Resolviendo el conflicto minero al estilo griego
| Jueves 11 diciembre, 2008
ANALISIS
Resolviendo el conflicto minero al estilo griego
• Existe solamente una manera efectiva de decidir si está bien o no cancelar los polémicos proyectos mineros centroamericanos, la antigua democracia ateniense
Fred Blaser*
Los ecologistas panameños se oponen enérgicamente a la propuesta de una mina de cobre.
Sus contrapartes costarricenses están trabajando agresivamente para cerrar una mina de oro, que ya está en funcionamiento.
Mientras tanto, en 2003 un derrame de cianuro en un sitio nicaragüense causó llamados a la suspensión del proyecto.
Con un total de 12 operaciones —entre activas y propuestas— de minería en Centroamérica, el problema de si es recomendable suspenderlas genera mucha controversia, lo que a su vez significa que los ecologistas, inversionistas y burócratas, entre otros, gasten mucho tiempo preocupándose por hacer algo.
Por su lado, los ecologistas tienen razón en reclamar que la minería es sucia.
En un reciente artículo sobre los diez primeros problemas de contaminación a nivel mundial, la revista Scientific American incluyó la industria de la minería, que implica el tratamiento químico de rocas, tierra y sedimento para extraer el valioso mineral.
Cuando cae lluvia sobre los desechos en la industria minera, el agua se mezcla con los residuos químicos para formar ácidos, que pueden contaminar tierras cultivadas o bosque cercano, los que posteriormente pueden entrar en aguas subterráneas y ríos.
Sin embargo, no todas las minas plantean el mismo grado de riesgo.
En tanto que resulta imposible eliminar el escape de los desechos, una operación minera bien dirigida puede reducir considerablemente el problema, utilizando estructuras de concreto o piedra, así como membranas, para minimizar el ingreso del agua.
Mucho depende de la topografía y la ubicación, proyectos mineros en áreas planas probablemente no lleguen a causar problemas de contaminación por derrumbes. Minas localizadas lejos de áreas habitadas pueden plantear poco peligro a personas o animales domésticos.
Luego está la pregunta acerca del beneficio económico.
Una operación de minería es, por su naturaleza, temporal; cuando el mineral se agota, la mina se cierra y los empleos desaparecen.
Por otro lado, un aumento del empleo durante una década o más en la minería y operaciones relacionadas puede resultar atractivo a ciertas comunidades pobres, sobre todo si el proyecto compra muchos productos y servicios de proveedores locales, y si los habitantes del lugar aprenden habilidades que luego podrán aplicar en otros sectores de la economía.
La mina también puede producir valiosos ingresos fiscales.
Al final, la más justa y eficiente manera de decidir si realmente es bueno o no un proyecto en particular de minería es mediante la democracia directa.
Un referéndum constituye un camino torpe y caro para que grandes grupos tomen decisiones, por esta razón —al menos en países democráticos— los ciudadanos eligen legisladores para que los representen.
Pero si una mina afecta no más que unos miles de residentes locales, como generalmente es el caso en Centroamérica, el problema puede ser decidido al estilo clásico ateniense, dejar que la gente directamente afectada escuche la evidencia, invitar después a todos los adultos a la plaza de la ciudad, donde pueden votar para cavar un agujero en la tierra o decirles a los mineros que se larguen.
La democracia ateniense funcionó maravillosamente en Grecia antigua. Quizás hoy pueda hacer mucho por Centroamérica.
Resolviendo el conflicto minero al estilo griego
• Existe solamente una manera efectiva de decidir si está bien o no cancelar los polémicos proyectos mineros centroamericanos, la antigua democracia ateniense
Fred Blaser*
Los ecologistas panameños se oponen enérgicamente a la propuesta de una mina de cobre.
Sus contrapartes costarricenses están trabajando agresivamente para cerrar una mina de oro, que ya está en funcionamiento.
Mientras tanto, en 2003 un derrame de cianuro en un sitio nicaragüense causó llamados a la suspensión del proyecto.
Con un total de 12 operaciones —entre activas y propuestas— de minería en Centroamérica, el problema de si es recomendable suspenderlas genera mucha controversia, lo que a su vez significa que los ecologistas, inversionistas y burócratas, entre otros, gasten mucho tiempo preocupándose por hacer algo.
Por su lado, los ecologistas tienen razón en reclamar que la minería es sucia.
En un reciente artículo sobre los diez primeros problemas de contaminación a nivel mundial, la revista Scientific American incluyó la industria de la minería, que implica el tratamiento químico de rocas, tierra y sedimento para extraer el valioso mineral.
Cuando cae lluvia sobre los desechos en la industria minera, el agua se mezcla con los residuos químicos para formar ácidos, que pueden contaminar tierras cultivadas o bosque cercano, los que posteriormente pueden entrar en aguas subterráneas y ríos.
Sin embargo, no todas las minas plantean el mismo grado de riesgo.
En tanto que resulta imposible eliminar el escape de los desechos, una operación minera bien dirigida puede reducir considerablemente el problema, utilizando estructuras de concreto o piedra, así como membranas, para minimizar el ingreso del agua.
Mucho depende de la topografía y la ubicación, proyectos mineros en áreas planas probablemente no lleguen a causar problemas de contaminación por derrumbes. Minas localizadas lejos de áreas habitadas pueden plantear poco peligro a personas o animales domésticos.
Luego está la pregunta acerca del beneficio económico.
Una operación de minería es, por su naturaleza, temporal; cuando el mineral se agota, la mina se cierra y los empleos desaparecen.
Por otro lado, un aumento del empleo durante una década o más en la minería y operaciones relacionadas puede resultar atractivo a ciertas comunidades pobres, sobre todo si el proyecto compra muchos productos y servicios de proveedores locales, y si los habitantes del lugar aprenden habilidades que luego podrán aplicar en otros sectores de la economía.
La mina también puede producir valiosos ingresos fiscales.
Al final, la más justa y eficiente manera de decidir si realmente es bueno o no un proyecto en particular de minería es mediante la democracia directa.
Un referéndum constituye un camino torpe y caro para que grandes grupos tomen decisiones, por esta razón —al menos en países democráticos— los ciudadanos eligen legisladores para que los representen.
Pero si una mina afecta no más que unos miles de residentes locales, como generalmente es el caso en Centroamérica, el problema puede ser decidido al estilo clásico ateniense, dejar que la gente directamente afectada escuche la evidencia, invitar después a todos los adultos a la plaza de la ciudad, donde pueden votar para cavar un agujero en la tierra o decirles a los mineros que se larguen.
La democracia ateniense funcionó maravillosamente en Grecia antigua. Quizás hoy pueda hacer mucho por Centroamérica.