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Los observadores internacionales

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 10 diciembre, 2008


Los observadores internacionales

Carlos Denton

Después de las elecciones recientes en Nicaragua ha surgido el tema de los observadores internacionales, y el papel que estos puedan jugar en un proceso de votación. En varias de las elecciones latinoamericanas se invita a observadores, muchas veces enviados por la Organización de Estados Americanos (OEA) o por el Carter Center en Atlanta, para que estén presentes y vigilen de parte de la comunidad internacional lo que acontece en todo lo que es el proceso.
El tema ha surgido en Nicaragua porque el presidente Ortega no invitó, ni acreditó, este tipo de observador y la oposición al gobierno denunció que en ausencia de una presencia internacional fiscalizadora hubo fraude masivo en la selección de alcaldes y legisladores. Insisten en que no aceptarán los resultados de las elecciones hasta que se recuenten todas las papeletas en presencia de observadores internacionales.
Se debe notar, y usando esa misma lógica, que hubiera sido interesante si el Partido Demócrata del estado de Florida en Estados Unidos hubiera hecho una demanda semejante después de lo que ocurrió en las elecciones para presidente de 2000. Si bien es cierto que Estados Unidos apoya el envío de observadores a las elecciones en otros países, hasta la fecha no han permitido este tipo de presencia en su propio territorio.
Los que han participado como observadores en una elección en otro país centroamericano, un ejercicio donde 150 a 250 personas normalmente participan con el desafío de supervisar lo que está pasando en 4 mil o 5 mil urnas en todo el territorio de la nación escogiendo sus nuevos líderes, tienen que reconocer que la probabilidad de que pudieran detectar y detener un fraude sofisticado es mínima. Los sistemas que se usan en los países centroamericanos son relativamente similares —los ciudadanos llegan, reciben las papeletas, las marcan, las depositan en sus respectivas cajas y luego se retiran. Al concluir el día los miembros de la mesa cuentan las papeletas, preparan un acta y mandan esta última a la sede del tribunal electoral. Una copia del acta es remitida por fax o por teléfono a la sede para permitir un conteo rápido.
Si algún partido político no logra tener un fiscal en cada mesa, donde no esté presente un agente de este tipo, existe la posibilidad de que sus votos sean subcontados. No hay manera de que un observador internacional pueda controlar este tipo de situación. Y como este ejemplo de manipulación o fraude, hay muchos más desde la “cadena” hasta lo que se llama “alquiler de cédulas” que no estarían visibles para los observadores.
Los líderes de los países centroamericanos entienden eso y por ende felizmente invitan a los observadores internacionales para que vengan a inspeccionar lo que ocurre. Con esa medida logran demostrar que no están escondiendo nada y cuando Jimmy Carter o alguien semejante llega al final del día y dice que todo estaba bien, hay grandes aplausos.
¿Qué le costaba a Daniel Ortega invitar a los observadores? La respuesta es absolutamente nada, pero como su mentor Hugo Chávez no los permite en Venezuela, él tampoco los autorizó en Nicaragua. Ahora quien paga los platos rotos es el pueblo —en una situación económica difícil, algunas instituciones donantes internacionales están recortando la ayuda a Nicaragua.
La moraleja es que los observadores internacionales no pueden impedir que haya fraude, y es posible que ni se dan cuenta, pero dan una imagen positiva a un proceso electoral.

cdenton@cidgallup.com

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