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COLUMNISTAS


Haití es una herida que reclama a la consciencia de América

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 25 marzo, 2024


Haití es una herida profunda y dolorosa que sangra en el corazón de América.

Es la nación más pobre del Hemisferio Occidental y una de las mas pobres del mundo. Su PIB per cápita es apenas poco más de la sexta parte del de América Latina y el Caribe, una octava parte del de Costa Rica y una cuarta parte más bajo que el de Nicaragua que es el segundo país más pobre de América. Ocupa el lugar 163 entre los 191 países del Índice de Desarrollo Humano de NNUU. Uno de cada 4 niños padece de desnutrición severa, la esperanza de vida es de solo 63 años. Dos quintas partes de la población es analfabeta.

Además, es un país cuya naturaleza ha sido desbastada, el 98% de sus bosques han sido talados sobre todo para usarlos como combustible.

Y es un estado fallido.

La destrucción de Haití es una larga historia en la que terremotos, huracanes, epidemias, sus conflictos internos, las luchas cruentas por el poder y las acciones de otras naciones han contribuido a su desesperada condición.

Fue la primera nación después de EEUU de alcanzar su independencia en América, en 1804. Pero las compensaciones a Francia por ello y las interminables luchas internas por gobernar a fin de explotar a sus conciudadanos llenaron su siglo XIX.

De 1915 a 1943 estuvo bajo la invasión de los EEUU. De 1957 a 1971 bajo la dictadura primitiva de François Duvalier, Papá Doc, y sus crueles paramilitares los Tonton Mocoute. Y lo siguió la dictadura de su hijo Jean-Claude Duvalier, Bébé Doc que duró hasta que fue derrocado en 1986. Padre e hijo dejaron un legado de unos 30.000 muertos y desaparecidos.

En 1991 es electo democráticamente el primer presidente, el exsacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide, pero solo dura en el poder 7 meses. Con apoyo de una invasión de EEUU Aristide regresa al poder en 1994 y termina su mandato. En elecciones se elige Presidente a René Preval con la primera transferencia del gobierno entre presidentes electos.

Aristide gana de nuevo las elecciones en 2000 y ejerce la presidencia de 2001 a inicios de 2004 cuando es depuesto después de una escalada de violencia en la que paramilitares se apoderan de diversas partes de la capital Puerto Príncipe. Una fuerza multinacional de NNUU integrada por EEUU, Francia, Canadá y Chile inicia una intervención que posteriormente se integra sobre todo con fuerzas de Argentina, Brasil y Uruguay. Fue la primera vez que se dio cooperación de América Latina. De 2004 a 2017 cuando termina su misión, la dirección de esta fuerza de NNUU estuvo principalmente en manos de oficiales brasileños.

Tras la salida de Aristide Haití “empezó a descender en una grave crisis humanitaria y de derechos humanos” (Amnistía Internacional).

Ese fue el panorama que encontré cuando fui electo Secretario General de la OEA. En mi libro Di la Cara hago un relato de mi visita y las acciones que encaminé en mi primera y única acción internacional durante mi truncado ejercicio de esa posición.

Primero visité Gonaïves para alentar el trabajo humanitario de los médicos de Argentina y Uruguay que de manera ejemplar atendían Las víctimas del Huracán Iván. Luego volví a Puerto Príncipe para iniciar la coordinación de las tareas en seguridad y justicia, en desarrollo humano, en establecer el proceso electoral requerido para volver a la democracia y me reuní con partidos políticos, con los gobernantes, con organizaciones de la sociedad civil, las Iglesias y las representaciones internacionales. Como describo en Di la Cara páginas 53 a 57 dejé esbozado todo un vasto programa de acción de la OEA. (ver Di la Cara, una lucha por el estado de derecho en www.rodriguez,cr). Estaba convencido que esta era la más urgente e importante tarea que la OEA tenía por delante. Posteriormente el proceso fue dirigido por NNUU.

Preval volvió a ser electo y gobernó de 2006 a 2011.

Pero lo peor se fue produciendo. Llegó el terremoto de 2010, la peste del cólera, el desgobierno, y las bandas de delincuentes se fueron apoderando del país.

En 2011 Preval es sucedido por Michel Martelly en medio de irregularidades electorales que siguen hasta la elección en 2017 del empresario Jovenel Moïse quién fue asesinado en 2021. Poco después asume el poder el entonces recientemente nombrado Primer Ministro Ariel Henry, quién, en medio de los últimos disturbios y la pérdida total del control del país por el gobierno, especialmente en la capital, pero ahora también en las áreas rurales, se ve forzado a renunciar hace un par de semanas cuando había viajado a Kenia para acelerar el envío de fuerzas militares bajo patrocinio de NNUU, y las bandas de delincuentes no lo dejan regresar al país.

Grupos políticos, empresariales, y sociales haitianos y naciones como EEUU, Francia, Brasil, Canadá buscan la conformación de un gobierno transitorio para volver a organizar elecciones.

Desde hace ya muchos meses se consideraba que el 80% de la capital estaba tomado por bandas criminales.

Se fueron uniendo las bandas criminales en dos grupos. El G9 liderado por Jimmy Chérizier mejor conocido como “Babekyou” (Barbacoa) culpable de varias masacres y el más poderoso con dominio del puerto y del aeropuerto y G-Pep dirigido por Gabriel Jean-Pierre.

La situación es desesperada. El G9 liberó a los presos de las dos principales cárceles haitianas. Las bandas delincuenciales actúan a su antojo, con total impunidad. Las familias huyen de sus barrios en Puerto Príncipe. La delincuencia impera. El hambre azota a miles de personas.

Desde hace 20 años las tareas humanitarias en Haití para colaborar con la seguridad, la justicia, el sistema electoral e incluso los problemas de sobrepoblación en una geografía arrasada que demanda espacio en otros países, están en deuda.

Es una deuda de la OEA y los países todos de América, y de las organizaciones de NNUU. Es una deuda que nos cae a todos en la conciencia. También a los latinoamericanos y caribeños. Son nuestros hermanos. Son nuestros vecinos.

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