Wall Street cambió en 10 días al prever Fed enormes quiebras
| Miércoles 24 septiembre, 2008
Wall Street cambió en 10 días al prever Fed enormes quiebras
Nueva York -- Henry Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, y Ben S. Bernanke, presidente de la Reserva Federal, se habían visto frustrados toda la semana en sus esfuerzos de estabilizar los mercados financieros del país. Ahora, en la noche del 18 de septiembre, tenían una reparación mayor en mente, y querían el apoyo del Congreso al respecto.
Estaban sentados en la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rodeados por más de una decena de dirigentes legislativos.
En los cuatro días previos, Lehman Brothers Holdings Inc. había quebrado. Merrill Lynch & Co. y Bank of America Corp. se habían fusionado a la carrera. Los reguladores habían inyectado $85 mil millones en American International Group Inc., con lo que se nacionalizó la mayor aseguradora del mundo, y trataban de descongelar los paralizados mercados de crédito para evitar una catástrofe económica.
“Las líneas de crédito en el sistema financiero estadounidense, la savia vital de la economía, están completamente congeladas”, dijo Bernanke en la reunión, según el senador Charles Schumer, demócrata por Nueva York que estaba presente. Bernanke dijo que los bancos habían dejado de prestarse dinero entre sí de un día al otro.
Eso amenazaba detener la actividad prestamista en Estados Unidos y forzar a las empresas a cerrar y despedir trabajadores, dijo el jefe de la Fed.
“Podría haber enormes quiebras dentro de unos días”, dijo Bernake a los presentes, y estas trascenderían el sistema bancario y hundirían “grandes empresas de renombre”, según un ayudante legislativo que asistió a la reunión y tomó apuntes.
Tal fue la culminación de 10 días que estremecieron los mercados de todo el mundo y cambiaron la estructura del sistema financiero de Estados Unidos. Grandes firmas de Wall Street están cerrando o vendiéndose a los postores más estables. Los reguladores y legisladores preparan un rescate que podría costar más de $700 mil millones e intensificar de manera permanente la reglamentación.
La tormenta en los mercados empezó con el reconocimiento, largamente aplazado, de la realidad por Lehman. La firma neoyorquina de 158 años abrió sus libros a los posibles compradores.
Estos descubrieron que Lehman no había depreciado aún su cartera de hipotecas “subprime” o de alto riesgo, aquellas expedidas a los prestatarios menos solventes, tan resueltamente como algunas otras firmas de Wall Street.
Las compañías de calificación crediticias empezaron a examinar detenidamente las cuentas de Lehman. La Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) las había criticado por otorgar notas máximas, de AAA, a obligaciones garantizadas por hipotecas de alto riesgo.
Cuando Standard & Poor's bajó la calificación crediticia de Lehman el martes 9 de septiembre, la acción de esta se desplomó un 45% a $7,79, su menor precio en 11 años. Al día siguiente, Lehman informó de la mayor pérdida trimestral en su historia, $3.900 millones, y dijo que se reestructuraría y vendería una participación mayoritaria en su división de gestión de activos. La acción se la firma se precipitó otro 46% en los dos próximos días.
Las malas consecuencias más inmediatas las sufrió AIG. Esta seguía valorando su cartera de alto riesgo por encima de lo que otras firmas que efectuaron mayores depreciaciones, y los inversionistas le volvieron la espalda a la compañía.
El jueves, 11 de septiembre, el jefe ejecutivo de AIG, Robert Willumstad, probó armar su propio plan de reestructuración y dijo que la empresa vendería varias filiales.
Otras compañías exigían primas más altas para negociar con AIG, y los inversionistas se estaban deshaciendo de las acciones de la aseguradora. Sus acciones cayeron un 31% el 12 de septiembre, cuando Standard & Poor's dijo que podría bajar la calificación crediticia de AIG.
Tras el cierre de las actividades ese día, empezó a escribirse el capítulo final de Lehman como entidad independiente. El presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner, citó dirigentes de Wall Street y ejecutivos de Lehman a una reunión en la sede del banco en el distrito financiero. Los ejecutivos de Wall Street accedieron a pasar el fin de semana preparando planes para vender Lehman por pedazos.
El lunes 15 de septiembre, a las dos de la mañana, Bloomberg Televisión transmitió la noticia: Lehman había solicitado la protección del tribunal de quiebras.
Ese día, el Índice Industrial Dow Jones perdió 504 puntos, o un 4,4% de su valor, la mayor caída en un día desde que la contratación se reanudó tras los atentados terroristas del 11 de septiembre siete años atrás.
A las 18:31, Fitch Ratings anunció que había bajado la nota de la línea de crédito principal de AIG a A desde AA-. Moody's Investors Service y S&P hicieron lo mismo tres horas después.
Al día siguiente, la acción de la compañía se desplomó un 34% y sus dirigentes empezaron a buscar una fuente de liquidez.
Si AIG quebraba, los efectos se harían sentir por todo el sistema financiero y perjudicarían las firmas de Wall Street.
