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Estatismo es un curioso método de salvar el capitalismo

| Jueves 25 diciembre, 2008




Estatismo es un curioso método de salvar el capitalismo

Washington -- Lo que es bueno para General Motors puede no ser bueno para la economía global a la larga.
El rescate de $13.400 millones de GM y Chrysler por parte del Gobierno del presidente George W. Bush es el último detalle de un año en el que los Gobiernos del mundo aumentaron su papel en la economía y los mercados después de treinta años de retiro en tal sentido.
La intervención se produce a lo que puede resultar un precio muy alto. Es posible que las futuras inversiones se asignen de forma menos eficiente si las decisiones financieras las toman políticos reacios a correr riesgos. Cuando los bancos decidan volver a prestar, es probable que se topen con nuevos requisitos en materia de encaje que reducen la libertad con que pueden hacerlo. Puede que las tasas de interés suban debido a los empréstitos tomados por el Gobierno para financiar rescates financieros de billones de dólares.
“Estamos en presencia de una economía mundial más estatista”, dice Ken Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y ahora profesor de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts. “Eso no es bueno para el crecimiento a largo plazo”.
Tampoco es bueno para las bolsas, dice Paola Sapienza, profesora asociada de Finanzas de Northwestern University. Un crecimiento económico más lento significa menores ganancias. Las bolsas también pueden verse afectadas como consecuencia de la incertidumbre de los inversores respecto del alcance de la intervención gubernamental en el sector empresarial y el tiempo que esta durará.
“Si las reglas del juego cambian, la gente se muestra renuente a invertir en el mercado bursátil”, dice Sapienza.
El mercado de bonos también se verá afectado al tener que absorber aumentos cada vez mayores de deuda gubernamental. Si bien los rendimientos de los títulos del Tesoro cayeron a un nivel récord la semana pasada, terminarán “por experimentar un alza muy importante” debido a la presión de una oferta adicional, dice E. Craig Coats, codirector de renta fija de Keefe, Bruyett & Woods Inc. en Nueva York.
El aumento del papel gubernamental en la economía es asombroso. Los Estados Unidos parecen encaminarse a acumular un déficit presupuestario de por lo menos $1 billón este año fiscal, mientas que la Reserva Federal ya incrementó su balance $1,4 billones desde el pasado diciembre. Como medida de comparación, el producto interno bruto de los Estados Unidos fue de $13,8 billones el año pasado.
Revertir la intervención puede que no sea fácil, dice Sapienza, que estudia el efecto de la propiedad gubernamental en el crédito bancario.
Cuando Italia nacionalizó los bancos en 1933, “quienes diseñaron el sistema lo hicieron con la idea de que fuera temporario”, dice. “Se mantuvo hasta fines de la década de 1990”.
Los inversores que tratan de tomar decisiones sobre dónde colocar su dinero ya “apuestan a lo que consideran que hará el Gobierno, no a lo que piensan sobre una compañía”, dice Sapienza. “Por eso hay tanta volatilidad”.
Las acciones de GM cayeron un 37% el 12 de diciembre, luego de que el Senado de los Estados Unidos rechazó un proyecto de préstamos de emergencia. Las acciones se recuperaron una vez que el presidente Bush dijo que su Gobierno examinaría la posibilidad de financiar un rescate con fondos que ya se habían asignado a rescates bancarios. Subieron después un 23% el 19 de diciembre, cuando Bush anunció los préstamos de emergencia.
El rescate de la industria automovilística es tan solo el último en un año extraordinario de intervenciones en el mercado que han redefinido el capitalismo. El Gobierno estadounidense había tomado antes el control de las entidades de crédito hipotecario Fannie Mae y Freddie Mac, así como de la compañía de seguros American International Group Inc., además de concretar una participación en los bancos más grandes del país.
El activismo gubernamental se convirtió en un “mal necesario” para sacar a la economía global de la recesión, dice Marco Annunziata, economista jefe de UniCredit MIB en Londres. Hasta Bush, que llegó a la presidencia de los Estados Unidos impulsando una reducción del papel del Gobierno, está de acuerdo. La semana pasada declaró a CNN que había “abandonado los principios de la libertad de mercado para salvar el sistema de la libertad de mercado.”
