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Costa Rica tiene que pellizcarse

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 17 junio, 2011



Costa Rica tiene que pellizcarse


Por más grandes que puedan parecer las actuales divisiones en Costa Rica, en nuestra pequeñez estamos llamados a despertar, a escuchar el mayor clamor de nuestros tiempos, “no tengáis miedo”, que de forma directa nos exhorta a reclamar la esperanza que pocos se atreven hoy a ver, frente a la angustia y los miedos que el mismo hombre ha creado: la guerra, la cultura de muerte y la pérdida de la dignidad humana.
Esta es la verdadera conquista de nuestra sociedad. Pero tal entendimiento no procederá de un ejercicio meramente intelectual. Esa conciencia, no individual, sino realmente universal, no comienza a partir de “una decisión ética o una gran idea, sino del encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
De qué valen las palabras, ideologías o la inteligencia, si al final tratamos a los demás cada vez menos como personas.
El “racionalismo puro” ha sido la puerta al cinismo de quienes dominan y han visto conveniente la posibilidad de relativizar todo; ahora sin mayor reflexión se reescriben “conceptos”, familia, vida, justicia, y sirven como patentes de corso para hacer lo que venga en gana con nuestra sociedad.
Nadie está a salvo de caer en el individualismo absoluto, mucho menos quienes gobiernan; por ello y con más razón debemos mantener la vigilia, estar abiertos, atentos a la reprensión, al sentido autocrítico y al constante examen de conciencia.
De ahí parte el “tangible” significado de soberanía y autonomía, sin esta palpable independencia de criterio, quedamos confinados a la mayor impunidad, resignados a ser máquinas, profesionales de fácil programación, soldados que no se cuestionan a sí mismos, mentes sucursales que desprecian el verdadero derecho a saber.
Estoy seguro de que eso no es lo que queremos para los costarricenses.
Partimos del respeto a cualquier individuo que invoque su derecho a saber, sin importar su nacionalidad, más si procede del espíritu por mejorar.
Nuestro paso efímero, por más perdurable que se crea desde el demandante ego, es lo contrario; librados de cualquier “vanidad”, se nos revela una oportunidad urgente, cuyo propósito, al menos así lo veo, no es la indulgente satisfacción con la mediocridad.
Podremos entonces ofrecer las mejillas a quienes se desvelan en insultar, difamar y maltratar a los que piensan diferente o no siguen sus lineamientos. Sin embargo por más permanente que sea la vigilia, no se sabe ni el minuto, ni la hora, cuando nuestra corta existencia deberá rendir cuentas. Con humildad presentaremos los denarios que nos fueron entregados, pues aunque sea tarde la paga, será la misma.

Luis Alberto Muñoz

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