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COLUMNISTAS


Sin trabajo no hay impuestos, ni salud

Marilyn Batista Márquez mbatista@batistacom.com | Viernes 24 julio, 2020


En Chile el cobre representan el 54% de la canasta exportadora y un poco más del 20% de los ingresos fiscales; sólo el IVA aporta más recursos al Estado. En México, el Petróleo contribuye con el 18% de los ingresos totales presupuestarios del sector público.

La exportación de bauxita de Surinam continúa siendo un área estratégica prioritaria en exportaciones e ingresos para este pequeño país al norte de Brasil.

Grandes potencias mundiales como los Estados Unidos (gas natural, petróleo, cobre, plomo, oro, hierro o carbón) y Alemania (hierro, uranio, níquel, cobre y gas natural), obtienen fuentes de ingresos a través de sus recursos naturales, además del importante aporte de los sectores productivos, como industria, agricultura, comercio, servicios y turismo, entre otros, que generan empleos y contribuciones económicas al estado.

Hay otras naciones, como Costa Rica, en donde los recursos del Estado con los que crean su presupuesto (ingresos y gastos) provienen básicamente de los impuestos que pagan las personas jurídicas (empresas de todos los sectores) y físicas (ciudadanos asalariados), para que el gobierno cumpla con los objetivos sociales.

Como somos un país (como muchos otros) sin recursos naturales que generan importantes ingresos, nuestra economía se basa en el sistema de mercado, donde las fuentes de riqueza provienen en su mayoría de grupos privados, conformados por empresas y personas, y por consiguiente, para el gobierno poder sostenerse, debe imponer a ellos los impuestos.

¡Tranquilos!, no se trata de un curso de economía básica de lo que quiero hablarles, ni mucho menos de los sistemas productivos, sino de entender mejor, que sin las contribuciones de las empresas y de los trabajadores activos es improbable que un gobierno pueda sostenerse.

Los ingresos corrientes totales del gobierno central provienen de impuestos directos como propiedad, importaciones (arancel aduanero), exportaciones, renta, venta y consumo. Pero aquí no termina el listado de los impuestos, ahora vienen los “indirectos”. Estos incluyen dos impuestos al combustible, uno “único” y el otro (no puedo explicar porque uno es único, si hay dos), impuestos a las bebidas alcohólicas y no alcohólicas, a los traspasos de vehículos usados y bienes inmuebles, timbre fiscal y de uso de fronteras y puertos y el de derecho de salida de territorio nacional, los consulares, los de Ley de migración y extranjería, productos de tabaco… y me llama la atención el impuesto al jabón de tocador, o sea, estar limpios y oler bien tiene un precio más alto.

Los nuevos impuestos del valor agregado -derivados de la reforma fiscal aprobada en este Gobierno-, incluyen impuestos a boletos aéreos, medicamentos, materias primas, insumos, maquinaria y reactivos para su producción, las primas de seguros personales, compra y venta de bienes de universidades, ¡canasta básica! y bienes agrícolas.

¡Sorpresa!, faltan otros impuestos recientes: el de actividad empresarial (incluye micro y pequeñas empresas), personas físicas, impuestos a asalariados y rentas de capital.

Con estos impuestos, que son miles de millones de colones, el Gobierno se sostiene (pagos de salarios de políticos y planilla de 324.299 empleados públicos) e invierte en la sociedad con servicios prioritarios como nuestro sistema de salud.

Toda esta letanía es para concluir –llevándolos de las manos, con razón y corazón– que si la economía no se reactiva, si los negocios no abren, si no se genera empleos y continúan los despidos y las medias jornadas laborales, entonces tendremos una baja recaudación de impuestos y por consiguiente, no habrá dineros para sostener los hospitales, pagar salarios de personal médico, medicamentos y el equipo que se requiere para enfrentar y combatir la Covid-19, y ninguna otra enfermedad de alto riesgo. Tampoco habrá dineros para sostener el sistema educativo, jurídico, de seguridad, etc.

La presunción de que las personas no van a ir a los comercios, y que por ello, se deben mantener cerrados, debe dejarse en manos de la oferta y la demanda. El que quiera ir a un restaurante, una tienda de ropa, gimnasio, cine o sala de belleza, debería hacerlo, siempre que ambas partes (negocio y cliente) cumplan con las medidas de prevención dictadas por el Ministerio de Salud. Quedarnos en casa no puede ser una opción ampliada o indefinida para combatir la pandemia.

Hay que vivir con el coronavirus hasta que exista una vacuna, cuidándonos los unos a los otros, pero trabajando, generando ingresos para las personas, familias y Estado.

La opción del Gobierno no debe centrarse en elegir solo una de dos variables importantes de desarrollo -¿o salud o economía?-. Tiene que ser salud y economía, la ecuación infalible, porque de lo contrario, no habrá Caja Costarricense de Seguro Social, ni salud y tampoco economía.

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