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COLUMNISTAS


¡Democracia participativa un sistema de vida futuro!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 22 octubre, 2021


Sinceramente

Muchas personas han expresado que la democracia es vivir en libertad. Libertad sin embargo no es hacer lo que uno desea sino lo que uno debe dentro de un conjunto social.

Libertad no es hacer lo que uno quiere sin limitación alguna, eso sería libertinaje, eso sería anarquía y la democracia no es libertinaje ni anarquía.

La democracia es un sistema de vida y como tal es un sistema que provee un mecanismo de autoridad y un sistema regulador y orientador de las decisiones sociales.

En democracia no se pierde el principio de autoridad, no se pierde la verticalidad de las decisiones, no se diluyen responsabilidades ni manda la calle sobre la institucionalidad. Democracia no es un sistema en el que cada quien hace lo que se le ocurre y cada quien toma sus decisiones personales por encima del interés social comunitario.

Es claro que en democracia el ser humano es el centro del sistema y que el estado y sus instituciones están en función de servir a ese individuo. De tal manera no es dable la explotación del individuo por el estado. No es dable pensar que los titulares pasajeros de los poderes públicos son los dueños del país. En democracia no hay país con dueños, hay individuos que son dueños de las decisiones al momento de ejercer su soberanía el día de la elección de autoridades. El único momento en democracia en el que el pueblo es soberano es al emitir el voto, nada más. Desde el momento en que se eligen autoridades es para que estas ejerzan la soberanía como sus únicos depositarios y la administración de los asuntos públicos. Es un delito arrogarse la representación del pueblo excepto para la Asamblea Legislativa al momento de legislar.

La tecnología ha ido acercando al ser humano al ejercicio del poder. La información les acerca a la toma de las decisiones y a las razones por las que se toman y a las racionales, si las hay, para la toma. Los sistemas democráticos del mundo han ido quedando rezagados en su funcionamiento formal por la técnica, la ciencia y la tecnología. La democracia formal moderna nacida allá en el siglo XVIII se ve superada en su operar por el refinamiento de la educación, de la información y del criterio político de los individuos del siglo XXI, de allí surge la presión por una democracia participativa. Los ciudadanos desean ejercer la soberanía en más que la decisión electoral, los electores desean ser más protagonistas. Los ciudadanos desean ser quienes decidan en asuntos fundamentales para la comunidad y no que sean los depositarios de la soberanía los que lo hagan por ellos en todo.

La democracia participativa es cada vez más importante en las sociedades. La participación de los individuos en los procesos decisorios es cada vez más urgente. Quienes no logren reformar la institucionalidad para que esto suceda verán cómo la marea de los tiempos arrasa los valladares de viejas instituciones venerables y lógicas del siglo XVIII y XIX y principios del XX, pero superadas ventajosamente en el siglo XXI.

Los partidos políticos y la selección de sus autoridades, el control de las estructuras de poder partidario de parte de personas, gamonales, o grupos de poder van a saltar hechas pedazos por la presión ciudadana sobre ellas. Hay resistencia al cambio. Hay resistencia de quienes tienen el poder a perder este. Hay resistencia a compartir el poder de decidir.

Las sociedades no tienen un desarrollo parejo, ni los seres humanos reciben todos idéntica información ni tienen el mismo entendimiento para la toma de serias decisiones, muchas veces muy complejas. Allí juega su papel la educación pública, la descentralización del MEP, la formación de maestros y profesores mucho más sofisticados. La revolución educativa y cívica acompañará la revolución de la democracia participativa en nuestra sociedad.

No hay tal democracia de las calles. Una manifestación de veinte cuadras reúne unas veinticinco mil personas y ese número de votos no es significativo, por estruendosos que sean sus gritos, en una elección en la que votan tres o cuatro millones de personas.

La seriedad con que se construyan las instituciones, se tomen las decisiones, y se participe en la formación de país serán directamente responsables del éxito y del funcionamiento correcto de esta democracia participativa, de su efectividad y satisfacción social. Participación y transparencia serán claves en la democracia del mañana tanto como la han sido en el siglo XX y XXI.

El tiempo de los grupos de élite está llegando a su fin. El momento de un individuo libre y empoderado está en sus albores. La vieja forma de hacer política se resiste a desaparecer, pero no le queda mucho tiempo. Quienes cambien llevarán ventaja sobre quienes se aferren al pasado. Los partidos de gamonales y de grupos municipales o distritales de poder sufrirán profundamente.

La libertad, la igualdad y la búsqueda de los objetivos comunitarios sin ser sojuzgados por un estado aplastante y partidos propiedad de personas y grupos finalmente resplandecerá.

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