Día cinco: 22 de abril. ¡Condena!
Arturo Cruz redaccion@larepublica.net | Jueves 22 abril, 2021
Arturo Cruz
Precandidato
Nicaragua
Quinto artículo de la serie Siete días que estremecieron Nicaragua.
Esta es la quinta crónica de la serie: Siete días que estremecieron Nicaragua, que relata los hechos de aquellos días trágicos de abril. Un día como hoy, 22 de abril de 2018, la hecatombe social se deja sentir en todo el país. Ya los muertos se cuentan por decenas, los saqueos se desatan en la capital, las filas en las gasolineras se vuelven interminables. Tal parece, que el país entero es presa de la incertidumbre y el terror. Y mientras la condena internacional aumenta, vemos a un régimen que cada vez se siente más cómodo asumiendo el terreno de la violencia, del caos, de la destrucción. Cuán lejos estábamos de comprender todavía sus verdaderos planes.
DÉCIMO ACTO: ¡NO AL SAQUEO!
Un día más que amanece bajo la sombra de la incertidumbre y un silbido de viento recorre las fantasmagóricas calles de Managua. De repente, un mensaje poderoso nos llega desde la ciudad eterna: “Estoy preocupado por cuanto está sucediendo en Nicaragua, tras una protesta social se han producido enfrentamientos (…) me uno a los obispos en el llamamiento a que cese toda violencia y se evite un inútil derramamiento de sangre.” Es el Papa Francisco, quién desde El Vaticano, manifiesta su cercanía con lo que sucede en nuestro país. Son palabras que reconfortan, sin duda, pero que nos convencen de la profundidad del cambio social, que se está gestando frente a nuestros ojos.
Aún estábamos asimilando el mensaje del Papa, cuando repentinamente todos nuestros celulares se inundaron de notificaciones. Los rumores de saqueos se volvían realidad, vemos las imágenes de supermercados, tiendas y almacenes siendo ocupados por una muchedumbre. Curiosamente, no hay uniformados cerca, la turba hace lo que quiere. Al mismo tiempo, la comunidad de Monimbó entierra a sus muertos, los cubre el pabellón nacional y una multitud corea las nuevas consignas de abril. De nuevo, vuelven a la memoria, como deja vu siniestro, aquellas imágenes de un pasado que parecía enterrado para siempre.
En tanto, en el palacio real, reaparece la pareja imperial, intentan resucitar una mesa de acuerdos, a la que hace rato, se le desmembró una pata. Ya es demasiado tarde, la revocación del edicto real sobre una vieja reforma no es suficiente para apaciguar la tormenta. El país necesitaba una respuesta a la altura de las nuevas demandas nacionales. Sin embargo, esperamos en vano, nuestras expectativas se fueron con los vientos del huracán de terror que se avecinaba.
UNDÉCIMO ACTO: LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN
El mundo tiene los ojos puestos en lo que sucede en Nicaragua. De nuevo, somos noticia a nivel mundial, por la ferocidad con la que el régimen aplaca a las voces disidentes que le desafían. Las condenas de los gobiernos del mundo se hacen sentir con firmeza. El llamado a la suspensión de la violencia estatal se multiplica con el paso de las horas. De hecho, las peticiones llegan al despacho real y también hacen suya la exhortación del Papa: “todos queremos que cese la violencia”. Otra vez, las realidades paralelas vuelven a hacer su aparición en los discursos oficiales.
Cuando cae la tarde, el grueso de la resistencia en contra de la represión estatal, se nuclea aún más en la Universidad Politécnica. Ya se ha tejido una red de solidaridad para los chavalos que se encuentran atrincherados. El país entero se encuentra en vilo toda la noche, esperando noticias de lo que pueda acontecer. Del otro lado de las barricadas, se encuentran los uniformados, las turbas divinas y algunos otros seres misteriosos. De pronto, nos llegan los comunicados de “los defensores de la paz”, los leemos y parece que estamos leyendo aquellos viejos diarios, “Novedades y Barricada”. Es el pasado, que nos sigue acechando y quiere apoderar del presente.
Mientras avanza lo profundo de la noche y se acerca la primera gran marcha nacional, nos asalta la mente una reflexión. Realmente estábamos viviendo en esos días, aquello que el escritor Alejo Carpentier llama, lo “real maravilloso”. Algo que él ilustra muy bien cuando escribe sobre la revolución haitiana, y esa imagen penetrante de los esclavos haitianos, poniéndose los sombreros de sus antiguos “amos”. O la de los revolucionarios franceses que dieron a luz una nueva tiranía. En nuestro país, parece que cada día nos convencemos más, que aquellos que juraron combatir el despotismo, hoy se han convertido en los más férreos defensores de este nuevo absolutismo, que tratan de perpetuar, incluso, dinásticamente.