de aquellos que me honran con su lectura y todos tendremos parámetros diferentes para medir nuestra felicidad, pero lo importante es que seamos felices.

Si no somos felices con lo que somos, con lo que tenemos, busquemos hacer los cambios necesarios para lograrlo. No busquemos cambiar para ser aceptados o para que nos quieran más: cambiemos para ser felices con nosotros mismos.

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