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COLUMNISTAS


¡Basta!

Marilyn Batista Márquez mbatista@batistacom.com | Lunes 11 mayo, 2020


Llevamos dos meses detenidos, enclaustrados, aislados, alejados del bullicio, las presas, el tumulto en las calles, comiendo de los que nos llega por el servicio exprés, haciendo filas para comprar alimentos, pero ya ¡basta!, porque la vida tiene que continuar, aun corriendo el riesgo de contraer el desgraciado virus.

Desde hace un poco más de sesenta días no oímos a los niños y niñas gritar en el parque, jugar mejenga, andar en bici, brincar la suiza, comer granizados con varias moscas merodeando, ni los vemos salir de sus casas para ir a la escuela, vestidos con camisas y blusas celestes.

Basta de aplaudir cada vez que vemos vídeos de monos, osos, pumas, jabalíes, cerdos, venados, patos y pavos reales tomar las calles en diferentes lugares del mundo. Sabemos que cuando los humanos no estamos, los animales avanzan, pero ellos no podrán seguir caminando en ciudades fantasmas. Ahí no encontrarán alimentos. El asfalto no es su hábitat.

Ya es tarde para ver lanzamientos de campañas de instituciones financieras con canciones que evocan el amor y la hermandad. Ahora necesitamos que los bancos presten dineros a las personas y empresas que las requieran, con moratorias, tasas y plazos preferenciales, y en forma ágil, no a sesenta y noventa días, porque si esperan ese tiempo quebrarán.

Basta de ver todos los días conferencias de prensa anunciando cuántos se contagian, cuántos se recuperan y cuántos mueren. Ministros y directores ejecutivos de instituciones públicas agradeciendo a su personal lo bien que han trabajado y brindando información que muy bien se puede transmitir en un comunicado de prensa. En estos momentos prefiero la tortura de ver a Víctor Carvajal, en De Boca en Boca, que a varios funcionarios públicos con el mismo discurso semana tras semana. Mientras continuamos con esta cantata, como dijo el Presidente de la Cámara de Comercio de Costa Rica, Julio Castilla, “se les acaba a las empresas el tiempo de vacaciones adelantadas, la disminución de la jornada laboral y el cese de contrato. Lo que viene será nefasto”.

Ya estoy harta de oír, por un lado, que la culpa de todos los males sociales proviene del capitalismo, de que los ricos deben asumir la carga de los pobres, y de otro lado, que los sindicatos son irresponsables y los empleados públicos culpables del déficit fiscal. El tiempo de echarnos la culpa terminó. Cada grupo en este país es responsable de sus acuerdos y acciones, y cada ciudadano debe asumir su responsabilidad como individuo. Lo cual me recuerda a algunos de diez “No puede” (Cannots) de William Boetcker: no puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte, ni ayudar a los pequeños aplastando a los grandes; no puedes ayudar al pobre destruyendo al rico y lo más importante, no puedes promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases.

Basta de los videos de saludos, besos, abrazos, lágrimas, música sentimental y mocos afuera a causa de la tragedia del Covid-19. Nuestras vidas cambiaron. Nuestras almas han sido golpeadas y probablemente muchos cambiaremos la forma de vivir y ver al mundo, pero no podemos continuar en el perenne lamento y conteo de muertes. Somos más, muchísimos más los que vivimos y ahora nos concierne trabajar en la reconstrucción.

Ya es hora de abrir los comercios de lunes a viernes y de asistir a la escuela, colegios y universidades; es tiempo de tomarnos un trago con un amigo en un bar, de mover el esqueleto al ritmo de un merengue en una discoteca y de disfrutar en el estadio de un buen partido de fútbol. Tendremos que hacerlo con cautela, respetando las buenas prácticas impulsadas por el Gobierno, de prevención y mitigación del Coronavirus, pero la apertura es urgente y necesaria, porque o morimos de Covid-19 o nos morimos de hambre.

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