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¿La ciudadanía como policía suiza o colectivos chavistas?

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Lunes 15 junio, 2020

Guadamuz

Volando guayabazos

No es conveniente ni adecuado instar a la población a espiar a sus semejantes cuando lo correcto es que el gobierno haga su parte y limite la entrada de extranjeros al país, porque el frío no está en las cobijas, no es la población costarricense la del problema sino el ingreso masivo de ciudadanos desde Nicaragua que ha generado una correlación entre un ingreso masivo de extranjeros y un aumento exponencial correlativo en la incidencia de contagios de Covid-19.

Pedirle a la ciudadanía que sea la policía con respecto a informar sobre incumplimientos de las personas en el respeto a las reglas sanitarias, en el contexto actual donde inclusive se borran audios cruciales en investigaciones y hasta se crean unidades de recolección de datos similares a servicios de inteligencia paralelos a la tradicional Dirección de Inteligencia y Seguridad, DIS, refuerzan la noción de que esos informantes vecinales de la Caja se asemejarían más a ciudadanos cubanos y venezolanos espiando a sus vecinos en La Habana y en Caracas, respectivamente, que a ciudadanos suizos reforzando las reglas de trato social en Berna.

Lo primero que se debe tomar en cuenta es lo que aparenta ser un cambio muy radical en la forma de pensar de quienes sugieren estas ideas. Tan solo hace unos años solían ser personas defensoras del mercado y de la iniciativa privada, pero pareciera ser que con el transcurso del tiempo han gravitado a tal extremo que abogan por prácticas de espionaje ciudadano similares a las de los regímenes cubanos y bolivarianos que a su vez son reminiscentes de los empleados en la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Sin embargo, tampoco se puede caer en las trampas barriobajeras de quienes recurren a la sorna y la chabacanería para desvirtuar al gobierno actual. Burlarse y recurrir a la chota en vez de promover argumentos bien pensados y estructurados con sus respectivas proposiciones de solución a los problemas nacionales, desvirtúa a la oposición y demuestra que quienes realizan estas cosas son iguales o peores que a aquellos a quienes critican.

Ahora bien, no solo se trata de mantener un debate de altura sino de gobernar con altura, emulando a los grandes líderes y potencias, no a países orilleros, gobernados por rufianes y delincuentes. Aspiramos formar parte de las naciones civilizadas, no de los regímenes totalitaristas y por eso en una democracia el llamado para constituir el espionaje ciudadano es inaceptable y pone sobre la palestra un indicio de que pareciera ser que estamos siendo gobernados por los peores, al final de un ciclo político en el cual, por un plato de lentejas, da la impresión de que algunos parecieran haberse cambiado de bando y haber dejado de lado sus principios.

La política está para servir y no para servirse y si bien el paradigma en América Latina da la impresión de ser, en muchos de los países, el de subyugar a los pueblos para que una clase los controle, Costa Rica estuvo fuera de ese paradigma y demostró al mundo ser una nación civilizada.

Sin embargo, así como todo sistema va del orden al caos, da la impresión también esto ha ocurrido con la democracia en Costa Rica y, al igual que le pasa a los pueblos cuando no tienen medicina, donde se enferman y sucumben, así la medicina que alimenta a la democracia, es decir, la educación, ha venido a menos a tal punto que personas actualmente gobernando, en una democracia sana no estarían en el poder, pero lo están y no solo lo están sino que expresan ideas que otrora fueran contrarias a lo que solían predicar.

En la oscuridad política de la noche de los desconocidos militantes políticos, todos los gatos son pardos, pero cuando alcanzan el poder y aspiran a ser nombrados en él, a plena luz del día, se puede ver que esos gatos no son pardos sino rojos.







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