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A raíz de Copenhague

Nuria Marín nmarin@alvarezymarin.com | Lunes 21 diciembre, 2009



Creciendo junt@s
A raíz de Copenhague

Durante las últimas semanas los ojos del mundo se posan en la bella ciudad de Copenhague con motivo de la Cumbre del Cambio Climático. Las primeras señales no han sido tan positivas, pero en días recientes, se han despertado esperanzadores aires de cambio. Por el futuro de la humanidad, esperamos así sea.
Pocos temas son tan retadores y presentan mayores riesgos para el futuro del planeta como los profundos desequilibrios que enfrenta el medio ambiente. Los efectos de nuestros abusos han empezado a cobrar caras facturas en término de sequías, inundaciones, baja productividad en la agricultura, etc.
Sin lugar a dudas, el modelo económico que privilegia el crecimiento económico a cualquier costo genera grandes desajustes a veces con nefastas consecuencias por años o décadas. Esta es la realidad de las ciudades con mayor contaminación en el mundo, una clara llamada de atención sobre un modelo que a toda costa debemos evitar.
Resulta revelador, que 16 de las 20 ciudades con mayores problemas se encuentran en China (Banco Mundial). En la misma línea, una reciente lista publicada por la revista Time sobre las diez peores ciudades se encuentran en tres de los cuatro países con mayor crecimiento económico de los últimos años, China, Rusia e India
El común denominador de estas ciudades conocidos como “poluted hotspots” es el crecimiento desmedido junto a la carencia o inexistencia de controles del Estado o bien la acción de este, sin pensar en el mediano y largo plazo ni en las potenciales consecuencias, entre otras, en la salud de los ciudadanos.
Irracionalmente el ser humano ha creado estas ciudades pesadilla en las que los niveles contaminantes son tan graves que resultan casi impensables por su abrumadora distancia frente a los mínimos aceptados por la Organización Mundial de la Salud.
Como resultado, en Sukinda (India) el 84,7% de las muertes está relacionado con altísimos niveles de cromo en el agua, en La Oroya (Perú), el 99% de los niños tiene niveles inaceptables de plomo en su sangre, y en el caso de la rusa DZerzhinsk, por no recordar Chernobil, basurero por años de miles de toneladas de desechos químicos hoy tiene una tasa de mortalidad que representa el 260% de la natalidad.
Se trata de ejemplos extremos, y en toda justicia, lejanos de nuestra realidad. Sin embargo, son un triste recordatorio de malas decisiones pasadas cuyas lecciones debemos considerar. En el pasado, fuimos pioneros y visionarios al proteger un porcentaje importante de nuestro territorio, cuando pocos hablaban de proteger el ambiente.
Hoy como ayer, podemos mantener protagonismo y nuestra histórica y privilegiada voz en el tema ambiental. Para ello, debemos trabajar por la consistencia en casa, entre otros, con un mejor manejo en desechos, protección hídrica, y una inteligente y balanceada explotación de los recursos naturales. Se trata de una deuda generacional con nuestros nietos y sus nietos.

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