Las autoridades en otros países también extendieron su alcance. Gran Bretaña nacionalizó las entidades de crédito hipotecario Northern Rock Plc y Bradford & Bingley Plc. El presidente francés Nicolas Sarkozy creó un fondo de 6 mil millones de euros ($8.700 millones) para invertir en firmas “estratégicas”, y la semana pasada la Comisión europea flexibilizó las normas para la ayuda estatal a las empresas.
La mayor participación del Estado hará que las empresas se muestren menos dispuestas a invertir capital de formas que alienten el crecimiento y la rentabilidad, dice Eric Chaney, economista jefe de AXA SA en París y ex funcionario del Ministerio de Finanzas francés. Los fabricantes de automóviles pueden mostrarse más lentos en lo relativo a innovar o a reducir costos, y los financistas pueden mostrarse poco dispuestos a dar crédito a los empresarios.
“Correr riesgos y aceptar las consecuencias es tarea de las empresas, no de los Gobiernos”, dice Chaney.
La historia de la ayuda pública a los fabricantes de automóviles pone de manifiesto la amenaza, dice Stuart Pearson, analista de Credit Suisse Group en Londres.
Si bien el rescate estadounidense de Chrysler en 1979 le dio al entonces máximo responsable ejecutivo Lee Iacocca tiempo para dinamizar la empresa y restablecer la rentabilidad, también sostuvo una industria automovilística de dimensiones exageradas, lo que dio lugar a los problemas actuales del sector, dice Pearson. El rescate de British Leyland Corp. en 1975 terminó por costarles a los contribuyentes británicos 11 mil millones de libras ($16.800 millones) y no pudo evitar que su sucesora, MG Rover Group Ltd. quebrara 20 años después.
“La ayuda gubernamental solo ha sido un estorbo para que la industria automovilística mejorara su economía”, dice Pearson.
En 1953, durante el auge del sector, el máximo responsable ejecutivo de GM Charles Wilson dijo: “Durante años pensé que lo que era bueno para el país también lo era para General Motors y viceversa”. Si la importancia de los fabricantes de automóviles ha declinado, también --hasta hace poco-- lo había hecho la del Gobierno.
Hace apenas 12 años, el presidente estadounidense Bill Clinton dijo que “la era del Gobierno grande terminó”. Sarkozy ganó las elecciones el año pasado prometiendo una “ruptura” con la historia de abundante regulación de Francia. En la actualidad, el presidente francés cambió de discurso. “El laissez-faire se terminó”, dijo.
Hasta hace poco, “los inversores podían, en términos generales, pasar por alto el papel del Gobierno cuando pensaban en los mercados”, dice Alex Patelis, principal economista internacional de Merill Lynch & Co. en Londres. “Ese período llegó a su fin”.
La regulación ha tenido un regreso triunfante en momentos en que las autoridades tratan de evitar una repetición de la crisis financiera. Los gobernantes del Grupo de los 20 elaboran un plan para exigir a los bancos que mantengan un elevado nivel de capital y que sean más transparentes.
Eso sin duda equivale a un menor “límite de velocidad para el crecimiento“ dado que los bancos tienen menos efectivo disponible para prestar e invertir, dice Mohamed el-Erian, cojefe ejecutivo de Pacific Investment Management Co., de Newport Beach, California.
Los rescates y los planes de estímulo económico también aumentan los empréstitos del Gobierno. Economistas de JPMorgan Chase & Co. estiman que el déficit presupuestario de las economías en vías de desarrollo se duplicará o más el año próximo y llegará al 6,3% del producto interno bruto.
Si bien el aumento del déficit puede ser necesario en este momento, podría causar problemas si deriva en un encarecimiento del crédito o lleva a los consumidores a ahorrar más previendo que una mayor contracción en la actualidad puede significar un aumento de impuestos más adelante.
“Terminaremos la crisis financiera con una crisis fiscal”, dice Vito Tanzi, ex director de asuntos fiscales del FMI. “Vamos a terminar con una deuda pública muy alta y con un gasto público muy abultado. Eso sin duda va a desacelerar el crecimiento durante los 10 próximos años”.
Si bien el aumento del tamaño del Gobierno es el resultado inevitable de lidiar con la crisis, “a todos los economistas nos pone incómodos ver que el Gobierno hace todas estas cosas extraordinarias”, dice Barry Eichengreen, profesor de Economía de la Universidad de California en Berkeley.
Por otro lado, agrega, “me sentiría aún más incómodo si no estuviera haciéndolas”.






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