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Saber educar

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 08 mayo, 2008


Saber educar
VERICUETOS

Tomás Nassar

La principal tarea de padres y maestros consiste en educar sobre la responsabilidad, es decir de la certeza de que todas las acciones de la vida tienen un resultado y una consecuencia. Los jóvenes deben ser plenamente conscientes de que cuando se actúa bien, es decir correcta y responsablemente, los efectos serán siempre positivos, pero cuando se actúa mal, de manera incorrecta, en contra de las normas de convivencia establecidas por la sociedad en que se vive, cuando se violentan los principios en los que el colectivo ha elegido fundamentar la coexistencia de sus miembros, entonces, irremediablemente, las consecuencias serán, y deben ser, negativas.
Y es que esta sentencia es axiomática y se aplica en todos los órdenes de la vida. “Siembra vientos y cosecharás tempestades”. El ejercicio de la libertad individual se fundamenta precisamente en saber que se tiene la posibilidad de elegir si se actúa correcta o incorrectamente, siéndose plenamente consciente de que, cualquiera que sea la decisión que se adopte, se debe estar dispuesto a asumir los resultados. Los hombres dejan entonces de ser libres cuando hay una disociación entre el conocimiento de la causa y efecto y la posibilidad de elegir, o cuando pretenden obtener deducciones distintas a las que produce su conducta.
En asociación con este concepto, tengo la convicción de que no hay nada que haga mayor daño a los pueblos que la impunidad. La ruptura de la estructura lógica de actos-resultados, gravita omnipresente en las causas de todos los males sociales. La delincuencia crece a la sombra del perdón, de la ineficiencia del órgano sancionador, de la certeza de que no importa lo que se haga, no habrá que padecer resultados negativos. La corrupción campea en la confianza de un sistema incapaz de perseguir y castigar. Los hijos se recrean en la desidia de padres tolerantes y permisivos y los alumnos en la ley del mínimo esfuerzo que, pese a todo, no es un mal muy diferente a la indolencia de algunos profesores y gremiales que se ubican en la esfera exclusiva de sus propios intereses inmediatos.
Comparto el criterio de quienes consideran a Leonardo Garnier como un extraordinario ministro de Educación. Por eso, tengo la absoluta certeza de que las desafortunadas apreciaciones de su Viceministra con relación al salvaje y antisocial comportamiento de una banda de forajidos con uniforme, fueron propias de ella, inconsultas y, por supuesto, contrarias a la opinión oficial del Despacho.
Un viceministro de “Educación” no puede declarar que no tomará “represalias” contra quienes actúan contra la ley y contra la integridad de personas y bienes, aunque haya sido, triste justificante ministerial, “en media calle”. Los ciudadanos tienen, Viceministra, derecho a circular con tranquilidad por “media calle”, y usted carece del derecho, autoridad y competencia para exonerar a quienes han, conscientemente, violado el orden, el imperio de la ley y las normas de convivencia de este país.
Una causa totalmente injustificada, la eliminación del bachillerato; una conducta impropia, ilegal y vergonzosa; una respuesta de una autoridad contraria a su principal responsabilidad: educar.
Los transgresores no deben salir airosos confiando en que, el día de mañana les cobijará también la impunidad de un Estado blandengue.

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