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COLUMNISTAS


¡Justicia social, el equilibrio del bien!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 02 junio, 2017


Justicia social es un concepto que debe estar presente siempre en el corazón de la política, en el corazón del ejercicio de la administración pública, en el corazón de todos nosotros hijos de esta patria generosa. No es un concepto que pueda guardarse, soslayarse, colocarse en segunda fila dentro de los objetivos nacionales. De justicia social nadie habla, nadie clama, nadie la percibe como mejorable y nadie critica la que el país disfruta. La justicia social no debería ser objeto de la politiquería tampoco. Algo tan trascendente no debería ser tocado jamás con las manos sucias


Sinceramente

¡Justicia social, el equilibrio del bien!

No hay nada más ofensivo que sentirse excluido del bien y que otros tomen ventaja de uno. No hay nada más disociador que la percepción de que somos mal tratados y carecemos de salida a nuestros problemas de vida. No hay nada más agraviante que la explotación junto a la caridad ajena. La explotación enardece. La desesperanza lanza a las gentes a las aventuras de revolución y violencia.

La desesperanza frente al dolor y al hambre de los hijos y los padres desbarranca a pueblos y personas sensatas en el precipicio del odio, la venganza y la violencia. En estado de violencia surgen las excusas para tomar venganza. En estado de agitación social siempre surgen chivos expiatorios sociales. En las crisis sociales históricas individuos o grupos han sido cargados con las culpas del sufrimiento ajeno que ellos no necesariamente generaron.

La humanidad tiene muchos ejemplos de cuanto he escrito. Desde la Revolución Francesa se han experimentado explosiones de malestar y de violencia ante la percepción social de injusticia, falta de equidad, ausencia de libertad y abierta opresión. La falta de justicia y equidad conduce a las sociedades a estas confrontaciones sin piedad y cargadas de violencia e injusticia.

Una sociedad nunca estará vacunada contra la violencia, pero un salario mínimo sostenible, leyes que regulen el trabajo con un sistema de justicia pronta y cumplida, atención de salud de calidad y sin presas ni esperas, una educación pública de excelencia harán a dicha sociedad más estable y pacífica. La inequidad solivianta la convivencia. Un robusto estado de derecho es garantía social de paz y acuerdo.

Una movilidad social clara donde unos nacidos muy pobres lleguen a ser propietarios y líderes de la comunidad, una población con acceso a una pensión digna que permita concluir la vida con dignidad, una comunidad que elija efectivamente y de manera limpia y transparente a sus representantes legislativos y municipales, a sus representantes ejecutivos y a quienes impartan justicia para ellos, será siempre una sociedad más pacífica, justa y estable. La injusticia es el germen de la violencia y de más injusticia.

Todas las instituciones acá descritas son social demócratas y social cristianas. Ninguna de ellas ha sido abolida en este país. Ninguna de ellas ha sido debilitada. Todas ellas están vigentes en Costa Rica, pero requieren ajustes serios para mejorar los costos y la eficiencia con que prestan sus servicios. Las instituciones sociales no escapan a los vicios de los seres humanos, al envejecimiento de las gentes, al cambio del entorno. Todas las instituciones requieren actualizaciones y perfeccionamiento en el tiempo. Estáticas terminarán por morir. Con alegría deberíamos emprender tales mejoramientos y reformas. Que haya mejoras que introducir no es una tragedia, es una virtud que las hayamos encontrado y las vayamos a ejecutar.

Justicia social es un concepto que debe estar presente siempre en el corazón de la política, en el corazón del ejercicio de la administración pública, en el corazón de todos nosotros hijos de esta patria generosa. No es un concepto que pueda guardarse, soslayarse, colocarse en segunda fila dentro de los objetivos nacionales. De justicia social nadie habla, nadie clama, nadie la percibe como mejorable. La justicia social no debería ser objeto de la politiquería tampoco. Algo tan trascendente no debería ser tocado jamás con las manos sucias.

El odio hacia quienes tienen algo hace que el despotismo piense en quitárselo todo a sus propietarios antes que mejorar las condiciones de quienes sufren alienación y pobreza. La salida fácil de igualar hacia abajo y hacer pobres a los que tienen para que sean como el resto de los pobres es un síntoma de que el despotismo está vivo, está en el corazón y en las intenciones de algunos. Despotismo y populismo son dos grandes enemigos de la democracia y del sistema nuestro.

Justicia social, equidad, libertad, solidaridad, democracia efectiva y movilidad social son valores a defender, a mantener plenamente vigentes en nuestra sociedad y bien harían los gobernantes y los candidatos en respirar de ellos en cada bocanada.

Profesor
ebruce@larepublica.net
 

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