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El riesgo de un plato de babas

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 28 agosto, 2014


Hoy, el Presidente tendrá que dejar en claro que tiene habilidad política para que la llama no sea tan fuerte como para quemar el santo ni tan débil que no lo alumbre


De cal y de arena

El riesgo de un plato de babas

Fue el presidente Solís el que habló de la finca encharralada para llamar la atención del país sobre las dimensiones del deterioro en que le entregaron el gobierno y sus dependencias, en particular las finanzas públicas, la gestión administrativa del Estado y lo relativo al deber de probidad. Su campanazo tuvo resonancia entre el grueso de los ciudadanos, víctimas ellos también de la ineficacia del Estado para atender las funciones que la ley le da y del entrabamiento que padecen las oficinas públicas (afectadas por la colusión que a su amparo ha armado una burocracia ebria de privilegios y poderes, al punto de condicionar las políticas de gobierno).
El grito de cambio que decidió la suerte del proceso electoral fue la expresión desesperada del hastío ante un estado de cosas que de seguir así nos arrastrará al colapso institucional a plazo no lejano. Luis G. Solís fue el candidato escogido para materializar el cambio.
Se comprometió explícitamente a hacer cambios en el modelo económico de corte neoliberal adoptado, eficaz para producir riqueza mas no para repartirla, así como a abatir el desempleo y a atacar esa ola de corrupción que se mueve desenfrenada y desvergonzadamente por los ámbitos del Estado y la empresa privada.
Así pues, veremos cuán convincente es el discurso del Presidente de la República sobre el encharralamiento de la finca y sobre los proyectos y políticas de su administración en las cuatro o cinco grandes áreas en que está planteado el desafío nacional.
Sin desentenderse, por supuesto, del bisturí sobre las áreas gangrenadas por la corrupción incubada en tiempos de otros gobernantes y de cuya cuantía ha dado noticia la investigación periodística focalizada en los vicios y corruptelas de los “carteles del poder”.
Su discurso a la Nación está rodeado de grandes expectativas lo que ha colocado al presidente Solís en una delicada encrucijada: no puede darse el lujo de salir con “un plato de babas” que le irrogaría una descomunal descalificación política suficiente para minar su autoridad moral a lo largo de su cuatrienio.
Tampoco puede dejarse ir con una riada de imputaciones urbi et orbi que no pueda documentar ni dejar flotando dudas sobre la viabilidad real y política de los proyectos y decisiones que quiera echar a andar de aquí en adelante.
Al tiempo que Liberación Nacional lo aguaita, para infortunio del Presidente sus respaldos políticos son débiles, con fisuras que se dejan ver peligrosamente en el propio partido que lo llevó al poder y con un gabinete de gravosa astenia política, lo que repercute en una marcha desconcertada en estos cien días y le distancia las adhesiones permanentes o circunstanciales de otros partidos.
Avanzado el día de hoy, el gobernante tendrá que dejar en claro que tiene habilidad política para hacer que la llama no sea tan fuerte como para quemar el santo ni tan débil que no lo alumbre.
 

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