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Congruencia política y desgracia etílica

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 12 noviembre, 2008


Hablando Claro
Congruencia política y desgracia etílica

Vilma Ibarra

Tengo que confesar que estaba esperando la noticia. Finalmente al recibirla el lunes sentí un poco de alivio. El Movimiento Libertario emitió un comunicado firme que en tres líneas dijo acerca de su hoy conocido diputado Ovidio Agüero que “el proceso judicial derivado de cualquier responsabilidad que corresponda deberá desarrollarse sin inmunidades o consideraciones distintas a las aplicadas a cualquier ciudadano”.

Víctor Mauricio Arroyo Cisneros tenía 24 años. Apenas uno más que mi segundo hijo. No es difícil suponer que seguramente a falta de trabajo cerca de su natal 27 de Abril en Santa Cruz de Guanacaste, se había trasladado hasta Pococí para desempeñarse como peón bananero. Pero el domingo 2 de noviembre, el diputado Agüero en estado de ebriedad —de acuerdo con la alcoholemia que le practicó la policía de tránsito— lo atropelló y terminó con su vida.

Es terrible saber que uno mató a otra persona con su vehículo y debe ser más terrible aún saber que lo mató por conducir en estado de ebriedad. Frente la magnitud de esa desgracia, sin embargo, el señor Agüero inexplicablemente golpeó una y otra vez el profundo dolor de quienes amaban y aman a Víctor Mauricio con declaraciones desafiantes y despectivas como una de que “él no confiaba en esas maquinitas” refiriéndose al alcoholímetro.
Pero las cosas aún fueron a más, cuando nos enteramos con estupor de que Víctor no era la primera víctima mortal del señor Agüero porque años atrás tuvo otro “accidente” y sin embargo, él lo único que repetía una y otra vez, era que no había enfrentado proceso penal alguno por ese caso.
Con cada declaración yo que me retorcía.
Y para hacer del caso un derroche de cinismo, tenía que aparecer el abogado defensor. El leguleyo hizo un espectáculo mediático en el Congreso afirmando la inocencia de su cliente porque él revisó al expediente y llegó a la conclusión de que “la misma (prueba) lo exime de culpa y por tanto de responsabilidad” y argumentando para mayor espanto de palabrería que lo más recomendable era que le hubieran practicado una prueba de sangre porque una alcoholemia de 1,39 no demuestra ebriedad.
Cada una de esas frases huecas y lacerantes se me dibujaban como bofetadas a la memoria de Víctor Mauricio y el dolor de su familia.

Por supuesto, ya nada podrá reparar lo irreparable. Pero al menos ahora nos queda el pequeño consuelo de que el partido político del señor Agüero puso finalmente el punto sobre la i. Ahora falta que la Asamblea Legislativa proceda con el trámite correspondiente para que el caso siga curso ante los tribunales de justicia.
Pero eso no es todo. El Movimiento Libertario, que ha torpedeado por meses directa e indirectamente el proyecto de reformas a la Ley de Tránsito, tiene ahora la ineludible obligación de aprobarlo cuando sea nuevamente convocado por el Poder Ejecutivo en las extraordinarias. Así podrá demostrar verdadera congruencia ética-política. Por la vía de la desgracia, se les terminaron las excusas.

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