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Volver al kinder

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 18 junio, 2009



VERICUETOS
Volver al kinder

Un reportaje dominical reciente sobre la reunión de unos octogenarios ex compañeros de escuela trajo a mi mente una actividad similar de años recientes.
Resulta que hurgando entre papeles viejos, en esas cajas llenas de chunches inservibles que todos conservamos y nos rehusamos descartar, por si acaso, encontré una foto de un grupo de compañeros jugando en el play del kinder del Colegio Calasanz, en la casa vieja donde comenzamos un día, allá frente al Salón de Patines, hace tantos años que me niego rotundamente a contarlos.
Con algunos pocos de ellos tuve la suerte de compartir durante la infancia y luego la juventud, hasta que nos graduamos juntos de bachilleres y a uno que otro lo seguí viendo durante los años de la Universidad de Costa Rica.
Con un par, por lo menos, he mantenido hasta hoy una añeja amistad, tan marcada por el afecto y la confianza que hace muy difícil ubicarlos fuera del grupo de la familia más cercana.
Nos dimos a la tarea de primero ponerles nombre a las caras tan lejanas en el tiempo y luego de tratar de localizar a las personas que representaban a esos carajillos con pinta de yo no fui que jugaban en las hamacas, fijamente custodiados por el padre Luis, aquel joven sacerdote de Estelí que los Escolapios enviaron en la avanzadilla de la apertura de la sede josefina.
La reunión de compañeros de kinder resultó un vacilón completo, cargada por supuesto de emotividad y de buenos recuerdos. Qué sorprendente fue ver llegar a casi todos los convocados, puntualmente, bien arregladitos, trayendo cada uno debajo del brazo su propio baúl de recuerdos, de anécdotas y de datos de su historia personal. Unos con los sueños logrados, otros simplemente conformes.
Después del nerviosismo del reconocimiento inicial, hubo de todo. Abrazos, cuentos, chistes, apodos y por supuesto una triste invocación a los que ya se habían ido, demasiado pronto y demasiado jóvenes. Una gran hermandad de güilas venidos a rocos. Fue como haber salido de la escuela y regresar el día siguiente, solo que pelones o canosos y con el peso de una vida transcurrida reflejado en el rostro.
¿Por qué somos ahora tan distintos todos, si cuando nos tomaron esa foto todos éramos iguales? ¡De qué manera la vida nos fue diferenciando día a día desde que dejamos de vernos! Aunque todos somos conscientes de que somos responsables de nuestros propios actos y que debemos asumir sus consecuencias, también es cierto que no todo depende del ejercicio de nuestra propia voluntad.
Vidas correctas. Caminos errados. No todos vivimos de la misma manera.
Fue, en definitiva, muy agradable recordar a los padres Bruno, Manuel y Luis, a la Niña Canita Mata, a doña Gloria o a Chico Pineda, que llegó también de Managua siendo un verdadero “chigüincillo”, como fue igualmente vacilón darnos cuenta de que por los apodos que llevábamos formábamos una verdadera jauría multiespecie: yegua, garza, elefante, danta, pulga…
En unos días más nos vamos a juntar, otra vez, esta vez el grupo del Colegio. Me ha hecho mucha gracia el entusiasmo de los preparativos y de la secuencia cotidiana de correos electrónicos, detrás de los que seguimos siendo la misma turba de revoltosos.
Qué gustazo será volver a ver a esa caterva de rocos panzones, calvos, canosos, arrugados, y compartir las mismas tonteras recurrentes de las que hablamos cada vez que nos juntamos para celebrar, 20, 25, 30, 35…

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