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El liberalismo. El estado seglar.

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 06 enero, 2017


“La verdadera igualdad no reside en el hecho de que la riqueza sea absolutamente la misma para todos, sino que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que no sea tan pobre como para verse forzado a venderse. Esta igualdad, se dice, no puede existir en la práctica. Pero si el abuso es inevitable, ¿quiere eso decir que hemos de renunciar forzosamente a regularlo? Como, precisamente, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, hay que hacer que la fuerza de la legislación tienda siempre a mantenerla”.
Jean-Jacques Rousseau. El contrato social. 1762

Sinceramente

El liberalismo. El estado seglar.

La iglesia y la monarquía gobernaban juntas. Al rey lo coronaba el obispo o el cardenal en representación de Dios mismo. Los Tribunales de la Inquisición juzgaban a conciencia, sin ley ni proceso reglado, por lo que el acusado estaba a su entera merced. Apelaciones se hacían frente a los absolutos: rey y obispo o ante el Papa. No había procedimientos. No había garantías. Frente a ofensas iguales los castigos eran diferentes. El castigo corporal, quebrar un brazo o un dedo, flagelar o colocar en un cepo eran cosas corrientes. La Torre de Londres y la Bastilla eran símbolo de un régimen represivo e injusto.
Ese mundo no lo llegamos a vivir. El siglo XIX, luego de las revoluciones americana y francesa del siglo anterior, vio el nacimiento del liberalismo en la práctica, la elección de parlamentos, el dictado de constituciones, la proclamación de los Derechos del Hombre, la codificación de las leyes, la instauración de la propiedad privada, el funcionamiento de los mercados, el comercio libre entre los individuos y entre las naciones. El liberalismo rompió las cadenas e hizo libre a la humanidad.
¡Neoliberal! No debería ser el insulto descalificador entonces que oímos muchas veces. Debería ser más bien el reconocimiento a la liberación del hombre de la opresión del hombre.
El Estado veló por todos los ciudadanos independientemente de su credo. La Iglesia se encargó más de los asuntos propios de sus convicciones. Ambos ganaron foco en lo fundamental de sus tareas. La libertad y la igualdad frente a la ley cambiaron el mundo conocido. El hombre era libre de hacer todo lo que quería excepto lo que estaba prohibido expresamente. Los individuos fueron libres y la igualdad hizo posible la libertad.
El mundo presenció una explosión de progreso, de libertad, de superación individual. Ya no estuvieron las personas obligadas a comprar los alimentos al precio fijado por los productores nobles. Si el precio era alto importarían comida del mercado del país vecino. El precio de la moneda estuvo fijado por el oro, por la oferta y la demanda.
El estado fue pequeño para que la carga de sus costos fuera apenas la indispensable y nunca con impuestos excesivos como los decretados sin representación popular por la monarquía para mantener la burocracia, el ejército y a los reyes. El individuo comenzó a producir al nivel de su capacitación, de su educación, de su esfuerzo y ambiciones. La riqueza producida por el individuo alcanzó niveles sin precedentes. El bienestar general hizo que la población aumentara significativamente.
¡Neoliberal! Ya no tendrá en adelante el significado que unos deseaban endilgarle.
El liberalismo dotó al mundo de democracia, propiedad privada, mercados funcionales y respeto a los derechos humanos. La pobreza disminuyó notablemente, la alfabetización se superó a sí misma. El liberalismo hizo caer al despotismo, al estatismo y con el liberalismo nace el estado seglar moderno.
Los ciudadanos serían los que libremente escogerían creer en las religiones y escogerían plenamente a sus gobernantes. La religión ya no determinaría las leyes, derechos u obligaciones del estado seglar y los ciudadanos se darían a partir de ese momento sus leyes con representación en el parlamento. Personas con diferentes religiones disfrutarían de iguales derechos.
¡Neoliberal! Será desde ahora el término descriptivo de la revolución de la libertad. ¡El liberalismo conllevó la revolución de la libertad y de la igualdad frente a la ley, situando a la Iglesia en el sitio que correspondía separada del Estado!
Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

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