Los reguladores intervinieron la noche del martes 16 de septiembre, con un préstamo de $85 mil millones para AIG, a cambio de una participación del 80%.
Nueva York -- Henry Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, y Ben S. Bernanke, presidente de la Reserva Federal, se habían visto frustrados toda la semana en sus esfuerzos de estabilizar los mercados financieros del país. Ahora, en la noche del 18 de septiembre, tenían una reparación mayor en mente, y querían el apoyo del Congreso al respecto.
Estaban sentados en la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rodeados por más de una decena de dirigentes legislativos.
En los cuatro días previos, Lehman Brothers Holdings Inc. había quebrado. Merrill Lynch & Co. y Bank of America Corp. se habían fusionado a la carrera. Los reguladores habían inyectado $85 mil millones en American International Group Inc., con lo que se nacionalizó la mayor aseguradora del mundo, y trataban de descongelar los paralizados mercados de crédito para evitar una catástrofe económica.
“Las líneas de crédito en el sistema financiero estadounidense, la savia vital de la economía, están completamente congeladas”, dijo Bernanke en la reunión, según el senador Charles Schumer, demócrata por Nueva York que estaba presente. Bernanke dijo que los bancos habían dejado de prestarse dinero entre sí de un día al otro.
Eso amenazaba detener la actividad prestamista en Estados Unidos y forzar a las empresas a cerrar y despedir trabajadores, dijo el jefe de la Fed.
“Podría haber enormes quiebras dentro de unos días”, dijo Bernake a los presentes, y estas trascenderían el sistema bancario y hundirían “grandes empresas de renombre”, según un ayudante legislativo que asistió a la reunión y tomó apuntes.
Tal fue la culminación de 10 días que estremecieron los mercados de todo el mundo y cambiaron la estructura del sistema financiero de Estados Unidos. Grandes firmas de Wall Street están cerrando o vendiéndose a los postores más estables. Los reguladores y legisladores preparan un rescate que podría costar más de $700 mil millones e intensificar de manera permanente la reglamentación.
La tormenta en los mercados empezó con el reconocimiento, largamente aplazado, de la realidad por Lehman. La firma neoyorquina de 158 años abrió sus libros a los posibles compradores.
Estos descubrieron que Lehman no había depreciado aún su cartera de hipotecas “subprime” o de alto riesgo, aquellas expedidas a los prestatarios menos solventes, tan resueltamente como algunas otras firmas de Wall Street.
Las compañías de calificación crediticias empezaron a examinar detenidamente las cuentas de Lehman. La Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) las había criticado por otorgar notas máximas, de AAA, a obligaciones garantizadas por hipotecas de alto riesgo.
Cuando Standard & Poor's bajó la calificación crediticia de Lehman el martes 9 de septiembre, la acción de esta se desplomó un 45% a $7,79, su menor precio en 11 años. Al día siguiente, Lehman informó de la mayor pérdida trimestral en su historia, $3.900 millones, y dijo que se reestructuraría y vendería una participación mayoritaria en su división de gestión de activos. La acción se la firma se precipitó otro 46% en los dos próximos días.
Las malas consecuencias más inmediatas las sufrió AIG. Esta seguía valorando su cartera de alto riesgo por encima de lo que otras firmas que efectuaron mayores depreciaciones, y los inversionistas le volvieron la espalda a la compañía.
El jueves, 11 de septiembre, el jefe ejecutivo de AIG, Robert Willumstad, probó armar su propio plan de reestructuración y dijo que la empresa vendería varias filiales.
Otras compañías exigían primas más altas para negociar con AIG, y los inversionistas se estaban deshaciendo de las acciones de la aseguradora. Sus acciones cayeron un 31% el 12 de septiembre, cuando Standard & Poor's dijo que podría bajar la calificación crediticia de AIG.
Tras el cierre de las actividades ese día, empezó a escribirse el capítulo final de Lehman como entidad independiente. El presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner, citó dirigentes de Wall Street y ejecutivos de Lehman a una reunión en la sede del banco en el distrito financiero. Los ejecutivos de Wall Street accedieron a pasar el fin de semana preparando planes para vender Lehman por pedazos.
El lunes 15 de septiembre, a las dos de la mañana, Bloomberg Televisión transmitió la noticia: Lehman había solicitado la protección del tribunal de quiebras.
Ese día, el Índice Industrial Dow Jones perdió 504 puntos, o un 4,4% de su valor, la mayor caída en un día desde que la contratación se reanudó tras los atentados terroristas del 11 de septiembre siete años atrás.
A las 18:31, Fitch Ratings anunció que había bajado la nota de la línea de crédito principal de AIG a A desde AA-. Moody's Investors Service y S&P hicieron lo mismo tres horas después.
Al día siguiente, la acción de la compañía se desplomó un 34% y sus dirigentes empezaron a buscar una fuente de liquidez.
Si AIG quebraba, los efectos se harían sentir por todo el sistema financiero y perjudicarían las firmas de Wall Street.
Los reguladores intervinieron la noche del martes 16 de septiembre, con un préstamo de $85 mil millones para AIG, a cambio de una participación del 80%.