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Lunes, 19 de mayo de 2025



COLUMNISTAS


La paz esté con todos ustedes

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 19 mayo, 2025


Ese fue el saludo con el que Jesús Resucitado se presenta al salón donde estaban escondidos sus discípulos. (San Juan 20,19). Es también el saludo con el que el recién electo Papa León XIV se dirige al mundo.

En ese primer mensaje desde el balcón ante una rebosante Plaza de San Pedro nos dijo el nuevo pontífice: “También yo quisiera que este saludo de paz entre en sus corazones, llegue a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes! Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. “

Poco antes fue impresionante contemplar en esa misma plaza la imagen desgastada por la enfermedad del Papa Francisco el día anterior a su muerte, el Domingo de Pascua, oyendo la lectura de su Mensaje Urbi et Orbi, impartiendo penosamente la bendición al mundo entero, doliéndose por la muerte y la sangre de las guerras, por el sufrimiento causado por el egoísmo, el odio y la indiferencia, y con una voluntad inquebrantable infundiéndonos la esperanza de la Resurrección de El Señor.

Increíblemente tan poco después como el pasado miércoles, en la pacifica Costa Rica oímos al Sr Presidente Chaves remembrar el conflicto entre hermanos más cruento de nuestra historia, la Guerra Civil de 1948, y comparar la cantidad de oficiales con armas en los distintos poderes de la república, como si fuese concebible un enfrentamiento entre ellos, como si fueran ejércitos capaces de matarse como ocurre horrorosamente en Sudán.

La Guerra Civil de 1948 es un evento que solo deberíamos recordar para reafirmar nuestro compromiso con la paz. Un compromiso que heredamos desde el Pacto de Concordia, nuestra primera constitución.

La lucha de 1948 fue una terrible confrontación en la que en solo 5 semanas se estima que murieron más de 2000 personas. Eso representa en proporción a la población el equivalente a la mitad de las muertes totales en el país en todo un año que se dan en la actualidad. Qué dolor. Qué pérdida. Qué sufrimiento para tantas familias. Qué enorme división se mantuvo por décadas, incluso entre miembros de una misma familia a pesar de los exitosos esfuerzos del Presidente Mario Echandi para lograr la reconciliación, a pesar del retorno al país y de su incorporación plena a la vida política del Expresidente Dr. Calderón Guardia y de la mayoría de quienes habían sido exilados, a pesar de haberse eliminado la prohibición de participación política del partido comunista, a pesar de que se eliminó el ejército.

¿Para que comparar el numero de oficiales de policía armados con el que cuentan los distintos poderes de la República?

Ni los diputados -que de todos modos no tienen autoridad sobre los 1000 funcionarios del OIJ- ni el Poder Judicial puede disponer de esos oficiales para nada distinto a lo que expresamente autorizan la constitución y las leyes. Ni el presidente puede disponer de las diversas policías que operan en el poder judicial para atacar a otros funcionarios. Solo pueden esos oficiales actuar para los fines de seguridad nacional y ciudadana, de atención penitenciaria, de migración, de hacienda y de cuido al ambiente que específicamente establece para cada cuerpo policial la legislación nacional y los convenios internacionales.

Las palabras son armas de doble filo que pueden producir mucho daño.

En su discurso a los representantes de los medios de comunicación solo 4 días después de su nombramiento el Papa León XIV señaló: “En el `Sermón de la montaña` Jesús proclamó: «Felices los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Se trata de una bienaventuranza que nos desafía a todos y que nos toca de cerca, llamando a cada uno a comprometerse en la realización de un tipo de comunicación diferente, que no busca el consenso a cualquier coste, no se reviste de palabras agresivas, no asume el modelo de la competición, no separa nunca la investigación de la verdad del amor con el que humildemente debemos buscarla. La paz comienza por cada uno de nosotros, por el modo en el que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás; y, en este sentido, el modo en que comunicamos tiene una importancia fundamental; debemos decir `no` a la guerra de las palabras y de las imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra.”

Oigamos la voz del sucesor de San Pedro.

Construyamos paz.

No promovamos el odio y la confrontación con ataques verbales deshumanizantes. No faltemos el debido respeto a los demás. Son nuestros hermanos y merecen igual que nosotros merecemos un trato digno y gentil. Hacerlo ha sido parte muy bella de nuestro ser nacional.

Mucho menos provoquemos la violencia. De bastante, de demasiada, de horrorosa violencia sufren ya nuestros jóvenes, nuestras familias, nuestras mujeres e incluso nuestros niños.

Como nos lo manda Jesús trabajemos por la paz.

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