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De chayotes

Abel Pacheco apacheco@larepublica.net | Lunes 03 octubre, 2011



PARLATICA
De chayotes

Dicen nuestros campesinos que el chayote (del náhuatl chayotli) se debe sembrar por parejas, es decir, un chayote y una chayota siempre juntos. Aclaro que chayota es el fruto que muestra dos tallos nacientes en la hendedura y el chayote solo muestra uno, según la Real Academia de la Parlatica que me honro en presidir.
Su hermosa enredadera es, en terreno apropiado, fuerte, bella y agresiva. Crece, se enrosca, forma arabescos y volutas mientras trepa aferrada a un árbol, a una barbacoa, a una tapia, a cualquier cosa que le brinde asideros.
Su manera de desarrollarse dando vueltas y volteretas complicadísimas, ha hecho que los ticos llamemos a nuestra firma “la chayotera”, pues parecemos tener una tendencia innata a firmar de forma garigoleada (he notado que entre más bajito es el firmante, más grande es su firma).
En Guatemala al chayote se le dice “güisquil”, en Honduras “pataste” y, cualquiera que sea el nombre que se le dé, esta hermosa cucurbitácea brinda hoy generosamente sus frutos por todo el mundo, cuando altura, clima y suelo lo permiten. Es pues un regalo más de esta bendita Mesoamérica que tanto le ha brindado a la humanidad.
Milagrosa planta... Su raíz (entre nosotros “raiz”), suculenta y rica en almidones, es plato exquisito y digno de los paladares más refinados.
Sus frutos cambian su color de un blanco nacarado al verde sapo; su tamaño varía del de un melón, al de un pejibaye; a veces casi insípidos, a veces de intenso sabor a nuez como el pequeñín cocoro, hoy casi extinto. Los hay hirsutos provistos de espinosa armadura, y también lampiños nalgacholeros. ¡Hay para todos los gustos!
Se comen en sopa, en ensalada, en tajadas capeadas, en picadillos de mil variedades y hasta de postre (hoy casi hemos olvidado las deliciosas “chancletas”, aderezadas con natilla, queso fresco, azúcar y canela).
Produce esta planta a manera de unos colochillos o pequeños resortes vegetales, con los cuales se aferra a su sostén. Son los “quelites”, del náhuatl “quilitl”, que el Padre Rincón traduce como legumbre (Gagini). Los menciono por ser también, como quiera que usted los prepare, bocado digno de mesas sofisticadas.
Como si fuera poca la generosidad de la enredadera, ¡Las hojas secas se fuman! Ciertamente su uso no produce las sensaciones anímicas varias logradas con el tabaco, la marijuana y otras plantas, pero cuando yo era güila, era toda una aventura esconderse bajo la chayotera, envolver picadura de hoja de chayote en los papelitos donde mis abuelos enrollaban su tabaco, e imitar a los adultos en su fumadera sintiéndonos ya grandes y un poco pecaminosos.
Nuestra “parla” califica de chayotes a las personas desabridas, singracias, sosas. Me parece una injusticia pues, cuando el fruto es bien sazonado, su sabor es delicioso.
Pero es tan nuestro. Se ha enredado tanto esta trepadora en el alma de los ticos que, cuando adoptamos una canción, cuando nos apropiamos de una costumbre extranjera, decimos que las hemos achayotado...

Abel Pacheco

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