El circo del otro Cannes
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 21 mayo, 2013
FESTIVAL CANNES
El circo del otro Cannes
La Croisette, paseo marítimo de dos kilómetros y seña principal de identidad de Cannes, ha vuelto a convertirse en el espectáculo en el que todo tiene cabida
Carteles promocionales gigantes, patinadoras que regalan periódicos, un guardia real inglés paseando dos cerditos, coches de lujo, vendedores de lo más insospechado y, sobre todo, muchos paseantes. Ese es el otro Cannes, una mezcla de circo y teatro de variedades que anima cada año el Festival.
Los hoteles más lujosos se llenan de carteles de promoción de películas. Este año toca “El Gran Gatsby”, “Monsters University”, “Catching fire” -la nueva entrega de los Juegos del Hambre- o “World War Z”, una historia postapocalíptica que recrea una guerra mundial contra los zombies con Brad Pitt como protagonista.
Los paseantes, cientos o miles en función del momento -la población de Cannes llega a triplicarse estos días-, pueden hacerse fotos con Sulley o Mike Wazowski, los protagonistas de la saga de Monsters, de la factoría Disney.
Y también subirse a un deportivo último modelo amarillo que Mercedes ha instalado delante del hotel Carlton, cuyos empleados protestan en la puerta por la gestión del empresario catarí Ghanim Ben Saad Al Saad, dueño del establecimiento.
Mientras, junto a la playa, un desfile de extraños personajes vestidos de negro, algunos de ellos subidos sobre unos altos zancos, como promoción de una de las discotecas que animan las noches de Cannes.
Porque si hay otra cosa que buscan los paseantes es poder entrar a las decenas de fiestas que cada noche se celebran en la ciudad. La mayoría privadas, para celebrar la presentación de alguna película, y con una asistencia restringidísima.
Desde pulseras tradicionales peruanas a calzones para perros, pasando por los consabidos cuadros con paisajes de la costa azul, a los que esquivan con habilidad las jóvenes patinadoras que reparten un periódico gratuito de la ciudad, se ven por las aceras.
En la carretera, los coches de lujo -Lamborghinis o Porsche, por ejemplo- llaman la atención de los viandantes, que se acercan a observarlos aprovechando los monumentales atascos que cada día bloquean el tráfico de la Croisette.
Más tranquilidad se respira en el único trozo libre de playa, cerca del Palais en el que se celebra el festival.
La mayoría, según cae la tarde, se acercan a las escaleras que dan acceso al Gran Teatro Lumiére, en el que se celebran las proyecciones de las películas más importantes, al que se accede tras pasar por la famosa alfombra roja.
En frente, unas hileras larguísimas de escaleras encadenadas a las farolas o entre ellas esperan a los fotógrafos y cámaras que cada tarde llegan para tomar imágenes de los famosos a distancia, al no contar con una de las preciadas acreditaciones -unos 5.000 periodistas están registrados para cubrir el festival-.
Y los fans también se tienen que contentar con quedarse fuera, a la espera de que lleguen sus ídolos mientras observan la preciosa foto que este año forma el cartel del festival, con Paul Newman y Joane Woodward encogidos, en el suelo, besándose.
Cannes (Francia) / EFE