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La política sí debe interesarnos

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 17 enero, 2018


Pizarrón

La política sí debe interesarnos

La política sí interesa a cualquier ciudadano. La política interesa porque es en el ámbito de la política donde se toman las decisiones más importantes que afectan la vida de los ciudadanos.

Las decisiones sobre si se aumentan o no los salarios, el monto de cuánto se aumentan, las determinaciones sobre la política crediticia de los bancos, a quién le prestan o no, a que sectores productivos o empresariales les van a favorecer o no, a cuáles sectores productivos les van a ayudar o no, las decisiones sobre la asignación de créditos para vivienda, las de control de precios de la canasta básica, de cuántos productos se cubren en la canasta básica, las decisiones sobre los intereses que se les cobran a las personas en sus cuentas bancarias, en la especulación y usura que se comete contra las personas en los créditos que funcionan en almacenes de venta de productos electrodomésticos o los usureros intereses de las tarjetas de crédito de todo el sistema bancario nacional y privado, son el resultado de decisiones políticas.

Son decisiones que se dictan desde las estructuras del poder político nacional, principalmente desde el Poder Ejecutivo, de sus ministerios e instituciones, que son las que actúan diariamente sobre toda la ciudadanía y todos los habitantes del país.

La Asamblea Legislativa no tiene vela en este entierro. Hace leyes, discute proyectos de ley, que si los aprueban se convierten en leyes de la República, pero no inciden en la vida diaria de los costarricenses como sí lo hacen los actos y medidas que se impulsan desde el Poder Ejecutivo y sus ministerios e instituciones. Obviamente las leyes tienen carácter nacional y a todos los ciudadanos alcanzan y protegen en sus disposiciones, y los ciudadanos están obligados a presumiblemente conocerlas y a acatarlas.

En este sentido el escenario electoral que se presenta con 13 partidos, con candidatos presidenciales, sí debe interesarnos a todos los electores, a todos los votantes, a todos los ciudadanos. Debe interesarnos cuál partido político debe gobernar el país, como equipo, con el candidato presidencial que postula. Porque este partido, ya gobernante, y este candidato, ya presidente en ejercicio del poder, son los que van a tomar las decisiones de la vida nacional en los ámbitos sociales, económicos, institucionales, educativos, políticos, y de las relaciones internacionales del país, entre otros aspectos en que pueden decidir, incidir, actuar o definir.

Si Costa Rica nos importa, si nos preocupamos por el futuro inmediato, los cuatro años que siguen, sí debe preocuparnos cuál partido y con cuál candidato debe dirigirse el país en el próximo gobierno.

Esta decisión no debe postergarse absteniéndose o negándose a participar en el proceso electoral, pensando que otros pueden tomar esta decisión por uno. Esta decisión la debe tomar cada ciudadano con conciencia de la responsabilidad que ello tiene. Le estamos dando el futuro inmediato de nosotros, de nuestras familias, y del país, a quien resulte electo el domingo 4 de febrero, o si hubiere una segunda vuelta, el primer domingo de abril Día de Resurrección.

En mi opinión la responsabilidad del votante, del elector, del ciudadano está en votar de manera compacta por el partido que se escoja para presidente pero también hacerlo por sus diputados, para garantizarle a ese partido y su presidente el mayor número posible de diputados, darle músculo político parlamentario, para que en la Asamblea Legislativa pueda accionar, pueda tratar de llevar a cabo sus promesas electorales con proyectos de ley.

Es usual que muchas personas partan su voto, uno para un partido y su candidato presidencial y otro voto para otro partido con sus diputados, o un diputado en particular que esa persona le interese que esté en la Asamblea Legislativa. Sucedió en la última campaña electoral de 2014 cuando gana el Partido Acción Ciudadana la Presidencia de la República pero solo con 13 diputados, mientras el Partido Liberación Nacional que la pierde obtiene 18 diputados, por lo que, entre otras cosas, le ha costado mucho gobernar.

Curiosamente, en el desarrollo de la actual campaña no ha habido una corriente fuerte de los partidos con candidatos presidenciales a llamar a votar por sus candidatos a diputados.

Aquí opera el criterio de que los candidatos presidenciales son como la máquina de tren que va jalando los vagones de los candidatos a diputados. Esto es cierto en muchos sentidos y sobre todo por el impacto publicitario que gira alrededor de los candidatos presidenciales, como fue el caso del Frente Amplio en la elección de 2014, no así en las municipales de 2016 donde no reflejó prácticamente ningún arrastre electoral, eran 86 elecciones diferentes, una en cada cantón, y había una mala percepción del trabajo legislativo. En este momento este partido está igual, y han aparecido vallas publicitarias llamando a votar por su diputado de San José, con lo que han decapitado a su candidato presidencial del escenario publicitario, colocándose el Frente Amplio a nivel de partido provincial, donde solo les interesa sacar uno o dos diputados por esta provincia, que quizá sea su más fuerte bastión en posibilidad de elegir.

