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Estrés navideño (1)

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 17 diciembre, 2008


Hablando Claro
Estrés navideño (1)

Vilma Ibarra

Nada parece estar más lejos de la realidad que esas imágenes apacibles que dibujan la Navidad en perfecta paz y con sonrisas dentífricas.
Heme aquí un año más, incumpliendo las mil promesas que me hice la última vez de tomar las cosas con calma. He corrido tanto que el único asunto en la agenda con categoría de prioridad uno ahora es la dosis diaria de 40 minutos de ejercicio, una sesión de masajista y una inyección para poder aplacar la temida contractura muscular categoría seis en la escala del doble estrés que me he ganado en esta carrera contra el tiempo que es la Nochebuena. Y usted, ¿qué tal? No me diga que ya no sabe para donde ir, entre las posadas, las compras, el árbol, la tamaleada, los traguitos acá y las despedidas allá? Alto. Detengámonos un momento para intentar recuperar la paz navideña.

Será imposible que quede bien con todo el mundo. Por lo tanto una de las primeras cosas que debemos hacer es realmente decidir donde y con quienes queremos estar. No acepte invitaciones solo para quedar bien. Intente quedar bien con usted mismo. Comparta este tiempo con la gente que es realmente importante en su vida. Agradezca las demás invitaciones y por favor: no caiga en la tentación tica de decir que sí, que claro, que hará hasta lo imposible, cuando de antemano sabe que no irá. Decline con toda cortesía. Usted es el único dueño de las 24 horas de su día.

Si decide ir de compras recuerde que no puede hornear queques o hacer la primera tanda de tamales el mismo día. Una forma terrible de complicarnos la existencia en Navidad es precisamente esa: querer hacer de todo en jornadas maratónicas que resultan extenuantes y hasta frustrantes, porque sin duda, algo saldrá mal si queremos hacerlo todo al mismo tiempo. Esto no es teoría. Es pura experiencia. Se lo garantizo.
Por el contrario, he aprendido también de la experiencia de amigos muy cercanos a disfrutar de las actividades especiales de Navidad haciendo cosas con total dedicación. Mi mejor amiga, por ejemplo, hace su jornada de tamales con su esposo, hijos, hermanas, cuñados y sobrinos en una sesión que tiene todo un ritual que incluye la visita al molino (sí, todavía hay quien va al molino a comprar la masa) un desayuno compartido y todo el resto del día entre la cocina y el fogón en el jardín.

Sin duda, las compras pueden constituir el principal motivo de estrés. Si a estas alturas usted es de esos a los que les falta comprar todo, le recomiendo que no se espere, como otro millón de congéneres, para ir de compras el sábado o el domingo. Saque una mañana o si es del caso un día entero de vacaciones (no crea que la empresa se vendrá al suelo sin su determinante presencia) y váyase, lista en mano, a comprar los obsequios. Y por favor recuerde que los presentes son eso: objetos que se presentan como ofrendas a los amigos y seres queridos y que por tanto deben comprarse pensando en las características y gustos de cada persona. No sea usted de esos que regalan un perfume a una amiga que es alérgica crónica y que al ver su “presente” hace mueca de alegría y expresa su agradecimiento con voz forzada, mientras piensa a quién le endosará un regalo inservible.
Continuará…

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