“Americanismo” de Trump se está pareciendo al de Paul Ryan
Bloomberg | Miércoles 21 septiembre, 2016
El Club Económico de Nueva York es un lugar para gente seria. Janet Yellen se dirigió al club en marzo. Antonin Scalia habló en dicho club en febrero, un mes antes de su muerte. Cuando el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan se subió al escenario el pasado lunes, estuvo en su entorno natural.
Ahora, fue el turno de Donald Trump en el podio, quien utilizó dicha oportunidad para abordar un tema que ha perseguido a cada uno de los hombres y mujeres que se han postulado para la presidencia: ¿Qué crea crecimiento económico, y cómo se paga? Ryan, quien ha pasado tiempo reflexionando sobre la misma pregunta, probablemente habrá encontrado muchos puntos de acuerdo en la respuesta de Trump.
Trump nombró a su filosofía “Americanismo”. Va más allá de su bien documentada oposición a malos acuerdos comerciales. Cada política, según él, debe ser medida con base en un criterio: si crea más empleos y mejores salarios en Estados Unidos.
En la práctica, se está empezando a parecer a las resoluciones presupuestales que Ryan ha estado afinando desde el comienzo del mandato de Obama. La conversión de dichas resoluciones a leyes fue la condición que Ryan puso a Trump para ofrecerle su respaldo en junio. En este momento el candidato, quien es maestro en comunicar a públicos lo que él piensa que ellos quieren escuchar, parece estar dando señales de que cumplirá su parte del trato.
Además de mejores acuerdos comerciales, los tres pilares del Americanismo de Trump son: impuestos más bajos, la eliminación de regulaciones y desatar el “vasto tesoro de la energía americana”. Trump dijo que sus planes resultarían en crecimiento anual del 3,5%, un nivel que se ha vuelto poco común para la economía estadounidense, alcanzado en 2004, de 1996 a 2001 y de 1983 a 1989.
En Nueva York, Trump admitió que los tramos tributarios del Americanismo/Cámara Republicana del 12%, 25% y 33% costarían $4,4 billones. Su plan no afectaría el déficit, gracias al uso de tres métodos promovidos por representantes republicanos: “clasificación dinámica” para los recortes tributarios; análisis de costo-beneficio para las regulaciones y promesas de futuros recortes a gastos discrecionales.
Este primer método es polémico entre quienes elaboran los presupuestos. Desde 2013, los republicanos han argumentado que la legislación fiscal debería ser juzgada dinámicamente. Esto quiere decir que las clasificaciones presupuestales deberían capturar círculos de retroalimentación, la manera en la que el crecimiento incrementa la recaudación de impuestos, lo cual contrarresta parte de los ingresos perdidos.
“Estamos proponiendo un recorte fiscal de $4,4 billones que se clasificará como $2,6 billones utilizando modelos de crecimiento dinámicos”, expresó Trump en Nueva York la semana pasada, “que es la manera en la que se deberían clasificar los impuestos”. Esto generó algo de aplauso, en el Club Económico. Así que $1,8 billones de recortes tributarios generadores de crecimiento: pagados, al menos en papel.
La campaña de Trump también afirma que la reducción de regulaciones resultará en una recaudación fiscal adicional de $1,8 billones. “Se requerirá que las agencias enumeren todas sus regulaciones y que las clasifiquen en términos de sus contribuciones al crecimiento, salud y seguridad”, indica su ficha informativa. Se parece al análisis de costo-beneficio de regulaciones que ha existido en Washington desde los años de Reagan.
Al igual que la clasificación dinámica, el análisis de costo-beneficio proporciona a los analistas amplia latitud para decidir qué costos incluir. La administración de Obama la ha estado utilizando para medir el costo del carbón. Los republicanos de la cámara han estado solicitando que la Reserva Federal y la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos (SEC por sus siglas en inglés) la implementen para justificar el levantamiento de regulaciones financieras.
“Eso deja cerca de $800 mil millones”, dijo Trump. Este encontró el dinero a través de un enfoque sacado directamente de resoluciones presupuestales de la cámara: una promesa de futuros recortes a gastos discrecionales. La cámara establece niveles de gasto y reglas que dirigen a futuros congresos a realizar recortes de gastos para alcanzarlos.
En Nueva York, Trump presentó un plan que su campaña conoce como el “Penny Plan”. Cada año, el Congreso y la Casa Blanca convendrán en reducir gastos discrecionales no relacionados a la defensa por el 1%, de alguna manera. En un período de diez años, esto se convertiría en $800 mil millones.
Ninguno de los presupuestos propone un recorte inmediato a los gastos de defensa, Medicare o Social Security, la mayor parte de los gastos federales. Ryan ha pedido recortes en los así denominados gastos obligatorios, y el presupuesto reciente de los republicanos de la Cámara requiere recortes en el programa de Medicare, aunque estos no comenzarían a tomar efecto hasta el 2024; En cuanto a la Seguridad Social, solo instruye que el presidente haga el programa sostenible.
Como parte del acuerdo alcanzado con Ryan, según un asesor de un líder republicano de la Cámara, Trump ha estado refiriéndose explícitamente a los tramos tributarios de republicanos de la cámara en mítines y anuncios. Y en una visita con líderes de la cámara la semana pasada en el Capitolio, Mike Pence, el compañero de fórmula de Trump, y quien solía ser un representante republicano de la cámara, señaló la manera en que las políticas de Ryan “están alineadas con la visión de Donald Trump.”