Día Siete en Nicaragua: 24 de abril. ¡Salvemos la Patria!
Arturo Cruz redaccion@larepublica.net | Sábado 24 abril, 2021
Arturo Cruz
Precandidato
Nicaragua
Esta es la séptima crónica de la serie: Siete días que estremecieron Nicaragua, donde analizamos y profundizamos sobre los acontecimientos de aquella semana trágica de abril. Así, llegamos al 24 de abril, último día de nuestras crónicas sobre la explosión social que cambió a nuestra patria para siempre. En ese momento, aún no estaba claro, pero hoy podemos decir con absoluta seguridad que nuevos tiempos se avecinaban. Una mayoría social se estaba configurando, un nuevo pueblo estaba surgiendo en medio de la penumbra. El país entero estaba comprometido con la salvación de Nicaragua de las garras del pasado, del autoritarismo y de la desolación.
DECIMOCUARTO ACTO: UN RESPIRO MISTERIOSO
Mientras la Conferencia Episcopal acepta ser mediadora de aquel histórico primer diálogo nacional, reminiscencias del pasado siguen ocurriendo ante nuestros ojos. Vemos como son dejados en libertad cientos de detenidos en las protestas que se encontraban ilegalmente retenidos. Las imágenes que vemos en nuestras pantallas son impresionantes. Los arrojaron sobre la carretera, muchos chavalos han sido rapados y están descalzos, además, muestran signos de haber sido salvajemente golpeados. Sin embargo, a pesar de la intención de humillarlos y obligarlos a desistir en sus demandas, salieron más fortalecidos y decididos en que este país debe ser salvado y transformado para siempre. De nuevo, se equivocaron y olvidaron las lecciones de la historia: los nicaragüenses siempre se resisten a perder su país.
El día avanza en una Nicaragua que sigue estando convulsionada por la incertidumbre, la violencia y la esperanza de un nuevo futuro. El centro de Managua vuelve a ser tomado por una marea azul y blanco que no muestra ningún signo de cansancio. A pesar del luto, la indignación y hasta la rabia, también hay una sensación de triunfo, el país había salido de la indiferencia. El pueblo se termina de dar cuenta que el país no iba hacia ningún lado y que con toda esta energía se puede salvar el país y construir un nuevo porvenir para todos.
Por otro lado, se respira una calma misteriosa en este nuevo día. Las balas han cesado y los uniformados están acuartelados, hay algo raro pasando, pero aún era muy temprano para saberlo. En medio del desasosiego, se escucha una voz importante que señala: “Se debe asegurar que haya investigaciones inmediatas, profundas, independientes y transparentes sobre las muertes”. Es el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La comunidad internacional está cada vez más consciente de lo que ocurre, así como los nicaragüenses que están forjando una nueva historia. Sin embargo, la hecatombe social todavía estaba lejos de terminar.
DECIMOQUINTO ACTO: ¿QUÉ ACABA DE PASAR?
Esa ha sido una pregunta que nos hemos hecho continuamente a lo largo de estos años, y que para muchos incluso tiene diferentes respuestas. Quizá para algunos fue la acumulación de demandas desatendidas, para otros quizá fueron los agravios represivos de tantos años, o incluso, la convicción que este país merecía evolucionar en sus relaciones políticas, de tener una decencia mínima, de que nos merecemos más Lo cierto, es que, para muchos nicaragüenses, la forma siempre es también fondo. Una circunstancia que hemos visto a lo largo de nuestra historia. Que, a pesar de tener periodos de relativa prosperidad económica bajo regímenes autoritarios, estos en última instancia, terminan sucumbiendo por las aspiraciones democráticas de la gente, y no necesariamente por la insatisfacción con su gestión económica. Además, porque no solo de pan vive el hombre, también necesita libertad, justicia y democracia.
Por eso, en esos días de abril, veíamos a un régimen que continuaba abstraído de la realidad que se estaba configurando. No comprendían cómo era posible que a un pueblo al que le habían dado supuestamente tanto, para “vivir bien”, les hubiera dado la espalda. Y esa es, quizá la mayor tragedia y equivocación de la pareja imperial hasta nuestros días. Es cuando, de pronto vienen oportunamente esas imágenes de historia medieval que hemos visto en la escuela. La de los reyes, entregando un pedazo de pan o una casita de paja a sus súbditos, con reverencia incluida por supuesto. Esa es la cuestión central de nuestras reflexiones, que no se trata solamente del pan o la casa, sino que, en esa transacción nada cambia en realidad. Seguimos siendo súbditos de una vieja monarquía del siglo XVI. Por lo que la pregunta que nos asalta es: ¿Queremos seguir siendo súbditos del rey o realmente merecemos ser ciudadanos del nuevo orden democrático que se aproxima?
Sin duda, un nuevo tiempo se acerca, el de la resurrección de los anhelos democráticos que se han acumulado durante tantos años. La salvación de la patria depende del compromiso de todos los nicaragüenses con el futuro. Y aunque el cielo continúe con esos tonos de grises que nos asustan y nos dan desesperanza, por la fuerza de la mayoría tiene que amanecer. Debemos estar a la altura de la responsabilidad histórica que se nos ha encomendado. Es decir, salvar Nicaragua de las fauces de la violencia, del subdesarrollo, del pasado, para guiarla hacia un nuevo horizonte que este a la altura de las exigencias más apremiantes de los nicaragüenses.