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| Viernes 02 julio, 2010


¡Dolarizar o dolarizarse!

La presentación del proyecto de la ANFE sobre responsabilidad monetaria ha puesto de nuevo en la palestra el tema de la dolarización, como opción alternativa a la política monetaria activa de Costa Rica. Pros y contras se han establecido en un debate más ideológico que económico que ha surgido alrededor del papel del Banco Central en el sistema económico de un país pequeño y abierto como Costa Rica. La verdadera pregunta a realizarse, desde mi punto de vista es, ¿si dejar al mercado y sus actores la decisión de dolarizarse o enfrentar el largo camino administrativo-legal de someter a debate público y parlamentario, la decisión de dolarizar?
Al menos tres aspectos deberán considerarse al balancear posibles beneficios y costos de una forzada dolarización la opción de dolarizar a saber; el primero es la necesidad de endeudarse o pagar el costo del traslado de la base monetaria hoy en colones a dólares. Este componente es importante no solo en términos del impacto en la deuda pública, sino también en el costo de oportunidad de utilizar estos recursos en otros intereses públicos como la salud, la educación, la infraestructura y la seguridad ciudadana.
El segundo, es el valor de oportunidad que tienen los instrumentos monetarios y cambiarios ante situación de crisis o de alteraciones inapropiadas del ciclo económico. Un tercer elemento, no necesariamente económico es el valor cultural de la moneda, como símbolo de identidad nacional, aspecto que tiene más que ver con la presencia de una historia y tradición en el símbolo dinero, que refleja la identidad nacional.
Por último, dolarizar unilateralmente significa deshacerse de un instrumento valioso ante situaciones de crisis sin recibir nada a cambio. Este tema nos obliga a pensar en un seguro o reaseguro ante situaciones de crisis, dado que no existiría ningún compromiso del nuevo ente emisor Reserva Federal de los Estados Unidos de colaborar como prestamista de última instancia en el sistema económico. Todo el esfuerzo recaería entonces en la política fiscal del gobierno, aspecto que al final lo termina pagando el contribuyente con más impuestos. Dado todo este avatar de dolarizar, quizás seguimos mejor así, con libertad de dolarizarse.

Leiner Vargas Alfaro
Economista UNA
lvargas@una.ac.cr









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