Esta idea del personaje principal, del candidato presidencial, opera también en no destacar los colores de las banderas de los partidos, y a veces ni los nombres de los mismos. Al final se reduce la propaganda a votar por Álvarez y a veces por Desanti o por Toño, por Piza, por Juan Diego, por el Dr. Hernández o el doctorcito, por Edgardo, por Sergio o por Fabricio, y a veces con sus apellidos se les menciona.

Se les olvida en la práctica que la papeleta de diputados no lleva nombres, solo el color de la bandera de cada partido, y que este elemento hay que fortalecerlo visualmente.

Están, en otro orden, los partidos que se inscribieron solo a nivel provincial, con la intención de elegir diputados. Son partidos que no tienen un candidato presidencial propio ni le hacen campaña a ninguno en particular. En la práctica estos partidos llaman a votar por su diputados dejando libertad de elección a sus simpatizantes para de la misma manera, con libertad de decisión, voten por el partido y candidato presidencial de sus simpatías.

En las últimas campañas electorales ha habido partidos que al final, antes del día de la elección, llaman a votar por otro partido y otro candidato, dado que está muy cerrada la votación posible y renuncian de esa manera a sus aspiraciones procurando evitar que llegue algún partido y candidato que no les simpatiza o que consideran que mejor no llegue a gobernar.

Y hay partidos, al estilo de las turecas tradicionales, que operaban en las campañas anteriores, especialmente del siglo pasado, donde actuaban atacando únicamente a uno de los partidos y su candidato, para tratar de beneficiar al otro partido más grande que les interesaba apoyar de esa manera. En este sentido cuando un partido político, en esta campaña electoral, solo se dedica a atacar a otro y a su candidato, como es el caso del que pasa atacando únicamente a Rodolfo Piza y a su partido socialcristiano, me recuerda estos partidos turecas y las campañas electorales turequeadas.

En esencia, todos los partidos deberían estar atacando al partido de gobierno que es el que interesa sacar del gobierno, y fortaleciendo sus posiciones y planteamientos ante el electorado para ganar sus simpatías y voluntad, y distinguiéndose ante los otros partidos con sus planteamientos y propuestas de gobierno.

Finalmente, en el cálculo electoral opera la necesidad de sumar todo lo que sea posible sumar. Así, por razones de la introducción a la campaña electoral de temas de contenido religioso, como se ha querido dar, a la discusión del matrimonio gay, sobre la base de una concepción religiosa del matrimonio, se han puesto en fila prácticamente diez de los 13 partidos con candidatos presidenciales.

El último en hacerlo, de manera muy radical, e identificado con los intereses de la Iglesia católica, no así de las otras iglesias que se dicen cristianas, y las megaiglesias que operan como grandes empresas financieras, ha sido Antonio Álvarez, quien se dice tuvo una reunión muy importante con la jerarquía eclesiástica católica, preocupada del ascenso que tiene uno de los partidos de esas otras iglesias. Igualmente, el lunes pasado se produjo, en la noche, una reunión de estas iglesias y clubes religiosos, con la intención de unificar a sus seguidores alrededor de uno de los partidos, si fuera posible, con la intención de asegurar el mayor número de diputados.

Ni que decir del secretario general del Partido Liberación Nacional, hablando dice él a título personal, exponiendo sus opiniones personales, cuando tiene el traje de secretario general de ese partido, y haciendo planteamientos conservadores que nada tienen que ver con lo que ha sido la tradición histórica socialdemócrata de este partido.

¡Pobre partido! Ya ni orientación política ni identificación doctrinaria tiene, o del todo ya no hay socialdemocracia para el siglo XXI. ¿Dónde están los pensadores socialdemócratas de ese partido?

Lo peor para el proceso electoral es que este final de campaña se introduzca la variante religiosa, como tema central, en la discusión de conceptos que distraen de los temas fundamentales del electorado, su costo de vida, su empleo, sus oportunidades de vida, su calidad de vida, y que de detrás de ello se coloque de un lado la Iglesia católica, con uno o varios partidos y las iglesias restantes y megaiglesias denominadas cristianas con otro u otros partidos.

Las campañas deben ser laicas en sus contenidos y sus discusiones. Para la discusión de temas religiosos hay otros escenarios.

La campaña como se está vislumbrando, avanza hacia posiciones conservadoras más que liberales, hacia un conservadurismo político donde quienes lo exaltan se comportan ya casi como los talibanes árabes, intolerantes, dispuestos a imponer sus libros sagrados, de rechazo de toda opinión disidente.

Lo que estamos viendo en este cierre de campaña son los talibanes políticos de Costa Rica disputando las almas votantes de los creyentes electorales nacionales.

¡Cómo faltan gobernantes liberales como Tomás Guardia, Próspero Fernández y Bernardo Soto para desarrollar el Estado costarricense!

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