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Líderes irresponsables

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 08 junio, 2012



Líderes irresponsables


El mayor signo del desequilibrio en la conciencia política hoy es el insistente rechazo de asumir la responsabilidad social en el ejercicio de una función pública íntegra.
Este es el origen de nuestros padecimientos crónicos como sociedad.
La iniquidad que sufrimos es el resultado de mecanismos económicos, financieros y sociales, que mediante estructuras de poder impiden una lucha sincera contra la pobreza.
Cuando las instituciones democráticas pierden su sentido de servicio al pueblo y del bien común, difícilmente encuentran en la austeridad, una ruta digna para el manejo de los recursos encomendados.
No por ello las entidades estatales deben desatender su propia utilidad, sino que su búsqueda tiene que ser simultánea e inclusiva al provecho de la colectividad.
Si Costa Rica no logra conmoverse por los numerosos y explícitos casos de despilfarro estatal que han sido expuestos recientemente a la luz pública, ha muerto en su conciencia democrática.
Es claro que ante la visión materialista que domina hoy a una buena parte de nuestros líderes políticos, la solidaridad parece más un compromiso altruista de antaño y el lucro a través de la función pública, el nuevo modelo a seguir.
Así existe más preocupación hoy por las jugosas remuneraciones en los cargos públicos, que por los compromisos hacia una verdadera y renovada gobernabilidad.
En este sentido es urgente que la política empiece a propiciar los espacios para restablecer los vínculos humanos y sociales dañados, enseñando con el ejemplo que el primer paso de un buen gobierno es: “enseñar a gobernarse a uno mismo”.
Un pueblo de “tontos útiles”, bajo los designios de unos pocos, es la condena que espera a una ciudadanía apática para emprender la tarea de restaurar los valores que nos han permitido alcanzar el desarrollo que hoy disfrutamos.
Del consenso de la mayoría depende nuestro país, para surgir, enfrentar las vicisitudes y evolucionar hacia una sociedad más humana, y menos definida por un degradante utilitarismo.
Una sociedad que evoluciona es la que comprende la necesidad de volcar su defensa en los más débiles y necesitados. Esta nunca ha sido tarea de los más fuertes, sino la de pueblos que se unen.

Luis Alberto Muñoz

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