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Banca de desarrollo, una carreta sin bueyes

Wilmer Murillo wmurillo@larepublica.net | Miércoles 10 febrero, 2010




Recursos para microempresarios paralizados desde hace 15 años
Banca de desarrollo, una carreta sin bueyes
• Sin acciones prontas, no pasa de ser un sueño o una leyenda que despierta ilusiones

Wilmer Murillo
wmurillo@larepublica.net

Como la carreta de la leyenda costarricense, la banca para el desarrollo está pintada de múltiples colores y cargada de dinero. Pero carece de la yunta y los bueyes que en ella se enganchan para ponerla a caminar. Y es que a diferencia de la carreta sin bueyes, capaz de avanzar sin tracción animal, la banca para el desarrollo está paralizada. Lo peor es que aun si pudiera ponerse a andar, las sendas a seguir como ocurre en el caso de la carreta sin bueyes, son inciertas.

Conseguir los bueyes que la saquen del atascadero, en la que está hundida hace 15 años, es lo que hace falta para poder finalmente emplear los recursos financieros que puedan hacer realidad el sueño de emprendedores, llegarles a la mujer, los grupos asociativos y microempresarios, sin acceso a la banca tradicional.
El Sistema de Banca de Desarrollo (SBD) recibe recursos del Fideicomiso Nacional para el Desarrollo (Finade), del 5% de las utilidades de los bancos y de los ingresos por el “peaje” bancario. En este último y el más grueso de los rubros que la nutren radica el problema.
Son actualmente poco más de $320 millones generados por el 17% de las cuentas a la vista que genera la banca privada procedente de los ahorrantes.
Es esta carreta, llena de particularidades la que no tiene los bueyes que la jalen. Para empezar las tasas de interés para prestar esos dineros están definidas por ley; la tasa Libor a un mes o ¢0,23.
Siendo recursos provenientes del público, producto de la intermediación, se deberían prestar a tasas de mercado, arguyen los bancos.
Dado este esquema, aun cuando los bancos privados, en especial los megabancos, al haber cumplido con abrir sucursales en todo el país, ya pueden dejar de pagar el peaje y utilizarlo como parte de sus carteras, no lo hacen porque no les resulta como negocio.
Los bueyes para poner a caminar este negocio serían una regulación diferenciada que reconozca que dineros provenientes de la intermediación irían a operaciones de riesgo, aun cuando se consideren proyectos viables y factibles de los emprendedores.
La ley de banca de desarrollo promulgada en mayo de 2008 pensó e
n la regulación diferenciada y la estableció en sus artículos cinco y 35. Pero otra cosa es lo que creen los reguladores, sea la Superintendencia General de Entidades Financieras Sugef.
Reaci
os a estas cosas los reguladores, consideran que la normativa a aplicar, incluso debería ser más severa, que para los créditos normales, dados los mayores grados de riesgo.
Para los clientes, al final, banca de desarrollo y los créditos tradicionales, son simplemente lo mismo.
Pre
star con subsidios sobre los intereses va a contrapelo de las tasas de mercado y afecta los costos de administración de los bancos. De modo que una cosa dice la ley y otra la realidad y aunque la Sugef ofreció hacer observaciones, es todo lo que ha hecho.
¿Cómo hace para que los bueyes jalen y lo hagan parejo? En la Asamblea Legislativa hay un proyecto para que los recursos del peaje sean administrados por la banca estatal.
De esta forma los recursos de “peaje” podrán ser administrados conjuntamente entre el Banco Crédito Agrícola de Cartago, como es actualmente y los demás bancos estatale
s.
Más que poner a caminar la banca de desarrollo, esta medida significa hundir más en el lodo la carreta por el hecho de que la medida afectaría la suficiencia patrimonial de la ban
ca, para los expertos.
Ese indicador es el de más cuidado en la supervisión de los bancos y mide la relación entre activos en riesgo y patrimonio.
Los bancos a cambio proponen modificaciones para permitir que puedan administrar los recursos del “peaje bancario” con una contabilidad separada y que esos recursos no se cons
ideren como parte del cálculo de la suficiencia patrimonial de los entes administradores, así como cualquier otro indicador para medir su situación financiera.
Hasta ahora, sin embargo, ha sido difícil poner a caminar un esquema de “regulación diferenciada” con el propósito de facilitar y dar cumplimiento a la legislación sobre banca de desarrollo.
La fórmula para que se puedan canalizar los recursos a micro, pequeñas y medianas empresas con proyectos viables, se mantiene sin embargo en veremos, dijo Guillermo Quesada, gerente general de Bancrédito.
Encargado a la fecha de esos fondos, Bancrédito tampoco puede hacer nada para liberarlos, a no ser que ponga en juego su propia existencia.
Para empezar la mayoría de los fondos ($320 millones) está en dólares. Bancrédito con un patrimonio de tan solo $60 millones, difícilmente podría responder por estos recursos, en caso de prestarlos.
El banco lo que obtiene por estos fondos es un rendimiento por comisiones del 15% y el 85% restante de los réditos pasa a manos del Finade para prestar a las mipymes. Este fondo es la conjunción de todos los fideicomisos que se canalizan a través de la banca pública, cooperativas y operadores autorizados.
Es la parte que ha funcionado, igual que el sistema de avales.
Fortalecer estos fondos que han operado bien como el Fondo para el Desarrollo, con un patrimonio de $80 millones regulados por la Contraloría, es la propuesta a considerar.
Mientras estas cosas no se definan, la banca para el desarrollo parece un sueño, una idea, o una leyenda, como la carreta sin bueyes, que sigue despertando ilusiones.






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